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sábado, 7 de mayo de 2016

Follow your heart

Nunca supe cambiar la dirección del viento, ni la frecuencia de las mareas. Una mano sola no basta para derribar un siglo, aunque una palabra sí puede transformar una vida. Al final, somos pequeños peones dentro de un grano de arena, y es ahí donde podemos movernos.

Sé que mis impactos son leves, aunque mis lazos abarquen kilómetros. Sin embargo, la rueda ya ha comenzado a girar, y no parece que algo vaya a detenerla. Ambos comenzamos a construir puntas sobre la madera del tejo. Y tal vez terminemos siendo una extensión del otro, una bola de fuego que no arde ni se consume.

No puedo modificar mucho, eso también lo he aprendido. Pero si tus ojos quieren ver los míos, los encontrarás en cada reflejo. Si crees que tu piel puede encontrar un hogar en la mía, sentirás mis dedos rozarte en cada brisa. Y no hay peores lágrimas que aquellas que no pueden ser borradas, ni peor prisión que una tristeza a la que ningún acto hace mella.

A veces desearía estar y no permanecer, humedecer el estado de unos labios que jamás se han tocado; pues por todos es sabido que la belleza que eclipsa no es igual a la que enamora. Pero cuidado, cada ladrillo que se coloque en esta dirección nunca podrá volver a su lugar original.

Yo lucharé, asentándome en todos esos rincones vacíos que amenazan con ocupar días enteros. Y la victoria llegará, sólo si tú lanzas la primera piedra. Un punto de no retorno es eso: una nueva etapa en la que eliges entrar, bloqueando otras del pasado.

Ya sabrás que tus huellas caminan por los valles de mi mente, y espero que algo de mí se haya impregnado en tu alegría, haber matado alguna vez la eunoia que te destroza.
Ahora, quizá, si nos robamos el aliento, tendremos una flecha que atraviese el corazón de lado a lado.

De nosotros depende que, al tocarla, no se desangre.

https://youtu.be/rW8biWyQKUY

martes, 24 de noviembre de 2015

Silencio

No encontré más
que una marioneta,
sonriente palidez.


Ni siquiera un
ventrilocuo triunfa
ante tu barrera,
sonriente tristeza.


Ni siquiera el
eco conversa,
amueblada cabeza
que detiene la voz.


Y tus disparos
cercenan fieros,
te escondes bien
tras la muralla.


¡Oh, tremendo alboroto!,
¡oh, tremenda algarabía!,
que tu silencio retumba
y destroza mis tímpanos,
sonriente espejo.


Finalista en Certamen de Poesía "Letras Como Espada", de Letras como Espada.





martes, 17 de noviembre de 2015

Eunoia

Aquí, las profundidades del mar se quedan cortas, aunque falte el aire y apenas se distinga forma de vida alguna. Cada paso me lleva por derroteros equivocados; mientras que cada acierto es flor de un día.

No necesito nieve bajo mis pies; ya paso frío entre las llamas, allí donde arde toda esperanza. Ya arraiga la eunoia en prados que jamás pisaré, allí donde mis manos marchitan lo que sobrevive. Yo mismo he cortado las cuerdas que sujetaban mis puentes.

Quizá pervive un refugio, entre un árbol hueco, tapado con libros, triste ironía. Te lo cambio todo, mis momentos de gloria por un minuto con una sonrisa sincera. Un segundo que aleje las palabras que se arrastran, por un frente sin espejismos.

¿De qué me sirve construir si no puedo ser? Quiero tocar horizontes, sentir las estrellas en mi piel; quizá por eso sólo se cierne una noche sin luz. Los lugares a los que quise ir se marcharon, permanecen estelas en la memoria.

Ya lo ves, no supe controlar nada, ni fuera ni dentro; es un caos impaciente, devorador, igual que mi cabeza.

¿Qué camino recorrer si no hay ninguno?


https://youtu.be/oMEGJ-Jk58Q


lunes, 19 de octubre de 2015

Los monstruos

- ¿Qué le ocurre al bosque? ¿Lo sabes?

- Me temo que sí. Sin quererlo se han escapado pequeños monstruos que guardaba, y ahora pueblan la espesura. Pero tranquila, terminan volviendo.

- ¿Monstruos?

- Sí. La tristeza desgarradora; la soledad aislante; los celos ahogadizos; en fin, todo eso que anida en el fondo del horror de los humanos, aguardando su momento.

- ¿Y por qué se han ido a este bosque? - Inquirió, asustada.

- Les gusta el lugar. Yo no puedo controlarlos.

- Si quieres, yo podría terminar con ellos, por ti.

