II
Aún veo las huellas,
y ni aún así dejo
de buscar atrás,
esperando ilusiones.
No conozco a mi musa,
se largó antes de verme,
sus campos de batalla se
libran fuera de aquí.
Yo la persigo, cruel utopía,
me deja rastros, canciones,
y a mí me salen palabras,
allí donde antes era humo.
Nos saludamos, extraños,
ella busca rehacerse,
yo busco su vacío,
nunca nos tocaremos.
Soy un imán con el mismo
polo para todos, la daga,
guardo la pureza roja
bajo la manga de mi sonrisa.
Dibujo en los espejos,
así no rompo ninguno,
y es que destroza ver el
rostro de una mala estrella.
Quebrado, como los trozos
de esperanza del piso,
mantengo en pie los
puentes que se alzaron.
Viviendo en la periferia
de sus pensamientos,
me harté de tragar barro
y detener la sangre.
No soy de ella, pertenezco
a la ruina, hijo del olvido,
bebo para recordar, y sueño
para borrar mi memoria.
Aún así la veo, riendo,
en los límites de la locura,
sobre el precipicio que
jamás podré saltar.
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