- ¿Qué le ocurre al bosque? ¿Lo sabes?
- Me temo que sí. Sin quererlo se han escapado pequeños monstruos que guardaba, y ahora pueblan la espesura. Pero tranquila, terminan volviendo.
- ¿Monstruos?
- Sí. La tristeza desgarradora; la soledad aislante; los celos ahogadizos; en fin, todo eso que anida en el fondo del horror de los humanos, aguardando su momento.
- ¿Y por qué se han ido a este bosque? - Inquirió, asustada.
- Les gusta el lugar. Yo no puedo controlarlos.
- Si quieres, yo podría terminar con ellos, por ti.
- ¡Oh! No, no te podría pedir eso. Y, aunque realmente quisieras hacerlo, no te sería posible acabar con todos.
- ¿Y eso por qué? ¿No me crees capaz?
- No. No es eso. Te quedaría un monstruo aún más grande, uno que tú no querrías matar, porque ha terminado formando parte de ti, de una forma u otra.
- ¿Qué... Qué clase de monstruo es ese que me describes?
- Yo mismo.
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