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sábado, 28 de septiembre de 2013

Un, dos... ¿tres?

Dicen que existen dos mundos. Uno real, consciente, que determina la vida; y otro imaginario, paladín de los sueños, efímero condicionante del primer mundo.

Pues bien, esto es falso. Existe una tercera ubicación, en la que se mezclan los dos mundos, ya sea porque la realidad se vuelve similar a lo que habitaba en el subconsciente, ya sea porque la realidad se dibuja en los sueños y la imaginación.

A su vez, este lugar se divide en dos evoluciones distintas del tiempo. Una, más cercana a la frontera de la realidad, en la que los segundos se pasan como si fuesen heridos de guerra, mutilados graves; se arrastran por el suelo, caminan lentamente, y en ocasiones dibujan la eternidad. Una eternidad anquilosada, aburrida, indeseada, en la que nadie preferiría la inmortalidad.
La segunda, más cercana a los límites del subconsciente, se vuelve rápida y sosegada, envuelta de paz, tranquilidad, y emociones cálidas. No obstante, los minutos se escapan de las manos, como si intentásemos atrapar con los dedos agua de un estanque.

No sé cuál de estos estados frecuento con más asiduidad, pero sí sé que, cuando estoy con ella, aparece un cuarto habitáculo, paralelo a todos ellos, en el que el tiempo deja de funcionar, como un reloj parado que se dibuja en el infinito. Y, solo cuando nos separamos, es cuando todos los soldados de Cronos rompen filas y se disponen a arrebatarme lo que les corresponde.

http://youtu.be/LXLXJKhkxl0

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