La baraja ya ha sido repartida, ningún dealer sobre la mesa, y yo jamás guardé ases bajo la manga. Quiero jugar, aunque sé que no puedo ganar la partida. Poner las fichas en el tablero, disfrutar el momento. Dar lo que soy, marcarme algún farol que será descubierto, y hacer guiños a la Fortuna.
A veces me pregunto por qué lo apuesto todo con una mano tan mala. Yo tampoco lo sé. Tal vez soy un adicto a este juego en el que se participa sin dinero. ¿Qué puedo decir? Algo corre por mis venas, y no lo puedo parar. Yo me monto en ese caballo que cruza veloz el horizonte, aunque sepa que no es el triunfador de la noche. La vida es igual que esto, el azar reparte y tú te las arreglas. Y a veces te da igual apostar cada rincón de lo que eres, porque aunque no recibas el doble de lo que arriesgas, es posible no perder.
Puedo levantarme de la silla e irme. Puedo gritarles a los demás jugadores y derribar la mesa. No sirve de nada. Cuando no estoy sentado no soy yo. Y eso es triste, ¿no creen? Más aún que tener estos números tan bajos y tan alejados entre sí. A veces me voy, claro, no se puede estar siempre aquí, pero acabo volviendo.
Y veo el mundo que deseo a través de una pantalla, y escucho los sonidos que amo a través de un auricular, y siento pena por aquellos que ven ese universo de cerca y no lo valoran. Y me pongo la máscara mientras noto a la suerte escaparse entre mis dedos. Aunque siempre permanece sin desaparecer mientras sigues ahí, bajo el mismo cielo. Créeme si te digo que ves a través de cualquier muro, que pasas por cualquier defensa. Aún sin empezar guerra alguna ya me rindo, tuya es la bandera, tuyas las fronteras, en este póker de caras invisibles.
No puedo ser otra cosa, acostumbrado a ver desaparecer las ilusiones, de alguna manera siento que puedo obtener más de estas cartas en las que dibujas tu sonrisa. Sé que si tu estrella se cruza en la eternidad, será junto a otros astros, y que mi destino es el de Orion, cercano y lejano. Sé que nada ocurre porque sí, y cualquier paso tiene consecuencias. Lucharé contigo, no por ti. Levantaré cualquier escudo, con tu mano. Porque tú eres la que tiene esta partida en sus dedos. Tuyas son las decisiones, yo no puedo dejar la mesa.
Ahora te toca a ti jugar tus cartas.
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