Cambian los
campos,
ayer de flores,
hoy de plomo,
mañana, quizá,
de nada.
Reclutado por
fuerza,
yo no quiero
jugar
a la ruleta rusa,
pues todas esas
balas
llevan mi nombre.
Agachado en la
trinchera,
esperando,
aquí las bombas
estallan
sin detonarse.
Cobarde que odia
la deserción,
fiero,
mantiene las
líneas
de la
destrucción.
Y las ráfagas
dibujan
una enorme M,
metralla de
castigo
sobre el pelotón.
Ejército de
sonrisas
en los
cementerios,
ya no cabe ningún
frágil
armisticio.
Y el eco retumba,
quizá sea el
único
que recuerda
todo aquello que
se llevó el
olvido.
Finalista en I Premio Nacional de Poesía Villa de Madrid, de la AEPE.
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