Hay silencios que te muestran campos vacíos sobre tus pies, un lejano rumor que ensordece todas las demás voces. Imponente, carcome todo lo que existe, y te muestra la dureza del frío; una coraza hueca, cuando todas las flechas resbalaban ante otros invasores.
Hay silencios que muestran más que las palabras; crudos, ponzoñosos. Te enseñan que hay un límite en tus pasos, que a tu alrededor sólo puede crecer un brote, nada más.
Hay silencios que desangran, pues al filo de la navaja corta todo, incluso cuando sabes que se apagaron las luces.
Y es que los brazos abarcan mucho, aunque las manos no sientan calor. Perdí mi lugar, no el propósito; como un teatrillo itinerante que no se detiene en ningún sitio pero sabe cuál es su función.
No me reconozco en los ojos de la multitud; siendo sin ser parte de nada, participando con un rol de tercera, ya ni siquiera aspiro a ser protagonista en esta obra macabra.
Y no hay ningún sitio para mí allá afuera, donde la careta del personaje es horrible; y sus gustos, exigentes. Tal vez, algún día, se logre finalizar bien esta tragicomedia.
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