- ¿Qué tiene para contarme hoy?
- He tenido un sueño.
- ¿Un sueño? ¿Recuerda algo? Por favor, cuénteme todo lo que pueda.
- Sí. Bueno, verá, volví a soñar con ella. En un bosque. Todo muy alegre.
- Continúe.
- Habían niños corriendo. Como si fuera un parque. Ella estaba conmigo. Feliz. Me cogía de la mano. Había zonas donde se podían coger flores, y yo le hacía un ramo. Todo iba bien. Yo también disfrutaba. Pero luego... Me despertaba. De alguna manera, odiaba lo que acababa de soñar.
- No le entiendo. Ha dicho que era un sueño agradable. Estaba ella feliz, y usted también. Un ambiente magnífico. ¿Por qué llega a odiar el sueño?
- Porque nada de lo que hay ahí está aquí. Por eso. ¿Por qué no se puede coger la estructura del sueño y vivirla más tiempo? ¿Por qué no podemos ser arquitectos del mundo tal y como lo somos en los rincones oníricos?
- A lo mejor porque eso sería muy sencillo. ¿Qué hay de los retos, de la satisfacción? ¿Donde quedaría la complejidad y la incertidumbre?
- Eso podemos dejarlo para este mundo. ¿No le parece justo vivir unas horas en el lugar que desee con las personas que desea? Sería como llevar dos vidas, no se perdería lo que dice.
- Pero entonces podría llegar un punto en que no sabría diferenciar entre los dos mundos. ¿No le volvería eso mentalmente inestable?
- ¿Se refiere a que me volvería loco? Tonterías. Este mundo es la mayor locura que existe. Una abominación. Nadie que no esté chupándole la vida al resto soñaría con este mundo. No. No sería yo el que se volviera loco.
- ¿Y qué me dice de ella? ¿No le asusta el tener una idea en vez de a la persona original?
- Parece que sabe usted como pillarme... Lo cierto es que, si ella no pudiese venir conmigo, no entraría en ese mundo más que para que me lance construcciones de forma aleatoria.
http://youtu.be/b_CPUalHkw4
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