- ¡Oh! No, no te podría pedir eso. Y, aunque realmente quisieras hacerlo, no te sería posible acabar con todos.

- ¿Y eso por qué? ¿No me crees capaz?

- No. No es eso. Te quedaría un monstruo aún más grande, uno que tú no querrías matar, porque ha terminado formando parte de ti, de una forma u otra.

- ¿Qué... Qué clase de monstruo es ese que me describes?

- Yo mismo. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Una visita inesperada

- No te esperaba hoy. Ha sido una sorpresa. Aunque estés distinta.

- ¿Distinta?

- Oh, no hace falta que me lo digas. Ya te dije que aquí todo cambia cuando vienes. Y algunos árboles se han muerto. Claro que, puede ser la llegada del invierno. Aún así, lo descarto. Ven. Hoy te quedarás más rato, aunque yo no pueda hacer nada para ayudar.

Ella se acerca y se sienta a su lado, sobre un gran tronco tirado en el suelo. Es por la tarde, y el día está en calma.

- Bueno, así que el pasado se te queda pegado igual que una mancha de aceite en la ropa, ¿eh? Veo esa lucha aquí, en la naturaleza. Desconozco los detalles, es cierto, pero aún así veo cosas. Un barquito varado en el río, que intenta seguir su camino y le resulta muy complicado. ¿Te resulta familiar?

Silencio. Una brisa que acaricia el rostro. Se escuchan algunas ramas, agitadas.

- El caso es, que no se te puede reprochar nada por eso, quiero decir... Sigo viniendo, ¿no es así? Aunque es cierto que los dos casos son diferentes. Tú arrastras un dolor que retumba en el bosque. El mío, en cambio, es sólo el eco del rechazo. No se mezcla con las raíces, no contamina el aire. Deja al bosque tranquilo.

- Yo no decido eso.

- Claro que no. ¿Acaso yo sí? Pero tú, tú puedes hacer que aquí nazcan maravillas. Tienes ese poder. Aunque claro, si adormeces el aire con la pena, ¿cómo va una ráfaga a mover el barquito?

- Yo... No sé qué decir. Tú lo ves todo muy claro. Yo no. Algo entra en mi cabeza y hace que de vueltas y vueltas. De un punto a otro. Y otra vez a empezar.

- Ya. Acaso eso sea inevitable. Míranos a nosotros. Siempre tan cerca, intentando escudriñar la mente del otro, y a la vez tan lejos. Nunca un roce, ni un abrazo que calme las tempestades. Y pensar que un beso podría incendiar el bosque... Qué le vamos a hacer. Aquello que no empieza no puede terminar nunca. Tal vez llegue a conocerte cuando los fantasmas sean guillotinados y las gloxinias me devoren la vista. No lo sé. Solo que seguiré viniendo.

- Tal vez hoy sí haya un abrazo.

Pausa.

- ¿Por qué gloxinias?

https://youtu.be/3GqTzn7Hi3U

domingo, 16 de agosto de 2015

La tristeza en sus ojos

- ¿Por qué no te gusta la playa? - Preguntó, extrañada.

Se quedó en silencio un rato, y, al fin, contestó.

- Llevo mucho tiempo viendo el mar. Unas torres de agua gigantescas que me buscan y me ahogan siempre. Y por la noche es peor, mucho peor. Miro al horizonte y, aunque hay un faro luminoso, todos los barcos se hunden ante mi mirada. Escucho las voces, los gritos, y no puedo hacer nada. Es todo precioso, lo sé. Esa vista. El sonido de las olas chocando en la orilla. Pero yo, me desespero.

- ¿Pero qué dices? ¿Cuando has ido tú al mar?

- No hace falta que vaya a ningún sitio. Lo veo en tus ojos. 

Microrrelato seleccionado en el concurso "Tema Libre II", de Letras con Arte.

martes, 21 de julio de 2015

Cicatrices

- ¿Y ésta? ¿Donde te la hiciste?

Ella no pudo evitar escuchar la conversación que se daba a pocos pasos. Era la noche del Windest End, y había ido al bosque cercano para ver el espectáculo de las luciérnagas. Se había colocado en un árbol caído, en un lugar apartado, pero claro, al ir mucha gente, era inevitable el escenario.

- Ah, esa fue durante el asalto a la fortaleza de Lemer. La flecha me pasó rozando, por poco no la diño.
- Tienes mucha suerte. Estás todo lleno de señales y estás vivo, aquí, hablando con nosotros. Brindo por eso.

Se escuchó el tintineo de unas jarras. Con seguridad se trataría de cerveza.

