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jueves, 12 de mayo de 2016

Temblores

Se ha roto el fino equilibrio que mantenía las mareas a salvo, ahora el agua lo inunda todo. Existen tsunamis creados por la apatía que derriban convicciones enteras. La esperanza, nadando en el barro, intentará ser la última superviviente de un naufragio mortal.

No existen refugios, y las palabras no envuelven como antes. Todo pierde su fuerza. Siempre pisando sin saber cuál es el camino. Se desgarran las emociones, y jamás existieron cicatrices. La humanidad camina, y yo me dejo caer sobre montañas de universos rotos, como mi cabeza.

Que venga la lluvia, que caiga la noche sobre mis ojos. Borré de mis ojos los colores del arcoiris y coloqué el sepia de las películas de terror. Así da menos miedo la realidad. Y sé que correrán las partículas a juntarse, pero yo nunca lo haré.

Temblores. A veces quisiera que fuese el frío, o una extraña enfermedad que me nubla los sentidos. Aunque no es otra cosa que la vida que habita tras estas manos. Lo que se escapa y que nunca tendré.

Unos dedos que entrelacen los míos.


https://youtu.be/w2mKRjPHUNg

sábado, 7 de mayo de 2016

Follow your heart

Nunca supe cambiar la dirección del viento, ni la frecuencia de las mareas. Una mano sola no basta para derribar un siglo, aunque una palabra sí puede transformar una vida. Al final, somos pequeños peones dentro de un grano de arena, y es ahí donde podemos movernos.

Sé que mis impactos son leves, aunque mis lazos abarquen kilómetros. Sin embargo, la rueda ya ha comenzado a girar, y no parece que algo vaya a detenerla. Ambos comenzamos a construir puntas sobre la madera del tejo. Y tal vez terminemos siendo una extensión del otro, una bola de fuego que no arde ni se consume.

No puedo modificar mucho, eso también lo he aprendido. Pero si tus ojos quieren ver los míos, los encontrarás en cada reflejo. Si crees que tu piel puede encontrar un hogar en la mía, sentirás mis dedos rozarte en cada brisa. Y no hay peores lágrimas que aquellas que no pueden ser borradas, ni peor prisión que una tristeza a la que ningún acto hace mella.

A veces desearía estar y no permanecer, humedecer el estado de unos labios que jamás se han tocado; pues por todos es sabido que la belleza que eclipsa no es igual a la que enamora. Pero cuidado, cada ladrillo que se coloque en esta dirección nunca podrá volver a su lugar original.

Yo lucharé, asentándome en todos esos rincones vacíos que amenazan con ocupar días enteros. Y la victoria llegará, sólo si tú lanzas la primera piedra. Un punto de no retorno es eso: una nueva etapa en la que eliges entrar, bloqueando otras del pasado.

Ya sabrás que tus huellas caminan por los valles de mi mente, y espero que algo de mí se haya impregnado en tu alegría, haber matado alguna vez la eunoia que te destroza.
Ahora, quizá, si nos robamos el aliento, tendremos una flecha que atraviese el corazón de lado a lado.

De nosotros depende que, al tocarla, no se desangre.

https://youtu.be/rW8biWyQKUY

sábado, 30 de abril de 2016

Un nuevo amanecer

La alegría se escapa como el agua que recogen mis manos; quizá soy un recipiente inadecuado. Tras la cortina se ven los ojos que observan y vigilan; y, al igual que semillas en el granero, guardo las palabras que no pueden ser olvidadas.

No soy fuerte, nada lo es. Hasta la imponente montaña se vuelve cañón. Hasta la roca más poderosa torna en arenilla, horadada por el agua y el viento. Las corazas sólo son monstruos que detienen bestias; un enemigo que abate posibles peligros. Y eso no sirve. La espada del doble filo es sangrienta a más no poder. ¿Dónde he dejado tiradas mis viejas ilusiones?

Espero un mes que se aproxima, largo como los días y corto como la vida. Entre la maleza del recuerdo existe una mujer que peleó y que aún se corta; y allí donde los caminos se rompieron supimos mantener un pie al lado de la línea.

Rodeados de paraísos perdidos seguimos pisando la misma tierra que juramos defender, y las olas que derriben el barco serán las últimas. Tal vez se convierta en una armadura si mi cuerpo es su espada; en el filo del olvido necesitamos la voz de la llama.

Voy en su busca, y quiero pensar que yo soy buscado; entre los pasos que avanzan y los que retroceden hay un trecho. Puedo entregar más de lo que hay en los muros y la tinta; y a cada dicha responderé con otra mayor. Pero si mis manos tocan ceniza y mis labios besan cristales, entonces me ahogaré en otros mares. Y no arrastraré a nadie a las profundidades.

