He cambiado los muñecos de la fortuna por una senda que sigue en línea recta, un paisaje que, si bien cambia, no muestra nada diferente. Si llueve, abro un paraguas; si hace sol, voy ligero de ropa. Nada me detiene, ni tampoco yo detengo a nadie en el camino.
Aprendo cosas, pero una termita carcome el nido, pues la sensación de que otras posibles situaciones proporcionan un abanico más amplio de experiencias inunda el suelo. No me pierdo en otros ojos. Ningún faro ilumina los míos. Los personajes cumplen su función fuera de las fronteras que ya he dejado de defender, ante la triste situación de aridez que pueblan los dominios interiores.
Giran y giran los cambios alrededor de un cuerpo que no avanza, ni se detiene. Y volveré a notar en la piel unas órbitas que atraen a la vez que rechazan, donde las emociones un día florecieron y fueron aplastadas por el zapato del miedo.
No me siento solo, es cierto, a pesar de que la soledad vigila la puerta y duerme en mi cama. Sigo construyendo mis murallas, dejando de lado aquellos gigantes con pies de barro que se rompían al poco de echar a andar. Sé lo que busco, pero no lo encuentro. También sé que dejar de buscar no sirve, porque nada cae del cielo, salvo, tal vez, el agua.
Habrá que aprovechar aquello que nos mantiene a salvo.
Bienvenido a un mundo tan abstracto como lo que pasa por mi cabeza. Literatura rompecabezas que significa cualquier cosa menos la que es. O puede que veas la realidad.

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viernes, 8 de abril de 2016
sábado, 30 de enero de 2016
Aviones de papel
Envío aviones de papel que nunca llegan. Se los llevará el viento o el fuego que todo lo arrasa. A veces hablo con la gente, para así esquivar la soledad durante unos minutos. No es que la quiera evitar, ¿saben? Es sólo que a veces sus abrazos son demasiado fuertes, y necesito escapar. Hay que sentirlo para saber lo que es.
Quisiera coger esta noche y hacer de ella algo diferente, huir donde el hombre no es hombre y el hogar es algo más que una casa. Siempre digo que llegará mi día, pero el día nunca llega. Y son muchos pasos. Uno detrás del otro. Huellas que apenas se hunden en la arena de los demás. Paso volando por encima de sus cabezas, aunque ellos conservan aún sus alas.
Oh, lo sé, a veces recuerdo cosas. Me arrastro por el tiempo y me quedo mirando lo que nunca fuí, lo que jamás podré ser. Y detrás de estas manos parece existir una fuente inagotable de felicidad. No es así. Las lágrimas desbordan los ríos, y el único mar al que desembocan está lleno de vertidos tóxicos.
De vez en cuando quisiera no ser yo. Y perderme en otros cuerpos. Y no conocer nada del mundo. Sólo permanecer, sin conocer problemas, sin saber nada. Hay mucha gente así, ¿saben? Que viven en su burbuja, alegres, sólo preocupados en comer y en estar bien. Un polvo de vez en cuando. Salir el fin de semana y beber. Nada más.
¿Qué le voy a hacer? Ya escogí mi propio camino. Habrá que seguir lidiando con él. Aunque no se recoja cosecha alguna de lo poco que se siembra. Acostumbrado a recibir las balas, a bombardear mi propia trinchera.
Algún día. Algún día alguien las recibirá a mi lado.
https://youtu.be/Fse7uQZtNdc
Quisiera coger esta noche y hacer de ella algo diferente, huir donde el hombre no es hombre y el hogar es algo más que una casa. Siempre digo que llegará mi día, pero el día nunca llega. Y son muchos pasos. Uno detrás del otro. Huellas que apenas se hunden en la arena de los demás. Paso volando por encima de sus cabezas, aunque ellos conservan aún sus alas.
Oh, lo sé, a veces recuerdo cosas. Me arrastro por el tiempo y me quedo mirando lo que nunca fuí, lo que jamás podré ser. Y detrás de estas manos parece existir una fuente inagotable de felicidad. No es así. Las lágrimas desbordan los ríos, y el único mar al que desembocan está lleno de vertidos tóxicos.
De vez en cuando quisiera no ser yo. Y perderme en otros cuerpos. Y no conocer nada del mundo. Sólo permanecer, sin conocer problemas, sin saber nada. Hay mucha gente así, ¿saben? Que viven en su burbuja, alegres, sólo preocupados en comer y en estar bien. Un polvo de vez en cuando. Salir el fin de semana y beber. Nada más.
