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lunes, 10 de agosto de 2015

La danza del olvido

Me he vuelto a perder. Creía que ya tenía el camino marcado, que había alguien al final. Pero al hablar el eco es el único que devuelve las palabras. Es una persona extraña, ¿sabéis? A veces, baja del cielo y habla conmigo, y me dice que todo irá bien, que no hay más senda que aquella por la que se pelea para poder recorrerla, que al final estará ella y que se podrán abrir las puertas. Esas que se encontraban cerradas a cal y canto del mundo exterior.

Pero entonces, sucede que todo era una ilusión. Y comienza a llover, fuerte, muy fuerte. Y bajo la luz de una solitaria farola en el camino abandonado, el corazón se escucha más que el golpeteo del agua contra los charcos. Y sucede que esbozas una sonrisa. Es una lucha que lleva librándose desde hace tiempo, en la que nadie pierde, nadie gana nada. Solo se sigue avanzando, de un punto a otro, sin rozarse, sin saber ningún dato más del habitual.

Dos personas condenadas a buscarse, sin encontrarse nunca. Quizá ni siquiera es una condena. Se sentía igual que una recta paralela, corriendo, eterna, sin toparse jamás con el punto que quería. Y es que las matemáticas son tan frías como el brillo de sus ojos. Un niño travieso al que le dan un manotazo cuando quiere coger galletas antes de la hora de la comida. Así estaba yo. Me perdería en otras constelaciones, e infinitas líneas me atravesarían de lado a lado, más nunca aquella que viaja al lado, y que comparte temores e ilusiones.

El sabor salado se mezcla con el dulce en mis labios, dejándome un regusto extraño. No sé por qué tenía que llover. Estar empapado no ayuda. La humedad de alrededor es caliente, y crea una neblina asfixiante. Y entonces la veo. Viene hacia mí con un vestido blanco, que debido a la lluvia se queda muy pegado en su piel.

- Te puedo conceder un baile. Solo uno. Y entonces te darás cuenta de que el ritmo que llevamos es distinto. De que tus objetivos son distintos a los míos, aunque en el fondo persigan lo mismo. Tú eres un murmullo que nunca cesa, aunque no te hagas notar, mientras que yo soy una bala. Ruidosa, solo necesito un impacto. Y, después, silencio. Yo soy la oscuridad, y tú piensas que soy la luz, que las tinieblas te rodean. Cuando el único halo de luminosidad es el que tú has ido trazando a lo largo de los días. ¿Qué quieres que te diga? No me convences, pero tampoco vale la pena echar por la borda todo lo que se ha dibujado en el horizonte. Por eso, bailaré contigo, una danza donde la derrota y la victoria se dan la mano. Porque conseguirás tu deseo, y al mismo tiempo lo perderás.

- ¿Y por qué crees que este es mi deseo? - Respondí.
- Porque me acabas de dar la mano.

Microrrelato finalista en I Certamen Literario "Fuente de creación", de Cuponeta Editorial.

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