El arcoiris nunca refleja el negro de tus ojos.


https://youtu.be/XbthRHKOuo8

viernes, 8 de abril de 2016

Aún permanezco

He cambiado los muñecos de la fortuna por una senda que sigue en línea recta, un paisaje que, si bien cambia, no muestra nada diferente. Si llueve, abro un paraguas; si hace sol, voy ligero de ropa. Nada me detiene, ni tampoco yo detengo a nadie en el camino.

Aprendo cosas, pero una termita carcome el nido, pues la sensación de que otras posibles situaciones proporcionan un abanico más amplio de experiencias inunda el suelo. No me pierdo en otros ojos. Ningún faro ilumina los míos. Los personajes cumplen su función fuera de las fronteras que ya he dejado de defender, ante la triste situación de aridez que pueblan los dominios interiores.

Giran y giran los cambios alrededor de un cuerpo que no avanza, ni se detiene. Y volveré a notar en la piel unas órbitas que atraen a la vez que rechazan, donde las emociones un día florecieron y fueron aplastadas por el zapato del miedo.

No me siento solo, es cierto, a pesar de que la soledad vigila la puerta y duerme en mi cama. Sigo construyendo mis murallas, dejando de lado aquellos gigantes con pies de barro que se rompían al poco de echar a andar. Sé lo que busco, pero no lo encuentro. También sé que dejar de buscar no sirve, porque nada cae del cielo, salvo, tal vez, el agua.

Habrá que aprovechar aquello que nos mantiene a salvo.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Otro año más

Ya llega otro papel
que se quema,
y no me reconocieron
mis huidizos ojos.

Acabé con todo lo
que crecía a mi lado,
lo siento por eso,
soy asesino redentor.

Tal vez se cierre 
por siempre un ciclo,
y comience la nada,
buscando un camino.

Tal vez permanezca
girando la rueda,
y las ilusiones
se vuelvan reales.

Sólo sé que luché
como lucha un ruiseñor,
cantando a través
de las heridas.

Sólo sé que di hasta
el último rincón
de mis emociones,
aunque no como quería.

Y me quise acercar
a otras sombras,
de verdad que sí,
pero nunca lo conseguí.

Y me quise olvidar
del fuego que abrasa,
del frío que quema,
del agua que ahoga.

Y me quise olvidar
de tus labios imposibles,
de tus manos lejanas,
de tu figura desconocida.

Y es como querer hundir
el cielo que se alza,
aún cuando cierras
todas las ventanas.

No soy sin ti, y tú sin mí eres,
dos círculos girando
sobre lo mismo, cada año,
un eterno retorno desolador.

Ahora aguardaré por
un último soplo de aire,
y si no llega, me iré,
allí donde nunca estuve.


Feliz 2016 a tod@s :)


domingo, 13 de diciembre de 2015

Sigue brillando

No caigas ni desfallezcas,
aunque tu cruz esté
toda pintada de rojo,
aunque tus ojos vean
alfileres formando suelo.

No dejes que el fantasma
de las páginas pasadas
imprima su rostro en el tuyo.

Que el aguijón del pesar
se quiebre contra tu piel,
no cambies de forma, no,
sigue siendo diamante.

¿Cómo puedes pensar
siquiera en apagarte,
si eres la luz que mueve
la pluma del indeciso?

Toma, cógela si quieres,
una mano que no está,
una sonrisa que no se ve,
el rayo que no cesa.

Ya lo sé, lo malo de soplar
sobre las cenizas es
que recuerdas el olor,
que recuerdas el fuego.

Pero no te entregues al agujero
negro del vacío, quiere devorarte
pero no es el único, seguro,
hay más piezas en el tablero.

No sueltes el escudo aunque
se quiebre tu espada,
a veces los procesos no pueden
ir todo lo rápido que debieran.

Toma, cógelo si quieres,
un abrazo que no toca,
una mirada que no atraviesa,
el beso que nunca te di. 

Pero no te quedes atrapada,
los cementerios de barcos
ya tienen muchos efectivos,
y tú eres el mar en calma.

Y tú no lo sabes, pero vendrá
el día en que alces la vista
al cielo y descubras que
ya estaba despejado.

Hasta entonces, te digo,
aunque la sal cubra el espejo,
aunque el tiempo cercene,
dispara tu risa y haz al dolor
que se ahogue y truene.

Para la M que me refugia en Bukowski

Movimientos invisibles

- Creo que te está costando llenar de flores el desierto.

- ¿Por qué?

- A veces escucho los gemidos que trae el eco. Veo la intención, eso sí. Observo a los gigantes de hierba redoblar sus esfuerzos en la zona árida. ¿Crees que debes hacer esto sola?

