"Y vino el segador, y toda la alegría del valle se la llevó". Así rezaba la entrada de la casa. Un boomerang que vuelve y golpea, allí donde no hay lugar para la cordura. Tropecé con mis propias piedras, no debería quejarme del dolor que causan los golpes.
¿Donde está la guadaña? Esa que nunca se vuelve roma por mucho que se utilice. No reconozco la seguridad del suelo que piso, no comprendo nada y pesan los días para un Atlas anémico. Siempre pierdo, siempre pierdo. ¿Qué es ganar cuando el triunfo es efímero?
Volví a verme, entre las cárceles sin barrotes, entre la última lucha. Sucumbir. ¿A quién culpar? A mí, el devorador de almas. Allí donde crezcan los campos en flor pasaré el acero afilado. No lo puedo evitar.
Crecí con la derrota en la mano.
https://youtu.be/3UuzkX8FWV0
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