Usamos muchas veces las palabras sin saber realmente qué significan. Jugamos con ellas, las pervertimos y las trasformamos. Pero un árbol es un árbol, no importa cuánto lo pensemos de otra manera.
Y, del mismo modo, creemos a menudo que amar implica posesión, que sólo se fabrica ese estado cuando hay reciprocidad o cuando se da una situación de control por ambas partes.
Sin embargo, eso no es así. El amor puede ser multidireccional, agrupar a varias personas, en diferentes grados. No es exclusivo. Puede vivirse en solitario, aunque lo ideal sea que haya una correspondencia. Y, lo más importante de todo, es, que no duele. El amor no muerde, no angustia, al menos no más allá de breves episodios. Esos agentes son distintos. Los celos, la inseguridad, por mencionar algunos, son los culpables.
El amor, en el lado más puro, no corta las alas de quien le hace volar, ni siquiera cuando no miran en su dirección. Se aprende a querer las espinas de la rosa, y se aprecian las pocas gotas de lluvia que se esparcen en nuestro terreno. Alcanzar un estado similar es complicado, incluso habrá quien no lo comprenda jamás.
Llegar a ese punto es querer crecer, al tiempo que te das cuenta de lo que has crecido gracias a ese sentimiento. Hay quien tiene la suerte de que, una vez alcanzada la cúspide, puede seguir explorando. Las espinas permiten que la mano se abrace a ellas.
Otras veces, bueno, esos caminos se encuentran cerrados. Sin embargo, aún con esa impotencia, seremos capaces de valorar lo que hemos obtenido. Y nos daremos cuenta de que sólo han sido cosas positivas. Y así se lo haremos saber a la rosa que permanece al otro lado del barranco. Porque lo que no se comparte, muere con nosotros mismos.
Y el amor, el amor no muere.
https://youtu.be/UxRlN4GWtmk
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