- Sí. Es un proceso personal.

- Aunque en realidad sabes que la ayuda no siempre es directa, ¿no es así? Que hay cosas que te condicionan a dar esos pasos. Aunque todo dependa de ti.

- Claro. No vivimos aislados de todo. Siempre algo influye.

- Llevas en este bosque tiempo suficiente, y creo que no has sido capaz de verlo por completo.

- ¿A qué te refieres?

- Hay arañas que tejen planes, hormigas que almacenan información; el movimiento es constante, pero silencioso. Grandes proyectos se crean entre estos árboles, gracias a ti; aunque tú no puedas ver aquello que el bosque esconde. Te puedo asegurar que el día menos pensado, el velo caerá de tus ojos y verás lo que había estado haciéndose. Y cuando los refuerzos lleguen a tu puerta no podrás rechazarlos, aunque quieras escapar sola del infierno. ¿O de verdad creías que sólo me limito a observar, como si fuese de un bloque de hielo?

https://youtu.be/MS6ffDHYGZM

domingo, 1 de noviembre de 2015

Tragicomedia

Hay silencios que te muestran campos vacíos sobre tus pies, un lejano rumor que ensordece todas las demás voces. Imponente, carcome todo lo que existe, y te muestra la dureza del frío; una coraza hueca, cuando todas las flechas resbalaban ante otros invasores.

Hay silencios que muestran más que las palabras; crudos, ponzoñosos. Te enseñan que hay un límite en tus pasos, que a tu alrededor sólo puede crecer un brote, nada más.

Hay silencios que desangran, pues al filo de la navaja corta todo, incluso cuando sabes que se apagaron las luces.

Y es que los brazos abarcan mucho, aunque las manos no sientan calor. Perdí mi lugar, no el propósito; como un teatrillo itinerante que no se detiene en ningún sitio pero sabe cuál es su función.

No me reconozco en los ojos de la multitud; siendo sin ser parte de nada, participando con un rol de tercera, ya ni siquiera aspiro a ser protagonista en esta obra macabra.

Y no hay ningún sitio para mí allá afuera, donde la careta del personaje es horrible; y sus gustos, exigentes. Tal vez, algún día, se logre finalizar bien esta tragicomedia.

jueves, 22 de octubre de 2015

La musa

El silencio se desborda en el dique, con palabras que apuntalan la gravedad. Una venda en mis ojos, eso es lo que veo. Acaso las balas me golpean cuando no van dirigidas a mí. Tal vez el sonido se propaga en otra dirección y yo lo capto.

No soy un eje como tú, eso es cierto, tras de mí sólo gira el tiempo, lento e implacable. Busqué refugio en los lugares más inciertos, así de seguro puedo llegar a ser. ¿Qué hay en tu cabeza? ¿Hay disponible una estancia para mí o solamente el sonido de mi irritante timbre?

Locura, locura en las palmas de mis manos. Nunca el deseo tan lejano en la cercanía. ¿Qué puedo esperar? Máscaras más hermosas se han visto, disfraces más elegantes se han dispuesto. Sólo doy un regalo que no será devuelto, una ilusión jamás proyectada en mis pupilas.

La ruleta rusa ríe y me señala. "Tú", "tú", "tú" como única compañía. Otra hiel sabrá amarga; otras manos, ásperas; otras sonrisas, muecas; olvida la dicha que te den otros cuerpos, ninguno es el que buscas; quédate con la alegría, la impronta, nada más. Sólo lo que nunca alcanzas será tu culmen, el temblor del gozo, más, descártalo, pues sólo te saludará su alma.

"Será tu musa", susurra, "una musa que te rehuye y te observa, que participa aún con un rastro de temor; una musa que te rehace mientras buscas hacer algo con ella. Nada más cristalino que lo imposible".

Y ahí está, una M que me desgrana, aún cuando otras letras buscan entrar; la M que crea y cuyos ecos llegan a mis dedos, dibujando algo que quizá sólo ella y yo comprendemos, porque nada es casual y toda construcción tiene un por qué.

Y ahí está, conociendo lo que le muestro, y mostrando lo que quiere que conozca. Nada más.

lunes, 12 de octubre de 2015

Estrellas

- ¿Por qué te quedas aquí por la noche?

- Me gusta ver las estrellas que se ven desde este lugar. De allí adonde vengo no puedo verlas.

Ambos están sentados. Es noche cerrada. Sólo se ven estrellas en el cielo.

- ¿Y por qué te gustan?

