Yo no quería saber nada de Laura. Corté toda conexión con ella y me embarqué en un viaje a través de los pasadizos que me quedaban por recorrer.
Lo cierto es que no encontraba nada, porque yo nunca apuntalé un solo muro en las calles del tiempo. Una persona descuidada, sobre cuyas espaldas recaía el sujetar los débiles lazos que rodeaban el cuello. Ninguna cosa que tocasen mis manos se volvía sólida, solamente se resquebrajaba y terminaba por desaparecer, igual que lo hacía yo en mis silencios.
Tenía miedo de empezar cualquier cosa. Las náuseas burbujean desde el fondo, y todo rostro que aparece a cada esquina es un enemigo del que hay que huir. Es curioso que, los mismos dedos que crean, puedan destruir tan salvajemente. Por eso no cuidé los cimientos de las casas donde me dejaban entrar. Por eso pinté narraciones escuetas donde podría poner algo más.
Y, quizá, y solamente quizá, encuentre la felicidad bajo la capa del valiente. Bajo la coraza de quien se atreva a sostener mis manos sin temor a que todo el edificio se convierta en un miserable cascote.
Para Fátima.
Palabras clave: Laura, viaje, felicidad
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