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domingo, 13 de marzo de 2016

Recuerdos de mi niñez

Dejo el relato ganador de la categoría "Mejor relato guardeño", en el XI Certamen de Relatos Breves "Memorias de Mujer". Espero que os guste.



Aún hoy me acuerdo, después de tantos años. La biblioteca estaba situada por aquel entonces en el edificio de la radio, en la calle Coronada. Yo no tendría más de nueve años, poco más o menos, y, sin compañía, me iba allí por las tardes. Veía a la gente en la puerta, con el balón de fútbol. Sin embargo, me llamaba mucho más perderme entre los libros.

- Hoy has llegado más tarde de lo normal, ¿qué has estado haciendo?- Me sonrió la bibliotecaria.
- Tenía algunos deberes y hasta que no los acabase no podía bajar.- Respondí.
- Muy bien. ¿Qué vas a leer hoy?
- No lo sé. Ahora después me decido.

Se acercaba el verano. En el suelo se veían hormigas correteando, aunque a mí no me importaba demasiado. Fui a la sección infantil y cogí un libro sobre Toy Story, con la tapa gruesa, de color azul, y me senté a leerlo.

No lo notaba entonces, pero allí siempre estábamos nosotros dos, y raramente alguien más. Seba y yo. Yo y Seba. ¿Se sentiría sola? Aquel lugar te absorbía. Solitario, silencioso, y, echando la vista atrás, algo desolador.
No percibía los cambios. Yo no sabía que aquella persona con la que compartía tantos días, que era una amiga desconocida y alegre, pudiera estar luchando por dentro. Ni se me ocurría pensar que estuviese enferma. Entre otras cosas porque sabía disimularlo bien, y yo sólo era un niño inocente con el único ansia de acabar un libro tras otro.

- Hoy me iré antes otra vez, van a ir a mi casa, porque quiero cambiar los muebles y tengo que estar allí. No pasa nada, ¿verdad? - Inquirió, con su sonrisa de siempre.

- No. No pasa nada.

¿Qué iba a responderle? Ella mandaba. Aquella situación se daba varias veces, no era la única. Aunque claro, yo no me percataba de nada inusual. Después me daría cuenta de que en realidad, esos días, tenía que ir al médico, y, para no preocuparme, me contaba lo de los muebles.
¿En qué pensaría ella? Se quedaba sentada en su lugar de trabajo, y escribía. De vez en cuando levantaba la cabeza para observarme. ¿Supuse algún cambio en su día a día? Son muchas preguntas las que surgen y que nunca serán respondidas. La niebla de los recuerdos es espesa, aunque aún pueda ver algo a través de la ventana en mi memoria.

No puedo sino sentir admiración por una persona que, en realidad, apenas conocía, a pesar del montón de horas que pasábamos juntos en la misma habitación. Porque ella podía haber hecho otras cosas. No sé, darse la buena vida. Hacer una locura. Y, sin embargo, siguió haciendo su vida normalmente. Le abría las puertas de numerosos mundos a aquel niño que apenas sabía nada de lo que le rodeaba, y tapaba los agujeros oscuros de la realidad. Sabía disimular los horrores y blindaba la imaginación con su sonrisa. Seba y su sonrisa. Quizá fuese un poco triste cuando pienso en perspectiva, pero era bastante cálida. Sobre todo para alguien que solía estar con un rostro serio en su trabajo. Todavía hoy me gusta pensar que ella sí me conocía, que intuía lo que podía gustarle a aquel niño que iba allí a hacerle compañía. Y que disfrutaba con ello.

La biblioteca era una zona aislada de lo que ocurría fuera. Una especie de cámara hermética en la que no transcurrían las horas, y el único espacio existente era aquella sala, tal es el poder de las palabras. Todo lo que allí se respiraba era una condensación de las eras. Estabas a mano con cualquier año. Vestigios de otras épocas, personajes que nunca existieron y que retoman vida durante unas horas. Animales hablando, poniendo boca abajo las limitaciones propias de lo real. No importa qué, en un papel la extensión de la mente es infinita. Quizá por eso Seba seguía yendo allí. Quizá necesitaba apartarse de todo, y, entre aquellas cuatro paredes, encontraba el respiro y el olvido necesarios. Nunca lo sabré. Porque ella me mostró con una mano el universo de la inocencia, mientras que, con la otra, hacía que me adentrase en el espejo laberíntico de los libros. Podría pensar que me engañaba, para protegerme del afilado cuchillo de la vida, pero, al mismo tiempo, me contaba la verdad. Ninguna de sus alegrías esporádicas eran mentira. Ni tampoco lo era aquel lazo que nunca supe ver, el que une a dos extraños que aman las letras.

