- He visto que se han caído árboles, sin ser azotados por el viento ni golpeados por la roca. Dime, ¿has querido eliminar cosas del bosque que, por el motivo que sea, no te gustaba que estuviera ahí?
- Pues sí, pero... Tenía mis razones.
- No es la primera vez que ocurre, ¿cierto? Es tu bosque, puedes hacer lo que quieras con él, pero haciendo eso borras parte de lo que eres. Y, ¿de qué sirve si yo sé que ese árbol estaba ahí? Quizá si lo hubieses talado poco antes de plantarlo lo entendería, pero no ha sido así. Somos lo que nuestros errores hacen de nosotros, no únicamente los aciertos.
- Tú no entiendes el motivo. Pero, antes de decir nada, mírate. Participas en un error constante. Vienes aquí aún sabiendo lo que encontrarás, y no pruebas en otra parte. Traes contigo un vacío que has decidido llenar conmigo, cuando sabes que no puedo darte de beber aquello que ansías.
- Es extraño, porque no considero que haya un error en todo esto. Quizá en la forma, por mi parte, sí. No en el fondo. Y, a pesar de que siempre hay resquicios de esperanza, yo no vengo pensando que me darás lo que deseo. Eso es algo que tengo claro. Pero tú no estás aquí para ocupar un vacío. Oh, no, claro que no.
- ¿Entonces?
- Tú eres el vacío. Me absorbes como lo haría un agujero negro. Extraes de mí lo mejor con solo hacer un movimiento. Es complicado de explicar, y frustrante en cierto modo. Pero es cierto. Tal vez de otras personas lograría obtener un árbol tras cien días de vida. Contigo obtengo cien árboles con tan sólo un día que te pasees por aquí. Y me encanta, y me asusta a la vez. Tal vez yo quisiera cortar los hilos y caminar, libre, a un lugar donde las manos recorriesen mi cuerpo como nunca lo han hecho tus dedos; pero lo estaría cambiando por las palabras que me hacen estallar por dentro en mil pedazos. Y eso, es complicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario