Tú te miras
y él te mira,
o quizá tú lo miras,
y él se ve en ti.
Un mundo al revés,
Uróboros sin morderse,
los entrantes y salientes,
la pantalla del aire.
Hay un resplandor
que no es el tuyo,
un asesino que corta
todas las extremidades.
He visto un surco
precioso y él no,
una enredadera oscura
escalando en la nieve.
Podría tocar la seda,
el pelaje de un conejo,
una estrella fugaz,
o el dulzor de un libro.
Y tocar lo que enseña
él sería mucho mejor,
el frío pasando por
cada parte del erizo.
Tú crees que así
enseñas quien eres
sin enseñarlo,
matando sin la mirada.
Lo que él no sabe es
que si lo mirases,
y él te mirase también
tal y como sois,
todo se uniría
en mil pedazos.
Y tal vez nunca lo sabrás.