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viernes, 20 de julio de 2018

Sueños

Había recibido una invitación para poder asistir a la I Convención Internacional de Baile que se celebraba en Londres. Era un espectáculo que se realizaba en Trafalgar Square, y el número de personas que podían asistir era muy limitado, por lo que me sentía muy afortunado al haber obtenido un regalo de esa clase.

La función empezaba al ocaso, y aquel día recuerdo que las tonalidades rojo ocre manchaban un cielo que usualmente estaba nublado. Al fondo, focos apagados aguardaban a ser encendidos cuando se fuese por completo el sol. Empezó a sonar la música, con notas vibrantes, lentas, y entonces la vi. No necesitaba que las luces se posase sobre ella: Su forma de moverse era la luz misma. Llevaba un vestido largo que llegaba hasta las espinillas, de un color gris sucio, y una media corona de cristal reluciente se posaba sobre su cabeza.

Nadie hablaba. Nadie se movía. Todos habíamos caído presas de la hipnosis del movimiento, del compás de la música con sus piernas. Creo que ni siquiera bailaba, éramos nosotros quienes nos movíamos en la quietud, quienes deslizábamos las manos y repicábamos el suelo al ritmo de la pieza musical. Sé que estaba sentado pero me sentía muy lejos de allí, como si mi cuerpo no me perteneciese en absoluto. De alguna manera, durante aquellos minutos eternos, yo era de la danza, de las notas, de su figura.

Entonces todo comenzó a ir más rápido. Ya no había lentitud, era una explosión, un frenesí. Se encendieron los focos y una oleada de bailarines se unieron a aquella mujer. Ya no me sentía aletargado: Mis sentidos ahora estaban excitados, quería moverme, unirme a las personas del escenario. Quería que la chica del principio cogiese mis manos y me llevase por la tabla de madera hasta que mis piernas no pudiesen aguantar de la emoción.   

El público parecía compartir mis emociones. Se palpaba en el ambiente un cambio, como si la plaza entera fuese un eco que se extiende por todas partes. Cuando se detuvo el baile rompimos a aplaudir, pero en el fondo sé que nos sentíamos insatisfechos. Había conseguido vivir un momento que se hacía eterno y efímero a la vez. Mis ojos buscaron a la persona que había brillado con más fuerza desde el inicio, pero no pude verla.

Aún hoy me pregunto si realmente la vi, o si lo que yo viví en aquella plaza no fue más que el reflejo de lo que deseaba sentir.

https://youtu.be/dn4sCGi0E6Q

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