- Mira Adriano, mira, ha llegado un cuervo de tu prima Carmen, pidiendo la ayuda de los caballeros del Valle. Procedemos al ataque, ¿no?- Inquirió José María.
- Por supuesto. Pero primero quiero disparar un par de veces más.- Dijo Adriano, sorbiéndose los mocos.
Mientras el señor de Valle lanzaba su primer disparo (con escaso éxito), José María releyó la carta:
"Querido José María, nuestro ejército es bastante reducido en comparación con el de Toribio. Hemos conseguido la ayuda de Lucía, de la isla del Oso, pero apenas hemos rascado 60 soldados. El pez negro Javier no vendrá en nuestra ayuda, y me temo que José Carlos desconoce el modo de actuar que tiene la mente de Toribio.
La batalla está perdida antes de empezar, y así José Carlos ignora mis consejos y pretende seguir adelante con su amigo, el salvaje Pepe.
Sé que rechacé tu ayuda debido a mi enfado por dejarme caer en manos de mis enemigos, pero te doy la oportunidad de rehacer nuestra relación anterior, pidiéndote para ello tu participación en esta lucha aciaga que se avecina.
Con cariño, Carmen."
- Muy bien, señor, ya habéis lanzado vuestras flechas. Debo decir que habéis avanzado mucho. Pronto seréis tan buen guerrero como lo era vuestro padre.- Dijo José María mientras recogía las flechas clavadas en la hierba, para regocijo de Adriano.
Se dirijieron al castillo, y José María ordenó iniciar los preparativos para marchar. Carmen era una pieza muy importante del tablero, y, de una forma u otra, también había empezado a sentir algo por ella.
- Tío José María, ¿yo podré ir a luchar también?
- ¡Oh!, lo siento Adriano, será una pelea muy aburrida y no podemos permitir que le pase nada al señor del Valle, ¿verdad? Te quedarás aquí, y jugarás con Senior. Ya te llevaré a luchar en otra ocación.
- Está bien... Pero quiero que me traigas algún regalo, ¿de acuerdo?
- De acuerdo. Así se hará.
Aquello apaciguó al muchacho, y por ello aprovechó para ir a los aposentos. Allí le estaba esperando Senior.
- ¡José María! ¿Cómo puedes hacer esto? Arrastrarnos a la guerra, cuando el Valle se ha mantenido siempre neutral. Llegas aquí, un don nadie que se aupa haciendo carantoñas y manejando al podre Adriano, y esperas que todos bailen al son de tu música.
- Maldito gordo ingrato, te he salvado hace poco de caer por la puerta del cielo, ¿y así me lo agradeces? Un gruñón cobarde como tú nunca entraría en guerra porque desde que naciste lo tenías todo, cuando en realidad no es nada comparado con lo que hay allá afuera. Yo tuve que escalar siendo un don nadie, en efecto, pero, ¿no sería el mundo aburrido si ya nos lo diesen todo hecho? No puedes hablar si no has recorrido los mismos senderos que yo. ¿Crees que sobreviví siendo neutral? Desengáñate, el mundo les pertenece a los que no se anda con medias tintas.
Pausa.
- Te voy a contar una cosa. En mi estancia en la capital, había una persona parecida a mí, Miguel Ángel. Era un eunuco muy listo, él tenía sus pajaritos, y yo los míos. Sin embargo, él sólo buscaba mantener el orden, y permanecer en su posición, complaciendo a todo el mundo. Yo tenía que hacer lo mismo, claro, pero nunca estuve de acuerdo con su forma de pensar. El caos es lo que permite a las cosas moverse, Senior. El desorden aupa a la gente que estaba en los infiernos, y hace descender a los que estaban en lo alto. Que se lo digan si no a Lady Belén y a Lord Isra, que ya no están entre los vivos. La estabilidad sólo la quieren los que ya viven bien, como tú. Y como es estabilidad lo que quieres, escúchame bien, porque no lo repetiré. Harás lo que yo te diga, sin quejas, y te aseguraré una mejor posición cuando las cosas acaben. Pero llévame la contraria una vez más, y me las arreglaré para que tengas un viaje gratis por la puerta de la Luna. Ahora lárgate.
- Sí, sí...- Titubeó Senior.
Mientras comenzaba la cuenta atrás para el inicio de la batalla en los campos del norte, José María reflexionaba sobre las noticias que le llegaban desde el otro lado del mar. Al parecer Sara, la reina de dragones, se había hecho amiga de Miguel Ángel y el gnomo. Un viejo caballero venido a menos como Novoa no le suponía preocupación alguna, pero aquello... Aquello era otra historia. El mapa de los acontecimientos se le antojaba impredecible, pues algo le decía que lo que ocurría allí terminaría por repercutir en el continente. Eso podría trastocar sus planes.
- Y es que los reyes mueven las tropas, pero Miguel Ángel y yo movemos la información. Y eso, golpea más fuerte que la espada.
Palabras clave: Gruñón e impredecible
Para José María, muchas felicidades ;)
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