- Dicen que el ejército de los grises se aproxima. ¿Qué opináis de eso?
- Que vengan, que vengan. ¿Qué son unas heridas más?
- Te envidio, con todo lo que has pasado y sigues con ganas de pelear. Eres muy fuerte.
- Bueno, bueno, no te preocupes, algún día llegarás a parecerte a mí, si dejas de estar escuchimizao'.
- Qué humilde eres.

Risas.

Ya no pudo aguantar más. Se levantó del tronco y se acercó a los desconocidos.

- No sabéis de lo que habláis. Dejad de decir payasadas. - Dijo la mujer.
- ¿Y quién eres tú para decirnos de qué tenemos que hablar? ¿Acaso además de fisgona tienes que dar órdenes? - Preguntó uno.
- ¿De qué se supone que no hemos de hablar, moza? - Inquirió el de las cicatrices.
- De lo fuerte que eres. De lo mal que lo has pasado. Porque no tienes ni idea.
- 'Amos, ande', pero si ni siquiera tienes cicatriz alguna. Tú sí que no sabes nada.
- Eso, lárgate, que ni pinchas ni cortas aquí.

Las lágrimas aparecieron tímidamente en la cara. Se dió la vuelta y se alejó. En el fondo sabía que no tenía que haberse acercado. Entró al bosque, y, ante el espectáculo de las luciérnagas, sus negros ojos, todavía húmedos, relumbraron en la oscuridad. Entonces murmuró:

- Que vosotros no las veáis no quiere decir que no las tenga. Y acaso sean peores que el roce de una flecha. Las cicatrices que se guardan adentro.


https://youtu.be/2iknSyuTwZ0?list=PLHGgUQ3I6mwArWFKRikzbbU2VGldjcEaW




lunes, 6 de abril de 2015

¿Por qué seguir?

Hace tiempo que esto se convirtió un monólogo, donde las palabras se perdían igual que ondas en el agua. Las sillas vacías, ¿por qué seguir? Hablo de cosas que nadie entiende, cosas que no pueden ser apenas arañadas por la dureza de su coraza. Todos vemos lo mismo, pero de forma distinta.

Solo se escucha el aplauso que doy cuando hago una pausa entre acto y acto. Un triste plas, plas, que resuena por toda la sala, donde antes se sentaban un par de personas ante la curiosidad del esperpento que estaban a punto de ver.

¿Por qué seguir? La boca seca, las ganas, muertas. Nadie actuando conmigo. Nadie en el escenario, escuchando la voz que sale de mis labios, distorsionada, retumbante, igual que un loco con un amigo imaginario, solo que yo sé que no hay nada ahí.

¿Por qué seguir? Espera, no me lo digas. Porque si no sigo yo, ninguna persona más lo hará. Lo sé. No caminarán tus pasos. No respirarán la misma atmósfera viciada. No recibirán las mismas puñaladas, ni tendrán las mismas cicatrices.

Hay que seguir. Porque aunque estas palabras se pierdan entre un público que nunca ha existido, y el olvido las atrape nada más nacer, tienen una razón de ser.

La de seguir creciendo.

viernes, 13 de marzo de 2015

El desahucio

Escucho las risas afuera, rumores sordos de la calle. No sé qué hacer. El Parkinson domina mis manos, y no me gusta el sabor de la atmósfera.
Un vaso de agua en la mesa, con la pastilla lista. "No sabe mal, un regusto a almendras, y listos". Eso fue lo que dijo, y se marchó. Que se joda. No pienso tomarme eso, antes se lo doy a los peces.

Me sostengo como puedo con la garrota y me tomo las medicinas. No hacen mucho, pero da igual. Me aclaran la mente. Excepto cuando veo a Naranjito por la tele. O a cualquier otro. La bilis me sube por la garganta y me dan ganas de darles a ellos el cianuro. Que se jodan. No me voy a ir. Antes muerto. ¿Adónde voy a ir? Apenas puedo andar, y no puedo hacer nada con las manos. Y, aunque pudiera, no tengo fuerzas ya. Soy un inútil, pero se supone que me he ganado esto. El estar aquí sin hacer nada, sentado, leyendo a Schopenhauer aunque se me canse la vista, y cada vez la tenga peor. No pienso dejar que me echen. Esta es mi casa. Se les llena la boca diciendo mentiras, y mientras tengan ahítos sus bolsillos, les da igual lo demás.

Las lágrimas me arrasan la cara. No sé qué puedo hacer. La carta en la mesa. En dos horas la policía estará en la casa. Que me perdonen por esto. Cojo la cápsula de ácido y me la meto en la boca. Bebo agua. Me siento en la silla. Abro el libro, y leo: "Nuestro mundo civilizado no es más que una mascarada donde se encuentran caballeros, curas, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, pero no son lo que representan, sino solo la máscara, bajo la cual, por regla general, se esconden especuladores de dinero".

