Un ejército de osos de lana que se mueven sobre un delicado cuerpo de ensueño. Una mano distante que quiere sentir el tacto de la piel en la que habitan dichos animales, y la sonrisa aterradora de un técnico que maneja la electricidad a su antojo, y que, sin embargo, no consigue dominar la tarea del día. ¿Dónde van las palabras que no se dicen? ¿Las devora un atrapasueños invisible que nos acompaña en el hombro, a modo de ángel? ¿Se pierden en la larga carretera del Olvido?
Las sombras del día se vuelven alegres, frente a la melancolía que suscita el caluroso Sol, es una catarsis extraña, donde se rompe con la concepción establecida de que todo lo que tiene que ver con lo luminoso es alegre, y que lo oscuro es triste o trágico. Recuerdos que se entrelazan como un juego de muñecas rusas, donde una palabra suya me conecta con el pasado al tiempo que se forma un boceto del presente. Y los horizontes se amplían, y la desnudez se acentúa, como cuando lees un libro y observas todas las acciones del personaje. Y así, día tras día, la ropa del interior se rompe en jirones. No me dejes sin palabras, solo sin habla.
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