Los cristales verdes
se deshacen entre
ríos de púrpura.
Las gotas malditas
saltan una vez,
antes de pegarse
contra el suelo.
Lágrima solitaria
que surca brillante
la palidez mortal.
Un gesto, una mirada,
castillos derrumbándose
sobre el salón.
Los niños miran,
otro juego más,
el miedo los busca
en el escondite.
Silencio que atruena,
ecos reverberan
en las heridas
de la mente.
Un golpe, luego otro,
donde la ceguera
cubrió con su ira
al perdedor.
Gritos enmudecidos,
vano escudo de
dedos agarrotados.
Nunca la espada y
la pared habían estado
tan unidas.
Sirenas iluminan
las calles del horror,
los murmullos trajeron
agentes del caos.
La vida se escapa
en un suspiro,
corre, corre
hacia delante.
Corre, corre,
pues no hay nada
que compense
las magulladuras.
Corre, corre,
pues en la caverna
de las tinieblas
estarás siempre a oscuras.
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