Espasmos, sacudidas, temblores, y, al fin, la calma. El libro cae al suelo. La televisión puesta. Una hora para la irrupción del caos.

Que se jodan.

Para Juanra.


Palabras clave: Ácido cianhídrico, Schopenhauer, Naranjito.

martes, 3 de marzo de 2015

Recuerdos

No sé qué le llevó a Martin llevar a cabo aquella acción, yo aún no puedo darme cuenta de nada, aunque lo vi todo, aquel día, en el bosque. Pero si se lo contase a alguien seguramente me hubieran tildado de loco, y el que hoy les escribe para intentar quitar tinieblas del extraño caso acontecido en el Glad Forest hace veinte años, seguramente estaría en el centro de salud mental.

Verán, Martin era un joven maestro de escuela, en aquel agujero en medio de la nada que era mi pueblo. No estaba en medio de la nada, es cierto, porque la ciudad estaba cerca. Pero las mentalidades eran demasiado conservadoras, como suele darse en estos lugares. Yo era un muchacho que aún tenía todo por descubrir, y la fascinación que sentía por mi maestro, me hizo seguirlo a través del bosque. No lograba entender cómo alguien como él, que sabía seis idiomas, y era muy inteligente, hubiera acabado en un sitio como este, cuando seguramente en otros lugares estaría mejor.

El caso es, que aquel día Martin estaba extraño. Caminaba con dificultad, con pesar, y llevaba una mochilita a la espalda. Anduvimos largo rato, y, en el centro del bosque, se detuvo. Había un tronco enorme de un viejo pino que había sido cortado al estar enfermo, y ahí se sentó mi maestro. Abrió la mochila, y sacó un trozo de queso y algo de pan. Debo decir que me dió hambre, pues era ya tarde, y quedaba poco sol en el cielo. Y yo, que era un poco miedica por aquel entonces, dudaba sobre si salir, o quedarme así. Ahora me alegro de haberme quedado escondido, pues lo que voy a revelar, sin duda se os antojará terrorífico.

Una vez hubo terminado de comer, Martin cogió de la mochila un escalpelo, y una foto, en la que aparecía una chica. No sabía quién era, ni nunca lo sabré, porque no supe más que aquello. Entonces, comienza a cantar. No conozco el idioma, pues yo no tenía ni idea de lo que decía. Lo único que sabía era que estaba impregnada de melancolía y de dolor. Era noche cerrada, y yo estaba paralizado de miedo, pues no me esperaba una escena así.

Cuanto más cantaba, más desgarrada era la canción, llegando a incluso a llorar. Yo me aguantaba como podía. Entonces, empezaron a llegar luciérnagas, pues no lejos de allí había un lago donde solían ir. Lo curioso era que todas iban hacia él, y se posaban en su cuerpo. Una vez terminada la canción, cogió el escalpelo, y, con determinación, se rajó el cuello. Rápido. Limpio.

Las luciérnagas se fueron todas, como si aquello fuese un horrible crímen en el estado de la naturaleza. Todas, excepto una. Se quedó en el cuello, llenándose de sangre, y su luz fue haciéndose cada vez más y más intensa, de un rojo increíble, hasta el punto en que pensé que podía llegar a estallar en cualquier momento. Fue entonces cuando llegó lo peor. La luciérnaga se dirigió hacia mí, lenta, pero inexorable, y se posó en mis labios. Ya pueden imaginarme. Ojos abiertos de par en par, a punto de llorar y gritar, conmocionado por lo que acababa de ver. Un espectáculo poco digno de ver, un espectador inoportuno.
Y fue cuando lo escuché. La voz, la maldita voz de Martin. Parecía provenir directamente de aquella luciérnaga endiablada.

- Escucha bien, Aluccard, la lucha que no lleva a nada acaba en derrota, nunca pelees por aquello que no aprecia tu esfuerzo, no te marques un solo camino, porque si se corta, no sabes adonde ir. No seas como yo Aluccard, o las libélulas devorarán tu alma.

Para Nana

Palabras clave: Libélula, escalpelo, políglota.

martes, 24 de diciembre de 2013

And I'm yours

Cuando llegué al bosque de las Ánimas habían cambiado bastantes cosas. Los árboles, desnudos y delgados, dejaban un ambiente triste y desolador. Me senté allí, encima de una seta gigante, y miraba cómo el reloj de arena iba cayendo grano a grano sobre el viento. Y entonces la vi, hablándome desde dos direcciones distintas, pues su voz se propaga por el viento igual que el polen de las hermosas florecillas que habitan en Northumbria.

