- Hola. ¿Donde has estado? Han pasado un par de semanas desde la última vez. Ya creía que no volverías.
- No he podido venir. Lo siento.
- ¿Por qué? Soy yo el que viene aquí. Nadie me obliga a nada. Es cierto que se echa de menos el que aparezcas, pero así son las cosas. ¿Qué has estado haciendo?
- He intentado alejarme de todo. Necesito reordenar mis ideas, y seguir adelante. Aunque supongo que dos semanas no han sido suficientes. ¿Qué has hecho tú?
- Comprendo... Bueno, yo me venía aquí y me ponía a pensar. Aunque debo decir que no ha sido agradable. La ausencia se notaba demasiado, ¿sabes? A veces me acercaba al río, y escuchaba el rumor del agua. Pero me sobrecogía y tenía que irme. Toda esta situación es demasiado compleja y extraña como para que sea real. Y, sin embargo, lo es. Tengo una cierta dependencia a tu figura, cuando ya debería haber salido corriendo sin echar la vista atrás.
Pausa.
- No sé cómo terminará todo, es la verdad, y, sin embargo, guardo la certeza de que el que seamos dos incógnitas, nos dejará en esta deriva. Hay cosas que nunca cambian.
- Has venido en un mal momento. Has elegido un tiempo equivocado. En el pasado elegiste un método erróneo. Tal vez esos fallos te hagan actuar mejor en otra ocasión. Valoro el hecho de que vengas, y lo que dices. Que te muestres. Pero yo no puedo actuar de otra manera. No puedes sustituir al tiempo.
- Lo sé. Lo que ocurre es que, dentro de esta celda que soy yo, tengo que luchar con lo que tenga. Hasta que cambie algo o todo se desmorone.
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