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domingo, 25 de septiembre de 2016

Control

Queremos controlarlo todo. Por eso inventamos los relojes, los calendarios, las escuelas y las prisiones. Pero al final, ese control es ilusorio. Compartimentamos la vida, y esperamos que las agendas se cumplan, y, sin embargo, miles de variables pueden dar al traste con lo que tenemos en mente.

Es por eso que no hay que postergar hasta lo indecible aquello que queremos hacer. Actuar, bañarse en la vida. Las mejores cosas que nos ocurren no se planean. Suceden.  Lo que ya esperamos no rompe cristales, ni transforma situaciones. La sorpresa, eso es lo que puede sacudirnos. Puede cambiar los caminos que teníamos trazados. Los planes.

Porque, dime, ¿acaso hay algo más aburrido que una vida que cumple con tus planificaciones? Así jamás crecerías, serías un simple misil dirigido. Un principio, y un final, una línea recta.

Y son los círculos los que gobiernan el mundo.

https://youtu.be/i1bSGpR5bac

sábado, 24 de septiembre de 2016

Hombres sin mujeres

"Intento obtener siquiera algún retazo de ella en distintos lugares, a través de distintas personas. Pero, por supuesto, no son más que fragmentos. Un fragmento es un fragmento, por muchos que se reúnan. El núcleo de M siempre me rehúye, como un espejismo. Y el horizonte es infinito. Tanto en la tierra como en el mar. Yo sigo desplazándome incansablemente tras ella."

Haruki Murakami. 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Conexiones

Aquel día, en el que las puertas del cerebro se abrieron, cerré los ojos. Me encontré con un rombo azul, alargado, en lo alto de la oscuridad. Diversas figuras se configuraron, círculos de madera adornados giraban, todo fluía sin esfuerzo.

Vi a dos cisnes blancos idénticos, mirándose, acercándose y alejándose, como si de un flash contínuo se tratase. Entonces cambió el sonido de la música, y apareció el simple ruido del agua estrellándose contra el suelo. La lluvia.

Fue entonces cuando cambiaron las imágenes, y se tornaron vívidas, reales. Apareció ella, aún cuando ni siquiera la pensaba. Sonreía, caminaba hacia mí y deshacía los pasos.

A partir de entonces ha cambiado la forma en que percibo las cosas. Tal vez hay una conexión más profunda entre todo lo que existe, algo similar al panteísmo de Spinoza. Esa visión me hizo querer moverme, usar los pocos medios que tengo para que esa figura no se marche.

No es que considere que hay energías negativas y positivas, ni nada por el estilo, pero sí me he encontrado conmigo mismo en ese momento. Es una sensación inexplicable, que sólo pueden entender quienes la hayan vivido.

Open your mind. 

https://youtu.be/xV-V_wtv2lY 

jueves, 22 de septiembre de 2016

El señor Jaw


Aún lo recuerdo con claridad. Mis padres me habían mandado a casa de mis abuelos durante el verano porque ellos tenían turnos dobles en el trabajo y no podían quedarse conmigo. Yo tendría unos diez años.

La casa, situada a las afueras de un pueblo llamado Alnea, sólo tenía otro edificio limítrofe. Todo lo demás era un enorme cañaveral con aguas estancadas que, en época de lluvias, inundaba la zona, y a veces también las viviendas. Aquel día habían muchos mosquitos; y, posados sobre el tendido eléctrico, muchos cuervos graznaban y revoloteaban. Me ubicaron en una habitación del segundo piso, sobria, con pocos adornos. Los pies de mi cama daban a una ventana desde la que se podía ver el cañaveral, y también la luna por la noche, cuando la había.

Todo transcurrió con normalidad los dos primeros días, aunque no había mucho que hacer. A veces mi abuelo me llevaba con el coche a su huerta, que estaba a unos 15 minutos de allí. Otras, me quedaba leyendo una colección de fábulas que me habían regalado por mi cumpleaños. También veíamos la televisión, pero nunca me dieron a elegir canal alguno.

Sin embargo, ese halo de normalidad se perdió en la tercera noche. Ahí empezaron los problemas. Debo decir antes de nada que mi sueño es (y era) muy ligero. Desde siempre me ha despertado el más mínimo ruido. Es por ello que lo que ocurrió a continuación no fue fruto de una mera ilusión. Estoy seguro de lo que vi aquellos días.
Como decía, en la tercera noche sucedió algo que yo no esperaba. Un ruido sordo, similar al golpeteo de una ventana, me despertó. Entonces, al abrir los ojos, me encontré con una figura que me observaba desde el cristal.

