Hoy un globo de cemento se hundía en el fondo del mar, mientras un pájaro carpintero intentaba abrirse paso picoteando entre los pequeños huecos. El sonido de las olas se escuchaba con fuerza, y el pájaro conseguía respirar bajo el agua, como si quisiera golpear por siempre el cemento.
Las voces de siempre se apagaron y solo se escuchaban extraños murmullos, como si de otras personas se tratasen. Un halo de inseguridad y desgana cubren los sentidos, igual que un espectro que lo absorbe todo y te deja sin nada más que un pensamiento aterrador. Los golpes destrozan la madera, y la sangre cae de los nudillos de un muñeco hecho con trapo. La enormidad me hace pequeño, y el eco reverbera en las profundidades de la noche. ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es la felicidad? Se repite como un chiste de mal gusto pronunciado por un bromista de segunda.
Y nadie responde, porque las sombras no tienen boca, solo muecas, y las tinieblas no necesitan hablar para decirte lo que debes saber. Es entonces cuando cristales de sal crecen en mitad de la nada, y, entre ráfagas de agua, descubres que la felicidad no es un estado de ánimo, sino un cisne de color negro volando alrededor.
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