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miércoles, 13 de septiembre de 2017

No quiero

No quiero salvarme,
he vivido cinco minutos
comprimidos en años,
la sonrisa invisible.

Esta jaula infinita
no se siente opresiva,
¿si no ves los barrotes
es una prisión?

Este hilo que danza
no aprieta ni ahoga,
desconozco su color
aunque lo crea rojo.

No quiero marcharme,
siento la vibración
impregnar los dedos,
alas palabras resurgir.

Esta ola que golpea
lo hará de nuevo,
¿donde empezó tu
huella a formarse?

Este círculo que empieza
se cierra en tus manos,
eres el camino correcto
aunque lo crea vedado.

No quiero perderte,
me he encontrado
en unos iris lejanos,
olvidados por la brisa.

Esta lágrima que cae
refleja viejas alegrías,
¿cuando dejó de importar
la carne y el cristal?

Este mundo que creas
se transforma, lento,
y me fundo en cada
partícula del núcleo.

No quiero quererte,
soy un huracán ciego
que hace destrozos,
tu dolor es mi miedo.

Esta valla que se alza
no existe en tu cuerpo,
¿he sido un mal jugador
al arriesgarlo todo?

Este verso que haces
no es el último,
este fuego que evocas
no es el primero. 
 
 
 

viernes, 8 de septiembre de 2017

Ojalá algún día

Vi arder la sombra de lo que era a través del cristal de un viejo vehículo. Unos ojos oscuros me miraron, seguros, mientras el cuerpo se envolvía en llamas. Ahora no conozco ningún camino. Me siento en un banco del parque y finjo que me lamento. ¿Por qué será que siempre luchamos por conseguir lo que no se puede lograr? Alguna parte de nuestro código genético disfruta con el dolor, estoy seguro. Y sé que no existen niveles más allá del actual. Por muchos puntos que se sumen, el estado permanecerá de esta manera. Y, aún así, me empeño en sumarlos. Gano felicidad, y, a veces, eso basta para seguir respirando.
Es verdad que hay días en los que la tristeza me hunde, igual que se hunden las penas en el alcohol. A veces quiero ser otro cuerpo, estar sentado en otro lugar. Existen personas geniales más cerca de lo que imaginan, pero más lejos de lo que quisiera. Y hay gente que no puede verlo aunque tengan delante ese trozo de luz. ¿Comprenden ahora mi rabia, mi pena?
Y cierro los ojos e intento comprender lo que sucede. ¿Por qué algo tan intenso me hace estar tan calmado? Imaginen la fuerza de un terremoto manifestada en forma de una brisa veraniega. Es verdad que me gustaría tocar el cuerpo que hay, sentir los labios que busco. Pero no lo necesito. Lo único que anhelo son sus palabras, su forma de ser. Me da igual el recipiente que las contenga. He encontrado la belleza y no tiene rostro, aunque sí nombre. He encontrado una escalera eterna por la que subir, en la que no tiene cabida el cansancio.
Sé que será otro corazón el que se junte con el suyo, y que seguramente otra vida haga con la suya un lazo. Yo nunca tuve la suerte de mi parte. Sin embargo, me siento afortunado. Siento como mías sus hazañas y sus desventuras. Veo el mundo de otro color, aunque siga siendo gris. Y agradezco con cada rincón de mi ser lo que significa en cada poro de esta piel ver a los cometas pasar.
Ojalá algún día sepas lo que estas palabras encierran.

martes, 5 de septiembre de 2017

El círculo

- Las personas pasaron por mí igual que pasan las estrellas que pierden su vida y caen, a lo lejos. Igual que un imán defectuoso, atraía polos que no me convenían, a la vez que otros se marchaban. Los objetos inanimados eran quienes andaban a mi lado y no abandonaban mi camino. No se imaginan el refugio que puede ser la imaginación.

A veces me pregunto si soy así no por circunstancias normales, sino por cómo me obligaron a ser. He probado el sabor de la maldad, del golpe y el abuso. He probado la soledad, la despedida y el olvido. Tampoco el engaño y la mentira se mantuvieron a distancia. ¿Nosotros moldeamos el mundo o los moldeados somos nosotros? Lo he puesto todo en la balanza por alguien y ni siquiera echaron un vistazo al sistema de pesos. Existen monstruos disfrazados de personas, muros levantados a base de caer y sufrir. Al fin y al cabo, hay que seguir adelante.

