Mensajes borrados
en agua de lluvia,
bebiendo arena
de tus silencios,
cuando el cañón
ya retumbó anoche.
Todos los puentes
quemados,
derribados,
solo la sombra
de la ilusión.
Un monstruo que
se alimenta,
ojos grises que
se apagan,
y el eco devuelve
mis respuestas.
Sueños polvorientos,
que abrazan,
que persiguen,
que se difuminan
al alba.
Nunca fuí más
que el sapo,
el príncipe destronado
de las palabras,
sentado en sillas
de espejismos.
Y aquí estoy,
sentado en el mar
de la esperanza,
deseando que vuelva
la botella que lancé.
Y cuando suba
la marea,
y la soledad
abrace mi cuerpo,
podré decir:
Basta un solo día
para destruir imperios.
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