- Antes creía que me gustaban por ser bonitas. Pero hay algo más. Levanta un brazo, todo lo alto que puedas. ¿A que no puedes siquiera soñar con tocarlas? Un espectáculo tan bello, una luz tan profunda, fuera del alcance. Quizá sea eso lo que me atrae. Lo imposible que parece llegar hasta ellas. A veces me gustaría ser aire, ¿sabes? Para tocar aquello que no puedo acariciar, para sentir todo aquello que no puedo sublimar.

- Parece bonito, pero a la vez aterrador. Pensar que es algo que no puedes conseguir por mucho que lo intentes...

- En cierto modo tienes razón. Yo una vez vi dos estrellas que pasaron muy cerca de mí, y, a pesar de la cercanía, sólo era posible soñar con ellas. Nada más.

- ¿Qué estrellas eran esas?

- Me están mirando ahora mismo.

https://youtu.be/oE4XWJj_KHU

martes, 18 de agosto de 2015

El abismo

- ¡Eh! ¿Sabes lo que ha pasado? ¿Por qué estamos solo nosotros dos aquí?
- No lo sé. ¿Sabes tú por qué se ha abierto la tierra haciendo una brecha insalvable entre nosotros?
- Ni idea. Ya he estado más veces aquí. Pero siempre estaba yo solo. Sé quién eres. Te he visto en algunas ocasiones desde aquí. Estabas allí, más abajo. Cuando encendías la luz de tu ventana, entonces te observaba.
- ¿Eso hacías? ¿Y por qué no bajabas? Eso asusta, ¿sabes?
- Lo desconozco. Supongo que no quería molestarte. En realidad soy inofensivo. Tampoco entiendo por qué ahora que estás frente a mí, no podemos cruzar al otro lado.

Silencio. Es noche cerrada, y el frío inunda el valle. Una brisa gélida, un aullido mortal.

- Yo a veces también te veía, ¿sabes? Me preguntaba qué hacías allí arriba, tan solo, en lo alto de la colina. Ahora ya lo entiendo. Solo un poco.
- Eso sí me sorprende. No creía que te fijases siquiera en mí. Dime, ¿por qué has subido hoy?
- Me apetecía ver las estrellas. Allí abajo no se ven, ¿sabes?
- Eso es porque no te has mirado al espejo.
- ¿Qué? ¿Qué quieres decir?
- Nada. ¿Aún no se te ocurre por qué estamos así?

Pausa. Los dos empiezan a sentir frío. No se ve la luna, pero las estrellas invaden el firmamento.

- No estoy segura. Quizá sea porque el miedo ha controlado el valle, ¿no crees? Ni siquiera debería estar hablando contigo. Esto no está bien, no. No debo. No sé por qué sigues aquí. Ya tendrías que haberte ido. ¿Por qué te has quedado? - Musitó, con los ojos húmedos.

- Ya me acuerdo. Creo que fueron mis ganas por bajar lo que abrió las entrañas de la tierra. ¿Dices que fue el miedo? Puede ser también... No recordaba muchas cosas después del choque. Yo... Yo no puedo irme. Aunque no pueda tocarte, o hablarte. Demasiado bonito me parece ya el que estés ahí manteniendo unas palabras conmigo.

- No te entiendo. No te entiendo. No es normal. Esto no es normal, no... Si ni siquiera sabes cómo soy... Quizá esto que se ha formado es para que reflexiones y cambies de parecer. Sí, puede ser eso. Tomar distancia arreglará esta locura que has creado.

- ¿No piensas que es un poco contradictorio? Tú siempre has estado abajo, y yo aquí, en la colina. ¿Qué distancia? ¿Acaso suponen una diferencia unos metros más? Siempre hemos estado así. Sin tocar las yemas de los dedos de la otra persona. Seguramente sea mi culpa, no lo niego, pero este abismo no puede cambiar nada. Acaso apuntale la soledad y apague estrellas del cielo. Nada más. No silenciará tu voz. No apagará tus ojos.- Contestó, con un deje de tristeza en la mirada.

https://youtu.be/O0HQ6-Czb3U




domingo, 16 de agosto de 2015

La tristeza en sus ojos

- ¿Por qué no te gusta la playa? - Preguntó, extrañada.

Se quedó en silencio un rato, y, al fin, contestó.

- Llevo mucho tiempo viendo el mar. Unas torres de agua gigantescas que me buscan y me ahogan siempre. Y por la noche es peor, mucho peor. Miro al horizonte y, aunque hay un faro luminoso, todos los barcos se hunden ante mi mirada. Escucho las voces, los gritos, y no puedo hacer nada. Es todo precioso, lo sé. Esa vista. El sonido de las olas chocando en la orilla. Pero yo, me desespero.

- ¿Pero qué dices? ¿Cuando has ido tú al mar?