Quizá lo más curioso de todo es, que si hoy pudiese volver atrás y ser aquel niño de antaño, no le haría ninguna pregunta, ni buscaría desentrañar sus pensamientos. Sólo le diría una palabra. Una sola.

<<Gracias>>

jueves, 10 de marzo de 2016

Cerbero a las puertas de Europa

¿Tú también has escuchado ese enorme 'crack'? Sí, ese del que todos hablan: El de la caída del mito europeo.

Y es que en los últimos meses venimos asistiendo a un espectáculo lamentable respecto a la situación de los refugiados. Porque no es sólo Aylan Kurdi, el niño que murió ahogado en la costa de Kos. Son miles como él.

Ahora mismo, en Turquía, una masa ingente de personas aguarda en tiendas de campañas, en terrenos que recuerdan a aquellas zonas mortalmente húmedas donde se excavaban trincheras durante la Primera Guerra Mundial. El famoso "pie de trinchera" que tanto dolor de cabeza causaba. Con la diferencia de que ésta guerra se libra contra el frío, la desesperación, y, en los últimos días, contra las serpientes que se asoman a esta zona.

No son soldados, aunque seguro que sí son guerreros. Ellos escaparon de un país en guerra, dejándolo todo atrás. Si por ellos fuera no estarían a las puertas de Europa. ¿Dónde está ahora la modernidad? ¿Por qué para unas cosas estamos en la vanguardia y en otras, como en ésta, no lo estamos?

El artículo europeo número 14 dice: "En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en otros países". ¿No es acaso suficiente persecución ver caer bombas cada día cerca de tu casa o en la misma?

¿Es tan mala la memoria histórica que nos impide ver que nosotros fuímos ellos alguna vez? Pues parece que sí, porque además pagamos 3.000 millones a Turquía para que sea el Cerbero de Europa. Un enorme perro de tres cabezas: La de la humillación, la del miedo, y, en el centro, la de la vergüenza.

No sé si habrás escuchado el 'crack', lo que parece seguro es que los dirigentes europeos no sólo no lo han oído, sino que además se han tapado los ojos.

Publicado en: http://www.elperiodico.com/es/entre-todos/participacion/turquia-cerbero-las-puertas-europa-59269



jueves, 3 de marzo de 2016

Tartas en el aire

Desconozco el día en que lo conocí. Mis primeros recuerdos son la puerta metálica que hace de valla en las casas, abriéndose. Y, en una habitación, sobre una repisa descansaban coches de tamaño mediano. No hay nada más en mi memoria.

Serían bastantes años después cuando empezaríamos a tener una proximidad que, sobre las bases de una forma de entender la sociedad, y con intereses comunes, irían acercándonos. Dos personas, que, a pesar de haber estado en dos contextos diferentes, por la edad, quizá hubiesen congeniado aún más de haber estado en el mismo entorno educativo.

Decía Emile Hirsch en la película Into the wild que la felicidad sólo es real cuando es compartida, y quizá éste sea uno de esos casos. Si bien es cierto que ninguno ha ocupado el epicentro en la vida del otro, y, ni tan siquiera se ha alcanzado un grado de cercanía máxima. No obstante, uno tiende a recordar a aquellas personas que pasaron por su vida, o que todavía continúan, y, sobre todo, los cambios que produjeron.

Sé que él hoy no cumplirá sus sueños al soplar las velas, ni sus ansias de solidaridad cubrirán los corazones de la gente como polvo que arrastra el desierto. Pero sí sé que estará dando un paso más, a convertirse en lo que siempre quiso, a pesar de este ruedo ibérico que rodea nuestro día a día.

Y a veces, sólo a veces, encontrarás que el amor es el último bastión donde agarrarse si todo se desmorona. No hablo del sexual, que tiene un plano distinto, sino de aquel que puedan brindarte otras personas. Y, quizá, ese sea mejor presente que cualquier objeto.

Muchas felicidades Juan Francisco :33




Palabras clave: Amor, solidaridad y felicidad.