Había conseguido llevar el paquete a su destinataria, y decidimos ir a un lugar seguro para poder ver el contenido. Avanzamos por el bosque, y los elfos que antaño moraban en sus casas árbol habían abandonado sus hogares, seguramente por la inestabilidad del tiempo. Tuvimos que cambiar de ruta para poder quedarnos en un lugar donde los ojos del mal no pudieran acecharnos. Se veían a los animales correr entre los caminos, apresurados, como si algo maligno se acercase, aunque luego se vería que todo ello no eran más que fábulas.

Llegamos a una pequeña aldea, llamada Baolimco, donde pudimos parar en una posada. Nos sirvieron té hecho con las distintas hierbas del bosque, y adquirían una tonalidad naranja, y un sabor distinto al que estaba acostumbrado, pero aún así, estaba bueno.
Entregué a aquella muchacha la correspondencia, y, aunque ya la había visto otras veces, y estábamos conectados por el hilo de los ancestros, se sentía como la primera vez. Pero no porque no la conociese, sino porque las emociones eran las mismas del primer día, incluso más intensas, igual que un río siendo desbordado por sus afluentes. Y echaba anclas en sus ojos, y el color del fuego movía su cuerpo cuando comenzaba a descifrar las palabras élficas de la misiva. El ejército de la Risa, y la marca de Alegría tomaron aquel lugar, pasando a carcajadas a todo el mundo. Y, cuando yo pude verme en ella con total claridad, los vasos se desbordaron junto al calor de las llamas.

La sangre ya no transportaba glóbulos rojos o blancos, sino una gran dosis de droga que la proporcionaba ella sin que yo tuviera que ingerir, fumar o inyectarme nada. Se sentía como una explosión de colores en mitad del oscuro firmamento. Y acariciar la proa con las velas del barco inicia una ligera brisa de sensaciones en la piel.

A la hora de marcharnos, seguimos el viaje por senderos oscuros, pero protegiéndonos entre ambos en todo momento. Los cuervos volaban por doquier, y ella los espantaba con el brillo de sus alas, aunque los enemigos más poderosos, como los troll, tenían un efecto negativo en ella. Cuando nos tuvimos que separar, el reloj de arena casi se había consumido, y yo me aferré a ella, como si así, en esos segundos, pudiera evitar que el reloj siguiese su curso, y continuar así para siempre.

Al alejarse, comenzó una carrera por mi vida, en la que su olor corporal me acompañaba en el viaje. Ella decía que me aceleraba, y era cierto, yo seguí corriendo hasta que las únicas fuerzas que tenía eran las de poder volver a verla en otra ocasión, cuando la guillotina de las horas no pendiese de un hilo en mi cabeza. Y, mientras me alejaba en la enormidad de la noche, las plumas que llevaba conmigo me decían que no solo el comesueños podía ejercer su poder en el subconsciente, sino que su sola presencia derribaba cualquier otra posibilidad de sueño.
http://youtu.be/q9ayN39xmsI

sábado, 23 de noviembre de 2013

El mundo de Leland

"Comprendí que las lágrimas no podrían hacer que alguien que había muerto volviera a vivir. También aprendí otra cosa sobre las lágrimas... Con ellas no puedes hacer que alguien que ya no te quiere vuelva a quererte. Lo mismo ocurre con las oraciones... Me pregunto qué porcentaje de su vida desperdicia la gente llorando y rezando a Dios para que cosas que han pasado no hubiesen pasado."

"- Y, ¿sobre qué escribes?
- Sobre como veo el mundo. ¿Cómo ves tú el mundo, Pearl?
- Lleno de oportunidades, creo que abundan las cosas buenas, las positivas... ¿Cómo lo ves tú?
- Hay dos maneras de verlo. Una es la que tú has dicho: que la vida está bien, aunque haya cosas malas... como si no las vieras.
- ¿Y la otra manera?
- Es ver la realidad; siempre está ahí aunque todo vaya bien y los niños jueguen y las parejas se besen y... siempre está ahí. Pero mucha gente ni es capaz de verlo.
- Y ¿qué es? Dime, ¿qué es lo que no ven?

- Eso que siempre se está escabullendo, como todos nos estamos muriendo por dentro, lo tristes que estamos todos realmente.
- ¿Y ver las cosas así hace que te sientas triste?
- Hace que no sienta casi nada."