- No hace falta que vaya a ningún sitio. Lo veo en tus ojos. 

Microrrelato seleccionado en el concurso "Tema Libre II", de Letras con Arte.

lunes, 10 de agosto de 2015

La danza del olvido

Me he vuelto a perder. Creía que ya tenía el camino marcado, que había alguien al final. Pero al hablar el eco es el único que devuelve las palabras. Es una persona extraña, ¿sabéis? A veces, baja del cielo y habla conmigo, y me dice que todo irá bien, que no hay más senda que aquella por la que se pelea para poder recorrerla, que al final estará ella y que se podrán abrir las puertas. Esas que se encontraban cerradas a cal y canto del mundo exterior.

Pero entonces, sucede que todo era una ilusión. Y comienza a llover, fuerte, muy fuerte. Y bajo la luz de una solitaria farola en el camino abandonado, el corazón se escucha más que el golpeteo del agua contra los charcos. Y sucede que esbozas una sonrisa. Es una lucha que lleva librándose desde hace tiempo, en la que nadie pierde, nadie gana nada. Solo se sigue avanzando, de un punto a otro, sin rozarse, sin saber ningún dato más del habitual.

Dos personas condenadas a buscarse, sin encontrarse nunca. Quizá ni siquiera es una condena. Se sentía igual que una recta paralela, corriendo, eterna, sin toparse jamás con el punto que quería. Y es que las matemáticas son tan frías como el brillo de sus ojos. Un niño travieso al que le dan un manotazo cuando quiere coger galletas antes de la hora de la comida. Así estaba yo. Me perdería en otras constelaciones, e infinitas líneas me atravesarían de lado a lado, más nunca aquella que viaja al lado, y que comparte temores e ilusiones.

El sabor salado se mezcla con el dulce en mis labios, dejándome un regusto extraño. No sé por qué tenía que llover. Estar empapado no ayuda. La humedad de alrededor es caliente, y crea una neblina asfixiante. Y entonces la veo. Viene hacia mí con un vestido blanco, que debido a la lluvia se queda muy pegado en su piel.

- Te puedo conceder un baile. Solo uno. Y entonces te darás cuenta de que el ritmo que llevamos es distinto. De que tus objetivos son distintos a los míos, aunque en el fondo persigan lo mismo. Tú eres un murmullo que nunca cesa, aunque no te hagas notar, mientras que yo soy una bala. Ruidosa, solo necesito un impacto. Y, después, silencio. Yo soy la oscuridad, y tú piensas que soy la luz, que las tinieblas te rodean. Cuando el único halo de luminosidad es el que tú has ido trazando a lo largo de los días. ¿Qué quieres que te diga? No me convences, pero tampoco vale la pena echar por la borda todo lo que se ha dibujado en el horizonte. Por eso, bailaré contigo, una danza donde la derrota y la victoria se dan la mano. Porque conseguirás tu deseo, y al mismo tiempo lo perderás.

- ¿Y por qué crees que este es mi deseo? - Respondí.
- Porque me acabas de dar la mano.

Microrrelato finalista en I Certamen Literario "Fuente de creación", de Cuponeta Editorial.

lunes, 27 de julio de 2015

La fortaleza

- Eso que cuentas es muy extraño.- Replicó.- Me niego a creer que te muevas entre esos dos polos tan extremos.

- Que sea extraño no quita que sea verdad.- Respondí.- Es como haber estado rodeado de enormes murallas durante muchos años. Fosos, arqueros preparados en las almenas. Todo un ejército bien pertrechado para largos períodos de asedios. Nadie se atreve a entrar. Nadie intenta cruzar el puente. Y, quien lo hace, termina siendo expulsado poco a poco de mis dominios. No me gustan los caballos de Troya. Un abrazo con la soledad, eso es lo que había. Voluntario, agradable. Solo las conexiones de rigor. El saludo educado. El mar de palabras que dice mucho pero que cuenta poco. Había incluso momentos en los que rehuir de la gente era necesario. No siempre, claro. Solo cuando había objetivos concretos y no quería distracciones. Sí, eso es. Rehuía de esas distracciones. No me malinterpretes, en realidad soy extrovertido, aunque si no hay un tema que encaje conmigo, solo gobierna la parquedad. Por eso parezco tan tímido. Tan huraño. A veces no es lo que eres, sino lo que tu alrededor hace de ti. Aunque no importa. Uno se adapta. Fluye por el agua, por pútrida que sea, y se moldea. O perece.

- Hasta ahí bien. Puede ser raro, pero no es increíble. El problema viene cuando me cuentas que todo eso se difumina, se pierde. Se voltea por completo, a causa de una persona que apenas conoces, como si un huracán pudiese llevar al traste todo lo que eres y has sido. ¿Cómo esperas que piense que ese pensamiento es serio?

