Sus ojos
se humedecieron cuando se encontró frente al viejo cerezo. Al pie
del árbol había enterrado sus recuerdos, de cuando conoció a M y
habló con ella. En una caja de cartón, ahí cabían todos.
Cogió
la pala, y comenzó a excavar. Aún sabía el lugar exacto. La flor
del cerezo estaba en su apogeo. Igual que aquel día. La encontró
por casualidad y se quedó prendado. Lo intentó. Intentó acercarse
a ella. Pero eso no siempre es posible. Lo extraño de todo es que
lloró ella, no él. Una daga de doble filo, el amor.
Paró de
excavar. Sacó la caja y la abrió. Sonrió con amargura y se fue. No
había nada.
Seleccionado en II Concurso Internacional de Microcuentos, de la editorial Talento Comunicación.
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