"¿Te grito?, ¿debería pegarte? ¿Eso significa que me importas?, ¿si te pego me importas? Te quiero. Qué más quieres que diga. Nada de lo que yo diga cambiará nada. Porque quieres a otro tío."

viernes, 15 de noviembre de 2013

Ey, coldworld

¿Qué somos? ¿Somos lo que hacen otras personas de nosotros? Hoy pensé que sí. Que soy tristeza, rodeada de optimismo. Lágrimas que brotan de mis ojos, fuertemente sacudidas por la mano del resentimiento. ¿Qué somos? ¿Por qué os regalo melancolía en estas palabras en vez de alegría? Si miro al frente y solo veo un océano de papel y tinta donde hundir las penas, en eternos cementerios que reaparecen cada vez que se clava una daga aquí dentro. ¿Por qué se dibuja frente a mis ojos la paramera yerma y lúgubre en vez de un campo de flores exóticas? Dicen que hay palabras que duelen más que flechas en el cuerpo, y tal vez sea cierto, pero lo que más daño puede hacer es tu propia mente pisando campos de minas que ella misma había colocado.

http://youtu.be/f38BDQC6kPs


lunes, 4 de noviembre de 2013

Words

Un ejército de osos de lana que se mueven sobre un delicado cuerpo de ensueño. Una mano distante que quiere sentir el tacto de la piel en la que habitan dichos animales, y la sonrisa aterradora de un técnico que maneja la electricidad a su antojo, y que, sin embargo, no consigue dominar la tarea del día. ¿Dónde van las palabras que no se dicen? ¿Las devora un atrapasueños invisible que nos acompaña en el hombro, a modo de ángel? ¿Se pierden en la larga carretera del Olvido?

Las sombras del día se vuelven alegres, frente a la melancolía que suscita el caluroso Sol, es una catarsis extraña, donde se rompe con la concepción establecida de que todo lo que tiene que ver con lo luminoso es alegre, y que lo oscuro es triste o trágico. Recuerdos que se entrelazan como un juego de muñecas rusas, donde una palabra suya me conecta con el pasado al tiempo que se forma un boceto del presente. Y los horizontes se amplían, y la desnudez se acentúa, como cuando lees un libro y observas todas las acciones del personaje. Y así, día tras día, la ropa del interior se rompe en jirones. No me dejes sin palabras, solo sin habla.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Difuminarse

Trazaré un línea tan difusa que no sabrás en ningún momento si estoy dentro o fuera de los límites. A veces formaré parte del paisaje, en una acción más de camuflaje. Otras me quedaré pegado a tu piel, sentirás mi tacto, y pensarás que se trata del viento o de la lluvia. No sabrás si me encuentro alrededor o no, solo podrás hacer conjeturas, pensar en cualquiera de las dos opciones sin saberlo con certeza.

Podría haber salido de una habitación acolchada, con señores de bata blanca que dan drogas a los pacientes de allá adentro, pero lo curioso es que no se sabe cuales son los que están tocados del ala; todo se diluye entre las paredes; cordura y locura, cielo e infierno, alegría y tristeza; ¿qué más da? Si me vuelvo un fantasma que se inventa cuentos para que puedas dormir rodeada de legiones de palabras. Aunque es cierto que no lo hago en tu cama, sino en la oscuridad de una gélida habitación que devora el aire que respiro...


"El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?"-Umberto Eco.

jueves, 31 de octubre de 2013

Northumbria

Volvió. Se acercó desde los árboles, pisando lentamente el musgo del bosque.  Esbozó una sonrisa y se quedó allí, mirándome, como un animal asustado que se ve reflejado en los ojos de un depredador. Llevaba un vestido blanco desarraigado, y el pelo se movía junto con el viento, desordenado, como varias madejas de hilo esparcidas al azar.

-¿Dónde has estado?-Alcancé a preguntar.
-He estado viajando.-Susurró.
-¿A qué lugares?
-Estuve en la Sima de la Libélula. Allí dentro, de noche, el viento hace un ruido potente, y martillea la cabeza, causando un dolor constante. Y, al mirar al fondo, aparecían luces cegadoras que anulaban los sentidos.
Cuando me marché de ahí, visité la Laguna Profunda. Una y otra vez sonaban cánticos desde el fondo del agua, tristes melodías que me hacían llorar. Pasaba las noches sin dormir bien, y las ojeras se cebaban en mí cuando podían. A veces conseguía calmarme con las hierbas medicinales que crecían alrededor, pero no eran lo eficaces que me hubieran gustado.

Silencio. Se extienden como un manto los gritos de la mudez. Hasta que se rompe.

- ¿Por qué volviste? ¿No te gustó el viaje?
- No hice el viaje por gusto. Me perdí. Los cuervos rompieron todas las señales que me llevaban hasta aquí. No sé cómo te he vuelto a encontrar.

