Me he perdido en el desierto. El camello se escapó mientras dormía, rompiendo la cuerda, y ahora me he quedado sin nada. Solo veo a mi alrededor oceános de fuego y arena, muerte. Los buitres ya danzan sobre mi cabeza, y sé muy bien lo que eso significa. No puedo seguir más. Me siento en el suelo. Cuando vine por primera vez me resultaba abrasador, ya me he acostumbrado. Cierro los ojos, y me desvanezco.
Despierto tirado en la nieve, muerto de frío. Me quedo quieto, estupefacto, y cojo un poco. ¿Nieve? ¿Aquí?
Y no solo nieve, también árboles. Y tres niños jugando. Me incorporo un poco y me acerco a ellos. Me observan con desconfianza, y es normal, pues mi aspecto debe ser lamentable.
- Hola niños. ¿Qué hacéis? - Les sonrío.
Una niña, más confiada que los otros, responde.
- Un muñeco de nieve. ¿Verdad que se parece a un minion? Le hemos puesto unas gafas que Juan tenía de sobra.
Acto seguido el otro niño, imagino que Juan, le conmina a callarse.
- Chisst, no le digas nada, ¿y si es un hombre malo? ¿Qué quiere? - Me pregunta, desafiante.
- No seas así, Juan, no parece malo. -Responde el otro niño.
- Pero Lorenzo... Es extraño que venga así como así, sin conocernos. ¿Tú qué opinas María? - Inquiere Juan.
- Pues, que lo puede decidir Jiuma.
- Buena idea. - Aprueban.
- ¿Jiuma?
- Es el espíritu del bosque. Suele jugar con nosotros. Te llevaremos ante él para ver si de verdad eres o no un hombre malo.
- De acuerdo.
Vaya con los niños. Si fuesen todos así no habría nunca secuestros. Parecen policías. De todos modos, no sé nada de este sitio. ¿Han dicho espíritu del bosque? Espero que sea una broma y me lleven ante un adulto, para ver qué ocurre.
Los niños me llevan hacia el interior de lo que parece un bosque de abetos, y allí me encuentro a Jiuma.
- ¿¡Un oso panda!? Vámonos de aquí niños. Esto es peligroso.
- ¿Pero qué dices? Es Jiuma, y es muy simpático. ¿Verdad? - Dice María.
Entonces el oso se da la vuelta. Tiene una cara amistosa, como si estuviese sonriendo.
- Pues claro que sí. Solo con quienes se lo merecen.
Eso ha sido extraño. No solo porque pueda hablar, sino porque tiene voz de chica.
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has podido entrar? - Inquiere, asustado.
- Eso me gustaría a mí saber. ¿Dónde estoy?
El panda se relaja un poco, y me observa fijamente, analizándome.
- Está bien. No pareces un enemigo. Estás en la décima dimensión de los sueños. Para que lo entiendas, diré que has estado buscando algo, pero que no has podido alcanzarlo. No suele venir nadie aquí. Solo los niños.
- ¿Y cómo salgo de aquí? ¿Por qué solo vienen los niños?
- Verás, dudo que puedas salir de aquí, al menos yo no lo sé cómo se hace. Eso está en uno mismo. Y, los niños son los que vienen aquí porque son ellos los que siempre persiguen cosas que no pueden obtener. Es extraño ver a alguien así entre los adultos.
Ahora lo entendía todo. Resignación, aceptación. Conocer cuál es tu lugar. Todo eso mata la búsqueda de metas que se antojan imposibles. No sabía cómo sentirme al encontrarme allí, con el espíritu de un niño y el cuerpo de un adulto. ¿Me quedaría ahí por siempre? ¿Volvería al desierto? Solo el tiempo lo dirá.
Para Concha.
Palabras clave: Minion, copo de nieve, panda.
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