Me
he vuelto a perder. Creía que ya tenía el camino marcado, que había
alguien al final. Pero al hablar el eco es el único que devuelve las
palabras. Es una persona extraña, ¿sabéis? A veces, baja del cielo
y habla conmigo, y me dice que todo irá bien, que no hay más senda
que aquella por la que se pelea para poder recorrerla, que al final
estará ella y que se podrán abrir las puertas. Esas que se
encontraban cerradas a cal y canto del mundo exterior.
Pero
entonces, sucede que todo era una ilusión. Y comienza a llover,
fuerte, muy fuerte. Y bajo la luz de una solitaria farola en el
camino abandonado, el corazón se escucha más que el golpeteo del
agua contra los charcos. Y sucede que esbozas una sonrisa. Es una
lucha que lleva librándose desde hace tiempo, en la que nadie
pierde, nadie gana nada. Solo se sigue avanzando, de un punto a otro,
sin rozarse, sin saber ningún dato más del habitual.
Dos
personas condenadas a buscarse, sin encontrarse nunca. Quizá ni
siquiera es una condena. Se sentía igual que una recta paralela,
corriendo, eterna, sin toparse jamás con el punto que quería. Y es
que las matemáticas son tan frías como el brillo de sus ojos. Un
niño travieso al que le dan un manotazo cuando quiere coger galletas
antes de la hora de la comida. Así estaba yo. Me perdería en otras
constelaciones, e infinitas líneas me atravesarían de lado a lado,
más nunca aquella que viaja al lado, y que comparte temores e
ilusiones.
El
sabor salado se mezcla con el dulce en mis labios, dejándome un
regusto extraño. No sé por qué tenía que llover. Estar empapado
no ayuda. La humedad de alrededor es caliente, y crea una neblina asfixiante. Y entonces la veo. Viene hacia mí con un vestido blanco,
que debido a la lluvia se queda muy pegado en su piel.
-
Te puedo conceder un baile. Solo uno. Y entonces te darás cuenta de
que el ritmo que llevamos es distinto. De que tus objetivos son
distintos a los míos, aunque en el fondo persigan lo mismo. Tú eres
un murmullo que nunca cesa, aunque no te hagas notar, mientras que yo
soy una bala. Ruidosa, solo necesito un impacto. Y, después,
silencio. Yo soy la oscuridad, y tú piensas que soy la luz, que las
tinieblas te rodean. Cuando el único halo de luminosidad es el que
tú has ido trazando a lo largo de los días. ¿Qué quieres que te
diga? No me convences, pero tampoco vale la pena echar por la borda
todo lo que se ha dibujado en el horizonte. Por eso, bailaré
contigo, una danza donde la derrota y la victoria se dan la mano.
Porque conseguirás tu deseo, y al mismo tiempo lo perderás.
-
¿Y por qué crees que este es mi deseo? - Respondí.
-
Porque me acabas de dar la mano.
Microrrelato finalista en I Certamen Literario "Fuente de creación", de Cuponeta Editorial.
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