Amanece, sobre el
mismo cielo, sobre el
tupido velo del árbol
y tu cara dormida.
Sé que no estás,
pero te busco entre
el mar de gente,
entre rostros interrogantes.
Nadie diría que hay belleza
en encontrar cicatrices,
en observar las sombras
de dioses olvidados.
Tal vez quería encontrarte
y nunca supe que
podría ver brillar tantas
bolas de gas ante mí.
Y me acerco, y extiendo
la mano hacia arriba,
queriendo, quizá, acariciar
la luz que transmites.
Y sé que no estás, pero
me gusta buscarte,
saborear lo que encuentro,
empaparme en tu magia.
Amanece, sobre bailes
que nunca se hicieron,
sobre tus olas que me
arrastran y nunca me
han de soltar.
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