- ¿Y qué quieres que haga? Ella no era un caballo de Troya. Ni siquiera pasó del puente. Y entonces todo se vino abajo. Con una mirada.

- ¿Con una mirada? ¡Já! Eso no raspa ni la pintura de las almenas.

- No era solo eso. Tiró una piedra al río. Y algo de ella vino a mí a través de las ondas. Un reflejo, una mera sombra de lo que era ella. Y eso bastaba. No era suficiente, pero bastaba. Y toda defensa caía. Siendo sincero, no toda, pero sí la mayor parte. Entonces le contaba cosas que no le contaba a nadie. Le mandaba mensajeros. Ponía todos los esfuerzos en hacer algo alrededor de su figura. De construir dentro algún edificio que no fuese solo para militares o pensadores. Todo se abría, como si fuese algo natural, igual que un chorro de agua al accionar el grifo.

- ¿Y qué ocurrió? - Inquirió, interesado, sin recordar que hace nada había dicho que eso era imposible.

- No lo sé.- Musité.

https://youtu.be/fAgPPoPBXQg

martes, 21 de julio de 2015

Cicatrices

- ¿Y ésta? ¿Donde te la hiciste?

Ella no pudo evitar escuchar la conversación que se daba a pocos pasos. Era la noche del Windest End, y había ido al bosque cercano para ver el espectáculo de las luciérnagas. Se había colocado en un árbol caído, en un lugar apartado, pero claro, al ir mucha gente, era inevitable el escenario.

- Ah, esa fue durante el asalto a la fortaleza de Lemer. La flecha me pasó rozando, por poco no la diño.
- Tienes mucha suerte. Estás todo lleno de señales y estás vivo, aquí, hablando con nosotros. Brindo por eso.

Se escuchó el tintineo de unas jarras. Con seguridad se trataría de cerveza.

- Dicen que el ejército de los grises se aproxima. ¿Qué opináis de eso?
- Que vengan, que vengan. ¿Qué son unas heridas más?
- Te envidio, con todo lo que has pasado y sigues con ganas de pelear. Eres muy fuerte.
- Bueno, bueno, no te preocupes, algún día llegarás a parecerte a mí, si dejas de estar escuchimizao'.
- Qué humilde eres.

Risas.

Ya no pudo aguantar más. Se levantó del tronco y se acercó a los desconocidos.

- No sabéis de lo que habláis. Dejad de decir payasadas. - Dijo la mujer.
- ¿Y quién eres tú para decirnos de qué tenemos que hablar? ¿Acaso además de fisgona tienes que dar órdenes? - Preguntó uno.
- ¿De qué se supone que no hemos de hablar, moza? - Inquirió el de las cicatrices.
- De lo fuerte que eres. De lo mal que lo has pasado. Porque no tienes ni idea.
- 'Amos, ande', pero si ni siquiera tienes cicatriz alguna. Tú sí que no sabes nada.
- Eso, lárgate, que ni pinchas ni cortas aquí.

Las lágrimas aparecieron tímidamente en la cara. Se dió la vuelta y se alejó. En el fondo sabía que no tenía que haberse acercado. Entró al bosque, y, ante el espectáculo de las luciérnagas, sus negros ojos, todavía húmedos, relumbraron en la oscuridad. Entonces murmuró:

- Que vosotros no las veáis no quiere decir que no las tenga. Y acaso sean peores que el roce de una flecha. Las cicatrices que se guardan adentro.


https://youtu.be/2iknSyuTwZ0?list=PLHGgUQ3I6mwArWFKRikzbbU2VGldjcEaW




sábado, 18 de julio de 2015

Ecos en el mar

Me senté en la arena. El agua mojaba la planta de los pies, y el sol se había puesto hacía ya rato. Apenas quedaba gente por la playa.

- ¿Crees que cuando hablamos el sonido se lo llevan las olas y luego lo traen aquí, de vuelta a nuestros pies? Ven, acércate. Sé que estás ahí, aunque no hables. Siéntate. - Dije, de espaldas a la otra persona.

Llevaba una mata de pelo negro que se confundía con el color oscuro que iba tomando el cielo, y una sonrisa tímida que se dibujaba en diversas ocasiones. Se sentó, sin decir nada, y se quedó mirando a las olas.

- Hace tiempo que te vengo observando, y no logro entender cuales son tus propósitos. Dime, ¿de qué sirve que yo hable y tú lo hagas solo a veces? Ni siquiera sé si es por ignorancia, dejadez, o hastío. Intento dar un paso y me doy de bruces contra un muro. Que se supone que no está. Escuchar tu propia voz en el eco muchas veces no es bueno, y te diré por qué. Te recuerda que estás solo. Que sigues solo.

