Ella quería hablar algo más que su lengua materna. Le quedaba pequeño ese conocimiento. Se perdía en un crisol de palabras distintas, a cada cual más extraña y atrayente. Quería decorar su habitación con todas aquellas diminutas partes de mundo, que, de una forma u otra, la transportaban a diversos lugares.
Una góndola en Venecia, transportándola hacia abajo, junto a un hombre cuyo rostro se oculta entre sombras. Un viaje a través de la selva amazónica, bajo enormes árboles, rodeada de vegetación, y sintiendo la lluvia torrencial cubriéndolo todo. Un antiguo castillo medieval, aún en buenas condiciones, donde se hospeda en una habitación sin luz eléctrica, alumbrada solo por velas y faroles, en medio de un denso bosque. Una estancia amena en la vereda de un río, viendo una trepidante cascada en las cercanías, y las hojas otoñales de los árboles cayendo a su alrededor. Un paseo de la mano junto a un misterioso caballero en la orilla de una playa vírgen, observando la luna en la franja nocturna.
Todo aquello recorría sin necesidad de salir de su habitación, y no es cierto que hubiese inventado una máquina de teletransportación: las distintas palabras, de los más alejados lugares, ejercían esa fuerza sobrehumana.
http://youtu.be/PnCBST6_MhI
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