Estaba oscuro y no había luz artificial en las afueras, pero podía ver con claridad gracias a la luz de la luna. Su expresión era horrible, y me miraba con unos ojos llenos de terror. Tenía una mandíbula desencajada y toda esa parte de la cara estaba con un color morado similar al de los cardenales.
El caso es que, al verme despierto, se llevó el dedo a la boca. Me pedía que guardase silencio. Yo no podía moverme. Los músculos, paralizados por el miedo, me aprisionaban a la cama como cuerdas invisibles. La voz, aunque hubiese querido hacer uso de ella, se había escondido en el último rincón del cuerpo.

A los pocos segundos, que bien pudieron haber sido horas, la sombra desapareció. Aguardé un poco a que se calmasen mis nervios, y me asomé a la ventana. No había nadie allí. Tampoco en la zona que alcanzaba la vista. ¿Se había esfumado? ¿O había tenido una pesadilla?

Al día siguiente les conté a mis abuelos lo ocurrido y me regañaron. Me dijeron que no había ningún hombre allí, y que, por supuesto, nadie había estado en la ventana. Que no me asustase por tonterías. En ese momento pensé: “Si lo dicen ellos, será”. El desengaño llegó dos noches después.

Convencido como estaba de lo que me habían asegurado mis abuelos, pasé con tranquilidad esas dos noches, sin ver a nadie, y reforzando mi convicción de que todo había sido un mal sueño.
Quizá por eso, en la sexta madrugada, mis sentidos se negaron a creer lo que percibían. Otra vez ese golpe. La mirada llena de pavor en unos ojos acuosos y negros. La petición de silencio, y la posterior desaparición. Tuve que aguantar las lágrimas. Mis abuelos me habían engañado y yo me encontraba solo frente a un peligro cuya magnitud desconocía. Me negué a contarlo al día siguiente, pues temía la ira de mis abuelos.

Esa situación se iba repitiendo de forma regular y con pocas variaciones: Después de la noche donde aparecía el extraño visitante, existían dos en las que dormía tranquilo. Esto continuó así durante nueve días más. Transcurrido medio mes, algo cambió.

Mis abuelos me notaban apagado, triste. Apenas comía. Aunque parezca fácil acostumbrarse a esa rutina, el caso es que mi cuerpo y mi mente no lo asimilaban. Tanto era así, que la tregua de cuarenta y ocho horas que se me concedía la pasaba aterrorizado, pensando que pronto me tocaría vivir aquella situación. Las broncas de mis abuelos ya no me hacían efecto. Había veces en las que sólo quería volver a casa, aunque me repetían que no podía hacerlo.

En el quinceavo día, sin embargo, noté una cosa distinta. Yo ni siquiera estaba durmiendo, pues mi cuerpo, alerta como estaba, ya no podía pernoctar en las fechas señaladas como visita. Llegó, como de costumbre, el hombre extraño. Ahí vi que no tenía el brillo del miedo en sus ojos. Una alegría le llenaba el alma por completo. No como a mí, que parecía estar perdiendo la dicha y las ganas de vivir. Tras hacer su gesto, se marchó.

A la mañana siguiente, le pregunté a mi abuelo por las personas que vivían al lado. “No vive nadie”, me contestó. “Sin embargo, puedo llevarte a ver la casa, tengo una copia de las llaves”. Accedí a su petición, consciente de que él no habría propuesto eso en circunstancias normales. Sabía que accedía porque mi estado de salud parecía preocupante y quería animarme.

Una vez dentro, me llamó la atención un cuadro que había colocado sobre una chimenea. En él se veía a un hombre sonriente que guardaba mucho parecido con el que veía yo cada tres días. “Qué raro”, mencionó mi abuelo. “Jaw siempre ha sido un hombre serio y huidizo desde que volvió de la guerra”.

Al ocaso del día siguiente, aprovechando que mis abuelos habían salido a comprar, cogí las llaves de la casa contigua, algo de leña, pastillas incendiarias y cerillas. Tenía prohibido usar fósforos pero en aquellos momentos me daba igual. Entonces, una vez encendido el fuego en la chimenea, cogí el cuadro.