Me detengo un momento. Ya no tiene la vista fija en el horizonte. Me mira a mí. Sus ojos tienen un brillo extraño. ¿Interés? ¿Tristeza? No logro descifrarlo.

- Sé que no es algo nuevo, ¿sabes? Pero cuando te das cuenta, es duro. No por el hecho en sí, sino porque quieres cambiarlo, de una forma especial, y ves que no se puede. Y vuelve a aparecer el muro, que solo se salva con las palomas mensajeras. Y tú, estás ahí, presente, y no haces ninguna señal. Me miras, te miro, y dudamos. Porque el mar es peligroso, y nadie quiere tormentas en un naufragio. ¿Dirás algo esta vez? ¿O me hablarás de nuevo con el silencio?

- El mar... Está hoy precioso. ¿No crees? Quizá salga más tarde a navegar. Y quizá te pida que vengas conmigo.

https://youtu.be/JAruwBxhZoI


domingo, 12 de julio de 2015

Los pájaros

La primera vez que me saludó, recuerdo que el desierto era lo único que se veía. Estaba sentada en la arena, al lado de un cactus enorme, donde se posaban dos pájaros de color azul, cada uno a los extremos de la planta.

Quizá lo extraño no era cómo podían estar en un cactus, piando, sino cómo podía ser posible encontrar unos pájaros así en un terreno tan hostil.

- ¿Te has perdido? - Inquirió, con una mezcla de curiosidad y timidez.- Hace tiempo que no viene nadie por aquí.

- No. El camino me ha traído hasta este lugar, pero no me he perdido. Aún.- Respondí.

Se quedó un rato pensativa, sin saber qué decir.

- ¿Por qué no te sientas aquí un rato? Así puedes descansar.

- De acuerdo.

Me senté a su lado, y nos quedamos en silencio, mirando a los dos pájaros, escuchándolos trinar.

- Ese pájaro azul... Es tuyo, ¿verdad? Vino esta mañana, se puso ahí, en el cactus, y... Y el mío también quiso salir.

- ¿Qué te hace pensar eso?

- Has venido ahora, ¿no? No hay nadie más aquí. Quiero decir... Mira a tu alrededor.  

- ¿Y si así fuese?

- No lo sé. - Contestó, al cabo de un rato.- Como ves, aquí no queda mucho. Ni siquiera hay agua.

Esbocé una sonrisa.

- ¿Te refieres a esto?- Inquirí, abarcando con los brazos los alrededores.- Este sitio, antes no era así. Es cierto que no sé cómo era, pero que así no estaba, de eso estoy seguro. Y este lugar, esta atmósfera, no son permanentes. Puede cambiar.

- ¿Cómo puedes saberlo tú? ¿Cómo puedes demostrar eso?

Me levanté, y le extendí la mano.

- Vamos, te lo diré.

Una vez estuvo conmigo, le señalé su pájaro azul.

- Fíjate en él. ¿Escuchas el sonido? Es un sonido alegre. Mira su pelaje, y su cuerpo. Está sano. El día en que tu pájaro no quiera cantar de ninguna de las maneras, ese día sabrás que el paisaje que haya no puede tranformarse.

La miré a los ojos, y, sin que se lo esperase, la abracé. Fuerte, suave. Y devolvió el abrazo. Ahora los pájaros revoloteaban.

- Y esto, demuestra que el desierto no será permanente.- Le susurré al oído.

Ella no lo veía porque tenía los ojos cerrados, pero de haberlos abiertos, habría visto que, en el suelo, y en un círculo que los rodeaba, había brotado hierba cubierta de rocío, y, en el cactus, de entre las espinas, surgieron flores.

https://youtu.be/-1tppqa62W8


jueves, 2 de julio de 2015

El trapecista en el mar

A veces, la tormenta que hay sobre nuestras cabezas, no es otra cosa que el sol. Los ojos son traicioneros, sí, pero la mente lo es aún más. Y suceden cosas que no sabías que podrían ser reales. Y los mapas que ya estaban dibujados tienes que volver a hacerlos, porque resulta que las fronteras estaban más lejos de lo que imaginabas.

Sobre el puente de las decisiones nos engañamos creyendo que ante los pies solo hay una delgada cuerda, solo apta para los equilibristas. Que más valdría quemarla antes de dar con nuestros huesos en el profundo abismo. Y si no fuese por esa vocecilla que te dice, famélica, "no incendies las salidas, solo toma el camino que, dices, es mejor", entonces lo hubieras echado todo a perder cuando descubres que tu camino era puro cristal resquebrajado.

