En la diana de mis ojos apagados te entretienes en lanzarme dardos. Da igual, ya no me sirven. Quédatelos si quieres, juega con ellos hasta desangrarlos, nunca se saldrán de sus órbitas. Los perdí cuando me jugué contigo mis manos. No debí hacerlo, bien cierto es. Ahora no puedo controlar nada. Todo aquí adentro es tuyo, pues es con mis dedos con lo único que consigo expandir mi mundo.
Da igual, te los has ganado. No pude evitar apostar que, al contacto con mis dedos, tu piel se levantaría con la brisa del norte. Qué equivocado estaba. Ni siquiera un suspiro, solo quietud, esperanzas muertas. Cuervos llevándose las pocas emociones brillantes que aún guardaba. Da igual, ahora no sé lo que soy. Espero que puedas manejar mi cuerpo con tus hilos color burdeos. No sé si la niebla se despejará, ni si tú harás algo más que mirarme desde tu trono de lo desconocido.
No importa, aunque no la veas, te gusta el olor dulzón de la sangre. Aunque no sepas que se derrama, e insistas en llenarme las maletas de esperanzas. Pesan demasiado, y no creo poder cargarlas, aún así, mis manos son tuyas, y llevaré cualquier cosa. Pero luego no me hagas abrirlas para tirar el contenido por el suelo.
Porque eso, querida, eso no me da igual.
Para María del Mar.
Palabras clave: Dardos, cuervos, maletas.
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