Recuerdo un combate de sumo entre un hombre delgado, y otro enorme, bastante gordo. Los dos dentro de un círculo que delimita la victoria y la derrota. A veces me pongo a dar vueltas alrededor, hasta quedar mareado. Es entonces cuando echo las cuerdas alrededor, hasta formar un árbol en el centro.
Dibujo una ley en la arena del suelo: "Puedes cambiar de lugar, de estación, o de situación. Pero queda prohibido alejarse a más de un palmo de nuestras cabezas." Entonces lanzo al mar un ramo de flores, que es engullido por el agua, y llevado de viaje al otro lado del mar. Se queda esperando en la orilla, hasta que su destinataria las recoja y regrese de vuelta a casa.
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