Voces aisladas en un mar de plástico que retumban a través de la memoria. Los circuitos no son fiables pero sí certeros, y la aparente desconexión no es tal cuando todo se relaciona a través del mundo.
Se rompe una barrera, la visual, aunque la física se acentúa más y más. No sabría decir si es un problema, pero es evidente que ese poder terminará por inundarlo todo, tan inmenso como es, y pasará a formar parte del día a día.
Lo que sí es cierto es que los ojos que te observan pueden estar al otro lado del atlántico, en Colombia, sin necesidad de moverse del sitio. Una red enorme que lo cohesiona todo sin mover nada. Habrá quien reniegue de eso, y reclame para sí que lo lógico es la comunicación física.
No obstante, menos es nada, y este fenómeno que traspasa miles de kilómetros, quieras que no, une de alguna manera a gente que, en otras circunstancias, ni siquiera se preguntarían qué hay más allá, no ya del propio país, sino de la misma ciudad.
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