Bosque cerrado
de sombras,
solo un rayo
en la espesura,
y los ecos ríen
al poder viajar.
Caminaba con
la ninfa Galatea,
sobre piedras
frías y grises,
sobre cielos
blancos y azules.
Nos sentamos,
junto al
Gran Árbol,
donde hablamos,
y solo interrumpieron
torpes orangutanes.
Tiene Galatea
profundos ojos,
que invitan a
vagar a oscuras,
que llevan a valles
bellos y floridos.
Si ella habla,
es Dios que canta,
si ella calla,
es Luzbel que ruge.
El reloj gasta
rápido sus balas,
cuando otras
desenfunda lento,
y la hermosa ninfa
desaparece debajo
del agua cristalina,
diciendo: adiós,
adiós, adiós.
Y, en un último
suspiro silencioso,
echa la vista atrás,
y con su sonrisa
parece decir:
Hasta pronto,
misterioso paladín
de las palabras.
http://youtu.be/Bz8iEJeh26E
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