Se acercó más a mí, y le cubrí con el brazo. Era una imagen, cuanto menos, curiosa. Yo iba ataviado con ropa de color negra, para camuflarme en la noche; mientras que ella iba de blanco, para hacer que el mundo suspirase por ella.

- Te he echado de menos todo este tiempo, ¿sabes? El bosque se vuelve un tétrico escenario cuando viajas en solitario, y ni siquiera los lobos que amansabas con tu mirada me dejaban el camino libre en las horas más duras.- Murmuré.

- Yo me sentía extraña, como si un enorme monstruo saliera de mis entrañas y devorase la alegría durante lapsus de tiempo considerables. ¿Cómo pudieron cortarse las cuerdas de cristal?-Suspiró.

Nos tumbamos en el musgo, bajo los árboles, y juntamos nuestras cabezas. Cerramos los ojos y, mientras caigo en las redes del sueño, no puedo evitar pensar que, si tengo vivencias del subconsciente, y las tengo con ella, entonces, todo no es más que un sueño dentro de otro. Pero, al fin y al cabo, sigue siendo una sensación real.

 "Nuestros cuerpos son los países de este mundo y no las fronteras que aparecen en los mapas con los nombres de hombres poderosos"



domingo, 27 de octubre de 2013

Loneliness

Estoy en una habitación vacía. No hay muebles, ni adornos, ni lámparas, nada. Solo llega la luz natural a través de las ventanas y el tragaluz del techo. Todo está pintado de un color azul apagado, y mis pies tocan unas baldosas de mármol. Empiezo a hablar. Cuento lo que pasa durante el día. Cosas aprendidas. No hay nadie. Las palabras rebotan en la pared y vuelven a mi cabeza junto al eco. Un triste monólogo que, muy posiblemente, en otro tiempo y otro lugar, me hubiera dado igual. Pero hoy no. Las horas se han cambiado para dejar paso al invierno, ¿qué más da una hora más o una hora menos? Si le hablo al viento y ni siquiera me escucha. Si no estás, y las ciudades comienzan a arder, los puentes a resquebrajarse, y los barcos a hundirse. Eres caos cuando te marchas. Eres caos cuando llegas. Pero cuando te quedas, el caos deja de ser el trueno que rompe, y se vuelve la enfermedad que cura.


lunes, 14 de octubre de 2013

A skin too few: The days of Nick Drake

Hoy quiero hablarles sobre un cantautor magnífico, aunque con una fama tan ínfima que no le hace justicia. Se trata de Nick Drake.

Nació en Birmania, en 1948, en el seno de una familia de clase acomodada, y a sus cuatro años compuso su primera canción. Conforme fue creciendo, creció su gusto por la música, y le gustaba sobre todo el folk y el rock. Pidió que le regalasen una guitarra, y fue practicando con ella, hasta el punto de crear melodías asombrosamente tristes.

Fue un gran atleta a los 13 años, y aprendió a tocar otros instrumentos, como el clarinete o el acordeón. Sin embargo, tenía baja autoestima, y evitaba el contacto físico con la gente, y, en especial, con las chicas. Muy posiblemente solo se declaró a una en su corta vida, y con resultados desastrosos. Para escapar de esta realidad frustrante, se refugia en su propio mundo, el de las canciones, lleno de pensamientos románticos.

Cuando va a Cambridge, su melancolía se dispara, y comienza a dejar de lado el atletismo para leer poesía francesa, fumar hachís, escuchar música y tocar con la guitarra.

Edita su primer álbum en 1968, Fives Leaves Left, de la mano de Joe Boyd, y un año después ya estaba a la venta. Era un álbum con sonidos barrocos, con bastante carga instrumental. A pesar de recibir muy buenas críticas, no se vendió bien.

En 1970 realizó su segundo disco, más alegre que el anterior, Bryter Later, aunque el escaso éxito de venta decepcionó a Nick, que tenía expectativas mayores.

Con el tiempo, y con la marcha de Joe Boyd de su vida como motivo poderoso, Nick se fue volviendo depresivo, y tuvo que acudir a un psiquiatra. Se medicaba, pero no era constante: Cuando se sentía mejor, dejaba de lado las pastillas, alegando que saldría él solo de aquello.
Solía sentarse en la silla durante horas, moviendo de forma nerviosa sus manos sobre las rodillas, mientras miraba fijamente la ventana o a sus zapatos.

