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jueves, 3 de marzo de 2016

Tartas en el aire

Desconozco el día en que lo conocí. Mis primeros recuerdos son la puerta metálica que hace de valla en las casas, abriéndose. Y, en una habitación, sobre una repisa descansaban coches de tamaño mediano. No hay nada más en mi memoria.

Serían bastantes años después cuando empezaríamos a tener una proximidad que, sobre las bases de una forma de entender la sociedad, y con intereses comunes, irían acercándonos. Dos personas, que, a pesar de haber estado en dos contextos diferentes, por la edad, quizá hubiesen congeniado aún más de haber estado en el mismo entorno educativo.

Decía Emile Hirsch en la película Into the wild que la felicidad sólo es real cuando es compartida, y quizá éste sea uno de esos casos. Si bien es cierto que ninguno ha ocupado el epicentro en la vida del otro, y, ni tan siquiera se ha alcanzado un grado de cercanía máxima. No obstante, uno tiende a recordar a aquellas personas que pasaron por su vida, o que todavía continúan, y, sobre todo, los cambios que produjeron.

Sé que él hoy no cumplirá sus sueños al soplar las velas, ni sus ansias de solidaridad cubrirán los corazones de la gente como polvo que arrastra el desierto. Pero sí sé que estará dando un paso más, a convertirse en lo que siempre quiso, a pesar de este ruedo ibérico que rodea nuestro día a día.

Y a veces, sólo a veces, encontrarás que el amor es el último bastión donde agarrarse si todo se desmorona. No hablo del sexual, que tiene un plano distinto, sino de aquel que puedan brindarte otras personas. Y, quizá, ese sea mejor presente que cualquier objeto.

Muchas felicidades Juan Francisco :33




Palabras clave: Amor, solidaridad y felicidad.

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