Y es que, al final, el agua que roza tu rostro no es la del terror de los marineros, sino el rocío de la esperanza.

¿Y la cuerda?, te preguntarás. La cuerda tiene el simple mecanismo de ir despacio, y una mano a la que sujetarse durante el camino. No soy un trapecista, es cierto, pero la cuerda tiene más grosor del que pensaba. 

https://youtu.be/O02HLzlnGxE

miércoles, 1 de julio de 2015

El asesino de obras

Marcos siguió el rastro de la sangre. La herida debía estar en una parte elevada del cuerpo, posiblemente en la cabeza. Lo sabía porque las gotas a esa altura, al caer al suelo, son más grandes que si están abajo. Cosas de la gravedad.

Conociendo esto, supo que el criminal no habría ido muy lejos. Como investigador jefe de la división Fahrenheit, era consciente de la importancia de ese caso. Todo esfuerzo era poco. Y fue allí, en la farola encendida de un sucio callejón, donde lo encontró. Marcos no lo distinguía muy bien desde esa distancia, pero parecía que, efectivamente, el origen de la sangre procedía de la cabeza. La cara, roja de la misma, cansada y macilenta, indicaba que no había muchas esperanzas en aquel individuo. Los ojos, ya sin brillo, observaban fijamente la figura que se acercaba a darle caza.

- No esperaba que fueses a cogerme tan tarde. - Le dijo a Marcos, tosiendo violentamente, con una leve sonrisa.

El agente se acerca al herido.

- Ni yo que te rindieses tan pronto, viejo amigo. Sabes que esto acaba aquí, ¿no? - Contestó el aludido, con un deje de tristeza.

- Sí. Hazlo rápido. Mejor tú que otro.

Un momento de titubeo, y, al fin, el jefe de la división Fahrenheit saca el arma, y apunta a la cabeza. Suena un disparo, expandido su sonido por el eco.

Con lágrimas en los ojos, Marcos apunta en su libreta: "14 de Noviembre a las 12:30 pm. El asesino prófugo ha sido ajusticiado. Delito producido: Eliminar la coma de un fragmento de La Divina Comedia. Pena impuesta originalmente por el tribunal: Tortura ortográfica durante veinte años. Fin del parte policial." 


Microrrelato seleccionado en I Concurso de Historias Cortas "Relatos Policíacos", de Letras con Arte. 

viernes, 15 de mayo de 2015

Carta del rey blanco

Hola María, ¿qué tal estás? Espero que bien.

Ya sé que no hablamos nunca, a pesar de que estamos siempre mirándonos en la distancia. Te escribo desde la otra punta del mundo, y, aún así, alcanzo a verte entre todas esas figuras que buscan entorpecer la visión de la belleza en mis ojos.

Es una pena que tengamos que vivir así, en la retaguardia de dos bandos enfrentados por siempre, con colores opuestos, y que cada vez que pueden se enzarzan en una sangrienta guerra donde tú eres la figura que destaca, brillante, sobre todas las demás. Eres mortífera y silenciosa a la par, y te encanta dejar a tu paso ríos de sangre, enardeciendo tu figura. ¡Si pudiera tan solo besarte antes de que el filo de tu espada pose sus labios sobre mí! Cuán feliz sería, de poder acariciar tu faz oscura, mientras los soldados se quedan blancos de rabia.

Y no, no me importa la gloria, me da igual cazar a tu esposo, mientras tú estés en mis dominios. Que se rompa el equilibrio, ¿qué más da? Si tú y yo podemos voltear el juego durante siglos. Sé que es difícil escapar a la mano que lo domina todo, pero, ¿no vale la pena intentarlo? No quiero creer que estamos condenados a querernos mientras nos quitamos la vida entre nosotros.

Seis cuadrados nos separan, y a mí me cuesta avanzar, pues el universo es inmenso, y está lleno de peligros, pero, ¡es tan fácil para ti alcanzarme! Me tienes al alcance de tu mano, y, aún así, se siente tan lejano...

Lo único que me mantiene en pie son las ganas de estar contigo. No puedo imaginarme cuándo será ese día, de cualquier modo ya me has arrebatado este corazón de madera que late con fuerza bajo mi coraza. Parece fuerte, pero se astilla al menor golpe, sobre todo si son tus palabras las que asestan el sablazo. De todas maneras, me niego a rendirme en esta lucha que mantenemos los dos contra el destino. Me niego a que seas una estrella en el horizonte, imposible de alcanzarse.

Y cuando las hostilidades comiencen, y te tenga aquí a mi lado, podrás decir, sin levantar ningún arma, y con razón: Jaque mate

Porque ese día, ese día seré completamente tuyo, y mi reino entero cambiará de color.