Lo observé por última vez, pero lo solté de inmediato al suelo. El hombre que allí aparecía me escrutaba con una expresión de temor y tristeza que nada tenían que ver con la que tenía el día anterior. Me sobrepuse a aquella visión, y lo lancé al fuego. El furor de las llamas lo lamieron hasta consumirlo. Poco después llegó mi abuelo y me llevé un par de azotes. A pesar de todo, en mi interior bullía una calma increíble. Me sentía liberado de un peso enorme, como cuando algo que te aprieta el cuello deja que vuelvas a respirar.

Después de aquel suceso, no volví a ver aquella figura en la ventana, y el resto del verano transcurrió con normalidad. Ya no me asustaba, y volvía a sentirme feliz, pues ya nada molestaba mis noches.

Quizá lo que más me aterroriza de todo es que hay días, cuando me siento triste, en los que el espejo me muestra el rostro de Jaw observándome con una sonrisa. 



Seleccionado en concurso de relatos de terror, "En la oscuridad", de Carpa de Sueños.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Grandes esperanzas

He pintado en la ventana
los besos que te debo,
y todo se ha cubierto
de color rojo.

No veo el sol, sí la luna,
como cuando confundo
tus ojos con el agua
que inunda mis días.

Todavía te busco entre
las palabras y las olas,
allí donde podemos ser
aquello que perdimos.



El faro

A veces, lo casual, lo aparentemente efímero, es lo que permanece. Queda un rumor que completa las piezas, que encaja en la periferia del contacto. Porque sí, por parecidos que sean los momentos y los lugares, cada persona los vive de una forma, y recuerda unas cosas.

Ante el vuelo de una mariposa, habrá quien se fije en las alas, otros en la velocidad, y habrá quien preste atención a la flor donde estaba posada. En un mismo segundo, las percepciones son distintas.

Yo me topé con las luces del horizonte, con el faro que ilumina sin saber que al otro lado del mar hay barcos. Lo vi hace tiempo, en las islas de la zarza y el espino, y como el marinero que era, no pude acercarme. Me quedaba allí, en el agua, mirando el girar estroboscópico de aquella guía nocturna, la intensidad con que iluminaba.

La tripulación desertó. "Se ha enamorado del faro, está loco", decían. Yo sólo pude asentir con la cabeza, y reir hasta el último aliento cuando el último grumete se hubo marchado.

"Estúpidos ilusos", murmuré. "No saben que si el faro funciona, es porque hay alguien dentro haciéndolo brillar".

martes, 20 de septiembre de 2016

#yoIBEXtigo con La Marea

En una coyuntura en la que el periodismo tradicional está perdiendo fuerza, donde cada vez más avanza hacia el amarillismo y se aleja del rigor y la independencia, fue para mí una agradable sorpresa encontrarme con el proyecto de La Marea, y por eso decidí participar de alguna manera, no quedarme sin hacer nada.

Hoy he recibido de ellos un libro de relatos, llamado "Compro oro", y una camiseta que llevaré con orgullo, aún a la espera de los resultados de la investigación, que espero con muchas ganas. Estoy encantado de formar parte de la campaña.


sábado, 17 de septiembre de 2016

What it all could be

La angustia sacude el cuerpo, y las olas engullen los restos. Una coraza vacía, trazos rojos en el horizonte. Intento escribir su nombre, pero lo he olvidado. Sus ojos me taladran, y su sonrisa me relaja, aunque no sé quién es. Perdí su rastro hace siglos, como un perro que deja de oler en una batida de caza.

Como casi todo lo que es grandioso, tropecé con ella por casualidad. Una explosión que te rehace. Te sacude hasta los cimientos. Sin embargo, la vida tira unos dados mientras nosotros esperamos otros resultados.

Pasan los años, y mentía el que dijo que el tiempo se llevaba consigo las huellas de la arena. Bucearé en otras aguas y beberé en distintas copas. Y ninguna será como la primera.

Se pierde el atardecer en el horizonte, tal y como ella se perdió entre las sombras de los días. Ha llovido mucho desde la primera vez que la vi, han cambiado las mareas y los vientos, aunque otras cosas permanecen igual.  A pesar de todo.

Al final, sobre la hoja alcanzo a dibujar una M.

https://youtu.be/WT0MUdY9yFM

viernes, 16 de septiembre de 2016

Figuras


La nieve quema y seca,
en habitaciones desnudas,
en recuerdos que vuelan.

Algo murió ahí dentro,
lo sentí marcharse
hoy, después de tanto
y tantos años.

Tapo las ventanas
y enciendo tenues
bombillas imaginarias.

