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domingo, 29 de noviembre de 2015

La bruma

- ¡Hola! ¿Cómo vas? Llevo ya un tiempo sin venir...

- Cierto. Catorce días bastan para que llegue el invierno. Yo he estado bien, ya me conoces. ¿Qué hay de ti?

- Mentiroso. Sabes que no es verdad. Al igual que tú, también noto los cambios. El río se desborda, y este frío... No es sólo porque el invierno esté aquí.

-  Es posible que tengas razón.

- ¿Es por mi ausencia?

- En parte.

- ¿Entonces? ¿Qué sucede?

- A veces viene un hombre trajeado y se sienta conmigo, cuando tú no estás. Entonces comenzamos a hablar. Él me riñe por seguir viniendo aquí. Me dice que este lugar es como una mota de polvo en comparación con lo que hay allá afuera. Que no comprende mi obstinación cuando las cartas ya se han puesto sobre la mesa.

- No parece ilógico lo que dice.

- No. No lo es. Es razonable. Pero esta sensación no lo es. Tampoco mis actos lo son, en cierta medida.

- Pero, si piensas así, ¿cual es el problema?

- El problema radica en que observo mi situación. No puedo pasar de la linde, como bien sabes, y apenas te veo. Es cierto que pervive una luz que no se marcha, pero a veces no es suficiente. Y todo se trastoca. Entonces me quiero perder en la bruma, y desaparecer. Aunque siempre acabo volviendo aquí.  

- ¿Por qué?

- Porque aunque tú estés en tu línea y yo en la mía, siento que hay un roce. Y esa leve inclinación me hace pensar que las paralelas podrían coincidir algún día. Ese atisbo de esperanza es lo que me hace seguir aquí. Puede que no sea más que una mentira que me cuento a mí mismo; aún así no quiero tirar por la borda todo. No mientras quede algo.

- De acuerdo. Sólo... Sólo puedo decirte que la solución no está en la bruma.

Ella se acerca y se dan un abrazo. Quizá el frío es lo que hace que esa regla de la distancia se quiebre. No se ven, sólo se sienten. Y una humedad caliente se desliza por los rostros. Una gota. Sólo una.



https://youtu.be/KBGfmdI7zkY

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