Viajé a los rincones oscuros del Cocito; no sé qué esperaba encontrar, pero no había nada. Seguí mirando, atravesando los espacios más peligrosos, paracaidistas devorados por los monstruos del agua, miles de muertos agazapados, escudriñando el cielo sin poder ver. Lámparas de aceite en zonas letales, donde regurgitan los heridos de guerra. Banderas rotas, ninguna es mi país, todas blancas, todas negras. Me volví loco. Empecé a correr, y llegué a la zona más iluminada, donde las flores de hielo dibujan bellos paisajes, atrayendo a los pecadores hacia el descanso eterno.
Y allí, cantando, la encontré. Era una sombra sonriente, magnífica, sentada encima de la memoria. Rasgaba las cuerdas del alma con lentitud, dándole a cada acorde un brillo infernal. Conforme me acercaba, el Cocito iba congelándome el cuerpo. Tiritando, ardiendo, conseguí ponerme enfrente.
La sombra, extrañada, me miró.
- ¿Cómo has llegado aquí? Nadie puede acercarse sin ser absorbido por el lago.
- Lo sé. Pero quería hacerte un favor. Te ruego que me escuches.
- Umm... Has llegado hasta aquí, ¿por qué no? ¿Qué quieres?
- Quiero que invoques el poder del rayo. Quiero que limpies el Cocito por completo, y que la luz vuelva a inundar los valles.
- Eso que me pides es difícil. Ninguna sombra antes que yo lo ha conseguido. ¿Qué te hace pensar que yo sí?
- Tu poder lleva haciéndose grande desde hace años. Has conseguido dominar gran parte del lugar, y, al contrario de lo que creía, estás en el lado más luminoso.
- De acuerdo. Lo puedo intentar, al fin y al cabo, pareces muy convencido.
- Bien. Estaré impaciente por verlo.
Me di la vuelta, y comencé a andar.
- ¡Ah, sí! Olvidé decirte que yo no me congelo, porque todo lo que hay en este lugar es mío. Yo creé este sitio. Y confío en que tú me ayudes a manejarlo.
http://youtu.be/CRTa7l511nU
No hay comentarios:
Publicar un comentario