Con mis manos hago
dos humanos,
dos personas en la pared,
así no me siento solo.

Pero tarde o temprano
una mano se cansa
y desaparece de la escena.

Y nos miramos ambos,
tan distintos, tan vulnerables,
una sombra que también
se irá y se hartará.

¿Se verá ella reflejada en mí?
La calma, la calma llenando
otro Sobibor en mi mente.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Los cuervos


Mandé dos cuervos
atados a un cordel,
tu ventana aguarda
lejos de la mía.

Los veo marcharse,
negra incertidumbre,
en esta vieja silla
esperaré una vez más.

Ya sé, mujer, que no estoy
entre tus líneas,
que mi voz no resuena
en tu complicada cabeza.

Yo nunca fui vencedor
en ninguna de mis empresas,
aunque llevase proezas
sobre mis hombros.

Y, sin embargo, una
respuesta tuya del color
de las alas mensajeras
sería una flecha mortal.

Tú no conocerás el mañana,
y yo despertaré sabiendo
que no hay lágrimas
suficientes entre las sábanas.

Ya probé los labios del rechazo,
y quisiera ahora sentir
los tuyos, apretando fuerte,
como en el tercer sueño.

No lo sé, mujer, si los cuervos
volverán aquí, conmigo,
ni si tú te quedarás allí,
olvidándote de mí, conmigo.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Retornar

He vuelto a caer en el círculo que nunca se cierra. He mandado los cuervos, y espero sellar mi destino con sangre y fuego. Necesito la bala mortal atravesándome de lado a lado para poder revivir. Y en todo este tiempo sólo he recibido laceraciones.

Moribundo, dejo que las luces de la ciudad me cieguen, tal vez así aparezca su silueta en la lejanía. Da igual dónde la busque, sólo aparece en los rincones de mi alma, entre las voces que un día cruzaron el cielo.

No podré borrar lo que soy, ni lo que he sido; aunque me haya vuelto a escribir, subrayando mis errores con el color rojo, hasta romper las hojas. Es mentira eso de que cuando empieza el año hay una vida nueva. Lo único que te da una vida nueva es una brusca sacudida, un cambio que rompe lo que eres y lo que te rodea. Puede ser bueno, o no. Quizá las dos cosas.

A veces quisiera no ser yo, salir de este cuerpo y alejarme de la vida, adentrarme en el nirvana. Bucear en un mar libre de culpas, reiniciar el mundo. Tal vez lo logre, algún día. Cuando no sienta este amargor en la boca, esta mordedura venenosa que hicieron mis pecados. No los religiosos, no, hay cosas peores.

A veces crecemos de la peor forma posible.







https://youtu.be/oWejQuzHdRM

jueves, 8 de septiembre de 2016

La brocha

He viajado por los caminos del tiempo y me he quedado flotando en los ríos donde nadan los cisnes, en los bosques llenos de lobos. A veces una voz me grita que no puedo permanecer, que la senda sigue adelante y yo me quedo atrás.

"Y no es cierto", le digo. Sigo caminando, pero con una brocha nueva voy cogiendo los colores de los bosques, la humedad de los ríos, y voy dibujando la vereda. Ya no me pierdo entre los árboles, ni me ahogo entre las aguas. Es el olor del recuerdo, la visión de los fantasmas lo que me acompaña. Es lo máximo a lo que puedo aspirar. Yo quisiera romper mi realidad y viajar a mi antojo por las eras del tiempo, cambiar las acciones y colorear el mundo con el brillo de sus ojos.

Pero hace años que quebré los espejos, que sequé las aguas y marchité a los árboles. Mi castigo ha sido vagar sin rumbo por la oscuridad de los laberintos. La inmortalidad desde mis manos serían una maldición, y tal vez fue eso lo que se me concedió. Vivir en la eternidad sin el ángel que un día quiso abrir sus alas y volar, que cesó el vuelo cuando las arranqué de su espalda.

Volverán a mí las agujas, allí donde los comesueños no atrapan nada, salvo la alegría que se filtra entre las rendijas.


https://youtu.be/3gp4AC1L2BE

martes, 6 de septiembre de 2016

La entrada

- El bosque devorará tu alma, y lo sabes. ¿Por qué quieres adentrarte? Fuiste tú el que se marchó, el que le prendió fuego. ¿Por qué te extraña que las viejas raíces no te dejen pasar?

- No... No me sorprende. Pero tengo que pasar. Me gustaría al menos repoblarlo. No podré irme de aquí hasta que haya hecho eso. ¿No podrías tú hablar con los árboles?

