- ¿Cómo ha estado hoy?
- Hoy, dice... He sentido un huracán que nunca pensé que existía. Me he mirado al espejo y he visto las grietas, los huecos por donde se escapa lo que soy y lo que nunca seré. Oh, usted no lo sabe, y, sin embargo, las mariposas vuelan y vuelan sin cesar, sobre campos que no tienen flores, sobre espinas sin nombre. He notado el precipicio bajo mis pies, y me ha dado miedo. Y yo no le temo a nada, ¿sabe usted? Pero esto, esta sensación que por mi temblor camina... Esta falta de aire y de luz... Debe ser lo que llaman "temor".
- ¿Por qué dice eso?
- Porque es lo que he vivido. Hay cosas que, de lo grandes y hermosas que son, aterran. Y eso me ocurre a mí. Las emociones hacen en mí un nido, y las raíces se extienden, y toda mi alma es succionada. Un péndulo se mueve y poco a poco da la vuelta, sin apenas saberlo. Pues yo soy ese péndulo. He llegado hasta aquí, sin saber cómo, y no puedo salir.
- ¿Es desagradable estar encerrado ahí?
- No... Puedo seguir respirando. Puedo hablar, ¿sabe usted? Crear lo que sea que esto me haga decir. Lo que ocurre es que me asusta la enormidad. Porque sé que esta jaula es para mí solo. Y no quiero marcharme. No puedo. La felicidad me inunda estando en este lugar. Corretea por mi cuerpo igual que una descarga eléctrica. Ha llegado al punto en que necesito sentir esto que de mis entrañas nace. Ay, si mis manos pudiesen hacer magia transformaría en colores vivos los tonos grises. Aunque sé que no puedo. Soy un electrón más que viaja, nunca el centro, un ser falible. El control es una ilusión, y hasta los trenes más viejos cambian de raíl. Yo no quiero cambiar, y, sin embargo, reconozco que muta el alrededor.
- ¿Por qué no se marcha?
- Porque yo no elijo, al igual que tampoco depende de mí que haga sol o llueva. ¿Entiende ahora cual es mi papel? Sólo puedo aprovechar este momento, aspirar el aroma que desprende, y desear que dure lo máximo posible. ¿Entiende ahora mi temor? No quiero que desaparezca nada. No quiero gritar su nombre y sentir el sonido del eco devolviéndomelo. Quiero que, aún siendo lo poco que soy, esa persona note que doy con la totalidad de lo que estos sentimientos provocan en mí.
- ¿Qué harías si no pudieses hacer eso? ¿Qué harías si cambiasen el sol y la luna? Y los planetas dejasen de girar.
- No quiero saberlo. Si llegase ese día, entonces, sólo querría murallas y espino delante mía. Y nadie para escalarlas. Si llegase ese día, ya no tendría miedo. Yo sería el miedo.
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