No caigas ni desfallezcas,
aunque tu cruz esté
toda pintada de rojo,
aunque tus ojos vean
alfileres formando suelo.
No dejes que el fantasma
de las páginas pasadas
imprima su rostro en el tuyo.
Que el aguijón del pesar
se quiebre contra tu piel,
no cambies de forma, no,
sigue siendo diamante.
¿Cómo puedes pensar
siquiera en apagarte,
si eres la luz que mueve
la pluma del indeciso?
Toma, cógela si quieres,
una mano que no está,
una sonrisa que no se ve,
el rayo que no cesa.
Ya lo sé, lo malo de soplar
sobre las cenizas es
que recuerdas el olor,
que recuerdas el fuego.
Pero no te entregues al agujero
negro del vacío, quiere devorarte
pero no es el único, seguro,
hay más piezas en el tablero.
No sueltes el escudo aunque
se quiebre tu espada,
a veces los procesos no pueden
ir todo lo rápido que debieran.
Toma, cógelo si quieres,
un abrazo que no toca,
una mirada que no atraviesa,
el beso que nunca te di.
Pero no te quedes atrapada,
los cementerios de barcos
ya tienen muchos efectivos,
y tú eres el mar en calma.
Y tú no lo sabes, pero vendrá
el día en que alces la vista
al cielo y descubras que
ya estaba despejado.
Hasta entonces, te digo,
aunque la sal cubra el espejo,
aunque el tiempo cercene,
dispara tu risa y haz al dolor
que se ahogue y truene.
Para la M que me refugia en Bukowski
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