- Por desgracia yo sólo soy un eco que se te proyecta. Después de lo que has hecho, el bosque te recompensa con esto. Conmigo. Una voz cuando no hay voces. Un cuerpo cuando no hay cuerpos. Por eso te digo, que no esperes una bienvenida.

- Tiene que haber alguna forma en la que la naturaleza vuelva a confiar en mí.

- Ningún ser se arriesgaría a ser quemado de nuevo. Eso que pides es muy complicado. Y no estoy segura de que puedas lograrlo. Aunque tus palabras sean sinceras, y tus acciones se hagan desde el corazón, no hay forma de que ahí adentro sepan que eso es así.

- ¿Sabes?, el otro día, cuando fuí al río y observé mi cara, vi tus ojos en lugar de los míos. Cuando me marché a dormir, soñé contigo, y no con monstruos sanguinarios. Y cuando puse atención para escuchar el canto de los pájaros, era el eco de tu voz el que resonaba.

- Vaya, no debe haber sido un buen día para ti.- Contestó con sorna.

- ¿Y si te dijera que eso me ocurre día tras día? Todos los meses, en cada paso de las estaciones. Bajo el sol, con lluvia, nieve o niebla. Con las hojas verdes, marrones, o marchitas en el suelo. Vivo sin ser, y las quemaduras de mis propias antorchas todavía siguen marcadas. Ojalá hubiese sido perfecto, porque hay errores que no caducan, al igual que hay sentimientos que no perecen aunque pasen los años. ¿Entiendes ahora que quiera entrar ahí? Aunque la respuesta sea la muerte, debo hacerlo.

- Adelante, pues. No digas que no te lo avisé.

https://youtu.be/peg9vC_kcIU


sábado, 3 de septiembre de 2016

Repoblar

No se pueden devolver los bosques que quemamos al mismo lugar al que estaban. Inconscientes, lanzamos antorchas sin saber que el daño durará por mucho tiempo, y que lo que tarda tanto en alzarse, puede ser arruinado en días.

Se puede intentar repoblar el bosque, aunque no será un proceso sencillo, aún contando con que las viejas raíces te permitan pasar de nuevo. Siempre fue más sencillo destruir que crear.

Y los pájaros desgarrarán el alma con canciones que antaño poblaban la zona, y la lluvia descenderá, salada, ácida, para recordarte que accionaste un botón de no retorno, que ponía en peligro la eternidad a cambio de nada. No importa qué nos lleve a cometerlos, algunos errores devastadores podían haberse evitado, y el bosque no habría sucumbido al fuego.

¿Qué fuegos puedo yo apagar ahora que no queda nada? Puedo intentar, tal vez, plantar una semilla, y si la vida me da otra oportunidad, intentar reparar el daño, devolver la belleza a lo que destrocé.

Y si no, seguiré entre las cenizas un día más. Viviendo en el hogar que formé.


https://youtu.be/iV_vsR3jtiE

jueves, 1 de septiembre de 2016

Recomponer errores

A veces, creyendo hacer lo mejor, causamos daños irreparables. Lo que parecía la solución, se vuelve un error mayor que lo arrasa todo a su paso. Nos equivocamos, aunque sea sin intención. Demonios, es decir, ¿quién quiere joder algo?

Y habrá ocasiones en que las grietas sean enormes, y pensemos que lo mejor es dejar las acciones que crearon esa situación ahí, e intentar seguir adelante. El problema es que eso no es sencillo, y no puede quedarse así. No importa qué, si realmente te importa la persona a la que hiciste daño, la sensación de haber actuando mal te perseguirá a través del tiempo. Da igual si ha pasado un día, un mes, un año... Hay que tomar responsabilidad e intentar vaciar el dolor.

Con seguridad apenas conseguiremos algo, porque es sabido que volver a rearmar un puzzle complejo es costoso y requiere de no pocos días. Incluso es posible que no tengamos las piezas, y que hayamos perdido por siempre la oportunidad de rehacer el puzzle.

Pero merece la pena intentarlo, dar cada ápice de lo que tenemos, e intentar demostrar que no era el camino del infierno lo que queríamos para la otra persona. Aunque parezca imposible, y no nos crean. Aunque de la sensación de que no tenemos orgullo propio.

Nada importa si se consigue arreglar aunque sea una sola pieza del puzzle.


https://youtu.be/9iQtvF9I848