Voces que se entrecruzan y vuelven a sonar, una y otra vez, rebotan, vuelan, saltan, sin querer apagarse. Son mariposas eternas en medio del silencio. Nada. Eran dos luchadores con espadas de papel que podían darse realmente fuerte, y herir al otro. Y el mismo papel usado servía para cubrir la herida. No llega la sangre al río. Ni siquiera sale sangre. Balas de aire. Bombas de insomnio.
Edificios pintados con cera y asfalto de flores, con vehículos transparentes como fantasmas, atravesando todo a su paso. Su luz llenaba por completo la de las farolas, y en medio de la ausencia de ruido, era un estruendoso huracán. Lo removía todo con sus momentos mudos. El largo pelo le tapaba el rostro, igual que si fuese una capucha y un pasamontañas a la vez. Se sentaba allí, en el bar Las Dudas, y bebía sin parar hasta que yo iba a por ella y la devolvía de nuevo a su casa. Una vez allí se calmaba, mientras que los vándalos de la Estabilidad destrozaban el bar. Hasta que volvieran a arreglarlo. Hasta entonces puedo hacer que no sienta la necesidad de pasar por allí.
Seguimos danzando, con ganas, sonido disperso, pétalos flotando. Es la misma danza, mismo son, y las notas atraviesan las corazas más duras. Sabemos que es complicado realizar el baile, pero las ganas pueden con todos los monstruos de la noche, y los escudos que cubren el escenario nos salvan de cuchillas exteriores. El poder de dos se vuelve el de uno solo. Y las olas de nuestras aguas inundarán esta pequeña ciudad llena de ecos.
https://www.youtube.com/watch?v=zukO1h11hrM
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