Hay luces en lugares donde no llega el sol a acariciar. Existen sentimientos que afloran cuando menos lo esperas, en medio del agobio y la ansiedad. Te das cuenta de que hay alguien que salva el día y agradeces a la vida tener ese soporte.
Y, a veces, aunque la intención sea dar, necesitamos recibir, porque las losas pesan y el suelo no siempre es un compañero. Saber que hay una mano ahí, en las sombras, que puede agarrarte cuando notas el vacío bajo tus pies, es una sensación maravillosa.
Claro que, existirán problemas que no podrán tener ayuda, o cuyos medios de acción son limitados. Sin embargo, no importa. Existe un aura de seguridad, porque hay gente que puede impedir que te ahogues aunque no pueda evitar la inundación.
Y, creedme cuando digo que esa sensación es increíble. Saber que nos encontraremos baches y caídas sin sufrirlos solos es algo mágico. Aunque suene tonto. Y, lo increíble, es que tus intenciones no sean salvar únicamente tus propios obstáculos, sino hacer los de la otra persona los tuyos.
Y, al final, lo que aparece agarrándote para evitar que veas el precipicio, es tu propia mano.
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