Los viejos fantasmas nunca se fueron, permanecieron ahí, emitiendo una débil musiquilla, inútil pero constante, hasta el día en que yo volviera la vista atrás y decidiera echar una mirada de reojo.
Caras conocidas, solo una gota de conocimiento resbala por sus rostros, y, aún así, se giran y me observan, con la curiosidad del que abre una caja envuelta en papel de regalo. Porque es que soy una incógnita en el horizonte, donde solo los rumores y las especulaciones pueden escribir mi vida y mis aventuras.
No cambiarán muchas cosas. Yo seguiré siendo el mismo, tan voluble, y tan aferrado a permanecer a la vez. Una breve sombra de lo que alguna vez fuí, fuertes las raíces sobre mis pies. Estar, y no estar.
El murmullo que emiten las olas. Insignificante, tranquilo, y persistente. Persiguiendo a un público dormido.
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