Su amigo Paul Wheeler recuerda: «Estaba muy distante. Se fue alejando, y alejando, y alejando, hasta que simplemente desapareció»

Su último disco, fue Pink Moon (1971), lo hizo en poco tiempo, usando una voz susurrante, con pocos arreglos, y en una atmósfera de poesía, pesadumbre, tristeza, y una oleada de metáforas que encajaban con su estado de ánimo.

Tiempo después se marchó a casa de sus padres a vivir, y en 1974 escribió sus últimas 4 canciones. En el estudio, una vez terminadas las pistas instrumentales, Wood le dijo: «Estás teniendo problemas con las palabras». «Sí –replicó él–, no puedo pensar en palabras. No siento ninguna emoción respecto de nada. No quiero reír ni llorar. Estoy insensible, muerto por dentro».

El 25 de noviembre de ese mismo año, su madre, Molly, lo encontró muerto de madrugada, en la cama, debido a una sobredosis de Tryptizol (antidepresivo)

Se desconoce si fue un suicidio, pues no dejó ninguna nota. 

No obstante, si quieren conocer más su vida y sus canciones, hay un documental precioso, que puede verse en Youtube, y que lleva el título de la entrada. Sin más, les dejo con Nick Drake.

http://youtu.be/3BagOmL_Sv4

viernes, 4 de octubre de 2013

La pianista

Un fantasma comienza a tocar las teclas de un piano. El fantasma llora, y el instrumento desafina cuando cae una lágrima sobre la cubierta. Lejos de sonar mal, desgarra el alma ver la escalofriante escena.
Fuera, en la calle, hace un espléndido sol, las risas de los niños jugando se propagan por todos sitios, las cigarras dan su recital, monótono, pero agradable. Hasta el viento se las ingenia para ser suave y fresco, en consonancia con los demás elementos.

Pero allí dentro el ambiente era oscuro, nublado. Los muñecos de peluche que se encontraban en la cama comenzaron a moverse al sentir la voz de aquella dama conjuntarse con las notas del piano. Trepaban sobre sus hombros y secaban las gotas de agua que resbalaban sobre las mejillas de la mujer.

Entonces la melodía cambió, y el piano dejó de desentonar. Lentamente, parsimoniosamente, la atmósfera se vuelve menos lúgubre, y el timbre triste que emanaba de su garganta comienza a animarse. No cesa de llorar, es cierto, pero ahora es de felicidad. Mientras que fuera las nubes lo van llenando todo de oscuridad, dentro de la habitación va luciendo el sol.

Y es que, las palabras que aquella alma destrozada dibujaba en el aire, terminaron por transformar a los muñecos en una persona de carne y hueso, de modo que, cuando volvieron a secarle las lágrimas, no sintió el contacto blando del peluche, sino la calidez de unas manos que parecían decirle, mientras la abrazaban por detrás: Si vas a llevar una máscara, ponte la misma que yo, para que nuestros ojos sean los mismos al mirarnos, cristales transparentes donde para el resto solo hay interpretaciones opacas.

http://youtu.be/WxsRjv5EU9o

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Dentro?

Al principio fue como una hormiga pequeña que se quedaba enredada en la tela de una hambrienta araña. La hormiga pugna por escapar de aquella prisión pegajosa, mientras ve acercarse a aquel monstruo que, en cuanto pueda, le drenará la vida.

Luego fue como si un ejército de termitas empezaran a invadir las calles. Seres temibles, que provocan pavor solo con ver su color rojo. Ahora son ellas las depredadoras. Dan igual los obstáculos. Llega la caballería. Y es que ella construyó a su alrededor un muro protegido con alambre de espino, donde solo tenían cabida los finales felices. Enormes campos de minas impedían la entrada de finales truculentos, tristes o desagradables. No podían entrar. La vida era demasiado dura como para dinamitarla con aún más dureza. No importaba lo que había antes del fin. Las balas le laceraban el corazón con la misma fuerza.

Entonces dejó que atravesara la aduana un completo desconocido, o casi. No tenía conocimiento sobre lo que aquella persona podría hacer dentro de su protegido mundo. Ella quería volar, toda vestida de blanco, rumbo a una isla desierta, junto a una persona de ensueño. Pero el misterioso personaje se mostraba, aparentemente, bajo una careta de payaso, dispuesto a hacer mil y una locura. Rompía sus esquemas, trastocaba su mundo y dejaba un reguero de sombras en el futuro donde se suponía que habría luz, pero confiaba en que ese tiempo posterior no sería sino más claro de lo que era su presente. Aquel hombre ya tenía en sus manos el detonador. De él dependía destrozar las pocas barreras que quedaban, o, por el contrario, volarla a ella en mil pedazos.

http://youtu.be/Y3qseZJOkeI