Toco el piano usando mis manos ensangrentadas. Me desgarré la piel, pudo conmigo la termitera del interior. No cesaba de mandar sacudidas eléctricas por todas partes. Ningún bálsamo, ningún poder que pueda cubrir el dolor de acariciar con la carne. Ningún escudo, por frágil que sea. No es la lepra, no. Es mi cabeza. Cuchilladas de carnicero, destrozando lo que la mente no puede depurar. Debilidad, notas amargas. Una línea del frente que abarca kilómetros de distancia entre la locura y el delirio, donde las ideas más peligrosas fueron liberadas de sus cárceles censuradoras. Una nueva era empieza, donde el poder de la mente domina todos los combates y todas las batallas frente a la debilidad de lo carnal.
No es que tus armas no sean poderosas, es que las mías no se ven. Y, ¿qué puedes hacer tú contra lo que te derrota desde las sombras? ¿Cómo parar la maquinaria de lo invisible? Da igual que dispares, no podrás detener una explosión nuclear en tu cabeza.
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