Padre Manuel: He oído hablar de su prestigiosa Orden, y solo he podido tener buenas sensaciones acerca de los relatos que a mis oídos llegaban. Quería decirle que yo también quiero formar parte de su comunidad de fieles devotos, y participar en las actividades, que, me dicen, allí se hacen.
Me encantaría entregar mi cuerpo por completo a Cristo, y mostrarme con entera desnudez ante su penetrante y seductora mirada. Necesito sentir adentro la dureza de su fe, ver cuán larga puede mostrarse en el camino del placer cristiano. Que me inunde toda con su blanca luz, con ese resplandor cegador que, como un chorro de bendiciones, baña todo el cuerpo, de arriba abajo.
Y, por supuesto, sentir en mi paladar el sabor de su carne, tal y como Él dijo; "Tomad y comed, pues este es mi cuerpo." Y, ya en pleno éxtasis religioso, probar algo de su líquido interior, haciendo uso de sus ya conocidas palabras; "Tomad y bebed, pues esta es mi sangre".
Adoraría sentir cómo se endurecen mis castos pechos mientras son tocados por su fuego fraternal, que susurra en mi oído que estaré en el campo de las fieles ovejas, junto a mi Pastor, que nos ordeñaría a todas para librarnos de los pensamientos impuros del malvado Mefistóteles.
Es por todo esto, Su Eminencia, y por muchos más deseos humildes y puritanos, por los que desearía que me aceptase en su Orden. Un piadoso saludo.
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