"La observé todo el tiempo con
ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre
un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. ¿Miedo de qué?
Quizá, algo así como miedo de jugar todo el dinero de que se dispone en
la vida a un solo número. Sin embargo, cuando desapareció, me sentí
irritado, infeliz, pensando que podría no verla más, perdida entre los
millones de habitantes anónimos de Buenos Aires."
"Con ella, que había sido como alguien
detrás de un impenetrable muro de vidrio, a quien yo podía ver, pero no
oír ni tocar; y así, separados por el muro de vidrio, habíamos vivido
ansiosamente, melancólicamente."
"Yo tenía la certeza de que, en ciertas ocasiones, lográbamos comunicarnos, pero en forma tan sutil, tan pasajera, tan tenue, que luego solo quedaba más desesperadamente solo que antes, con esa imprecisa insatisfacción que experimentamos al querer reconstruir ciertos amores de un sueño."
"Y era como si los dos hubiéramos
estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos
el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes,
para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena
pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto
anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin
unido y que la hora del encuentro había llegado."
Fragmentos de la novela de Ernesto Sábato, "El túnel".
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