No hace falta dejar de existir para conocer el infierno. No es una gruta llena de fuego con duendecillos portadores de tridentes y y un señor con rabo y risa diabólica. Claro que no. El infierno existe entre las paredes del mundo, y muchas veces se vuelve tu vecino. Puede estrechar su cerco hasta hacer que caigas rendido y agotado. Las vértebras crujen en una máquina de tortura, y el dolor se extiende hasta las sienes de la cabeza. A veces uno lograr salir, unos segundos, minutos, hasta que vuelven a llamar a tu puerta.
Es entonces que dos personas se introducen desnudas entre las perlas del océano, y, contra el oleaje, rozan sus pieles con la punta de los dedos. Y se vuelven dos erizos de color rojo que nadan entre plumas de seda. No se asuste si nota que la luz del cielo es más oscura, el sol sigue brillando en lo alto. No morirás de frío entre las losas del silencio, crearé para ti abrazos más duraderos que el invierno.
http://youtu.be/CgHNapA2HcY
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