He echado de menos un pilar que estuviese a lo largo de los años haciéndome compañía, cansada de las idas y venidas de trenes sin rumbo fijo, de naufragar en manos que luego desaparecían. Y no lo entiendo. Nunca tiré los dados con malas intenciones, ni hice del daño un punto de partida en mis relaciones con la gente. Y, aún así, quien acababa mordiendo el polvo era yo. Sin merecerlo. Lo pienso y no encuentro las razones, no comprendo los motivos. ¿Por qué esta ruleta que soy yo encuentra con tanta frecuencia el infortunio y la cara oscura del universo?

Y creo que no sabes de qué hablo, porque las cicatrices se notan sólo si las tienes. Y creo que el sino que me persigue acabará por hacer que tú también te vayas, como ha venido ocurriendo siempre. Estas olas que me acechan y rugen terminarán por abalanzarse sobre mí y tal vez me ahogue. Este ruido blanco que resuena en mi cabeza y causa migraña acabará por elevar su intensidad y tal vez enloquezca. Haga lo que haga todo se desvanece...

Pausa.

- Si tú lo quieres así, nunca me iré. No sé compensar nada de lo que haya ocurrido y que aún suceda pero... Si nadie más lo ve, yo sí. Mereces lo contrario a lo que te acontece. Mereces la misma luz que hayan arrebatado tus lágrimas, esa que arrojas tú en mi cabeza. Te daré aquello que me haces ser, una rendija de lo que eres. Y ni siquiera así podría hacer que lo entendieses.

Que tú eres más grande que la pena más atroz, más poderosa que el laceramiento más indeleble. Eres más hermosa que el peor de tus defectos, y más cariñosa que el mayor de tus enfados.

La huella que ansío sentir dentro. El círculo.  

  

sábado, 2 de septiembre de 2017

El ludópata

La baraja ya ha sido repartida, ningún dealer sobre la mesa, y yo jamás guardé ases bajo la manga. Quiero jugar, aunque sé que no puedo ganar la partida. Poner las fichas en el tablero, disfrutar el momento. Dar lo que soy, marcarme algún farol que será descubierto, y hacer guiños a la Fortuna.

A veces me pregunto por qué lo apuesto todo con una mano tan mala. Yo tampoco lo sé. Tal vez soy un adicto a este juego en el que se participa sin dinero. ¿Qué puedo decir? Algo corre por mis venas, y no lo puedo parar. Yo me monto en ese caballo que cruza veloz el horizonte, aunque sepa que no es el triunfador de la noche. La vida es igual que esto, el azar reparte y tú te las arreglas. Y a veces te da igual apostar cada rincón de lo que eres, porque aunque no recibas el doble de lo que arriesgas, es posible no perder.

Puedo levantarme de la silla e irme. Puedo gritarles a los demás jugadores y derribar la mesa. No sirve de nada. Cuando no estoy sentado no soy yo. Y eso es triste, ¿no creen? Más aún que tener estos números tan bajos y tan alejados entre sí. A veces me voy, claro, no se puede estar siempre aquí, pero acabo volviendo.

Y veo el mundo que deseo a través de una pantalla, y escucho los sonidos que amo a través de un auricular, y siento pena por aquellos que ven ese universo de cerca y no lo valoran. Y me pongo la máscara mientras noto a la suerte escaparse entre mis dedos. Aunque siempre permanece sin desaparecer mientras sigues ahí, bajo el mismo cielo. Créeme si te digo que ves a través de cualquier muro, que pasas por cualquier defensa. Aún sin empezar guerra alguna ya me rindo, tuya es la bandera, tuyas las fronteras, en este póker de caras invisibles.

No puedo ser otra cosa, acostumbrado a ver desaparecer las ilusiones, de alguna manera siento que puedo obtener más de estas cartas en las que dibujas tu sonrisa. Sé que si tu estrella se cruza en la eternidad, será junto a otros astros, y que mi destino es el de Orion, cercano y lejano. Sé que nada ocurre porque sí, y cualquier paso tiene consecuencias. Lucharé contigo, no por ti. Levantaré cualquier escudo, con tu mano. Porque tú eres la que tiene esta partida en sus dedos. Tuyas son las decisiones, yo no puedo dejar la mesa.

Ahora te toca a ti jugar tus cartas.