¿Qué le voy a hacer? Ya escogí mi propio camino. Habrá que seguir lidiando con él. Aunque no se recoja cosecha alguna de lo poco que se siembra. Acostumbrado a recibir las balas, a bombardear mi propia trinchera.
Algún día. Algún día alguien las recibirá a mi lado.
https://youtu.be/Fse7uQZtNdc
martes, 17 de noviembre de 2015
Eunoia
Aquí, las profundidades del mar se quedan cortas, aunque falte el aire y apenas se distinga forma de vida alguna. Cada paso me lleva por derroteros equivocados; mientras que cada acierto es flor de un día.
No necesito nieve bajo mis pies; ya paso frío entre las llamas, allí donde arde toda esperanza. Ya arraiga la eunoia en prados que jamás pisaré, allí donde mis manos marchitan lo que sobrevive. Yo mismo he cortado las cuerdas que sujetaban mis puentes.
Quizá pervive un refugio, entre un árbol hueco, tapado con libros, triste ironía. Te lo cambio todo, mis momentos de gloria por un minuto con una sonrisa sincera. Un segundo que aleje las palabras que se arrastran, por un frente sin espejismos.
¿De qué me sirve construir si no puedo ser? Quiero tocar horizontes, sentir las estrellas en mi piel; quizá por eso sólo se cierne una noche sin luz. Los lugares a los que quise ir se marcharon, permanecen estelas en la memoria.
Ya lo ves, no supe controlar nada, ni fuera ni dentro; es un caos impaciente, devorador, igual que mi cabeza.
¿Qué camino recorrer si no hay ninguno?
https://youtu.be/oMEGJ-Jk58Q
No necesito nieve bajo mis pies; ya paso frío entre las llamas, allí donde arde toda esperanza. Ya arraiga la eunoia en prados que jamás pisaré, allí donde mis manos marchitan lo que sobrevive. Yo mismo he cortado las cuerdas que sujetaban mis puentes.
Quizá pervive un refugio, entre un árbol hueco, tapado con libros, triste ironía. Te lo cambio todo, mis momentos de gloria por un minuto con una sonrisa sincera. Un segundo que aleje las palabras que se arrastran, por un frente sin espejismos.
¿De qué me sirve construir si no puedo ser? Quiero tocar horizontes, sentir las estrellas en mi piel; quizá por eso sólo se cierne una noche sin luz. Los lugares a los que quise ir se marcharon, permanecen estelas en la memoria.
Ya lo ves, no supe controlar nada, ni fuera ni dentro; es un caos impaciente, devorador, igual que mi cabeza.
¿Qué camino recorrer si no hay ninguno?
https://youtu.be/oMEGJ-Jk58Q
martes, 10 de noviembre de 2015
El regreso
- Hola. ¿Donde has estado? Han pasado un par de semanas desde la última vez. Ya creía que no volverías.
- No he podido venir. Lo siento.
- ¿Por qué? Soy yo el que viene aquí. Nadie me obliga a nada. Es cierto que se echa de menos el que aparezcas, pero así son las cosas. ¿Qué has estado haciendo?
- He intentado alejarme de todo. Necesito reordenar mis ideas, y seguir adelante. Aunque supongo que dos semanas no han sido suficientes. ¿Qué has hecho tú?
- Comprendo... Bueno, yo me venía aquí y me ponía a pensar. Aunque debo decir que no ha sido agradable. La ausencia se notaba demasiado, ¿sabes? A veces me acercaba al río, y escuchaba el rumor del agua. Pero me sobrecogía y tenía que irme. Toda esta situación es demasiado compleja y extraña como para que sea real. Y, sin embargo, lo es. Tengo una cierta dependencia a tu figura, cuando ya debería haber salido corriendo sin echar la vista atrás.
Pausa.
- No sé cómo terminará todo, es la verdad, y, sin embargo, guardo la certeza de que el que seamos dos incógnitas, nos dejará en esta deriva. Hay cosas que nunca cambian.
- Has venido en un mal momento. Has elegido un tiempo equivocado. En el pasado elegiste un método erróneo. Tal vez esos fallos te hagan actuar mejor en otra ocasión. Valoro el hecho de que vengas, y lo que dices. Que te muestres. Pero yo no puedo actuar de otra manera. No puedes sustituir al tiempo.
- Lo sé. Lo que ocurre es que, dentro de esta celda que soy yo, tengo que luchar con lo que tenga. Hasta que cambie algo o todo se desmorone.
- No he podido venir. Lo siento.
- ¿Por qué? Soy yo el que viene aquí. Nadie me obliga a nada. Es cierto que se echa de menos el que aparezcas, pero así son las cosas. ¿Qué has estado haciendo?
- He intentado alejarme de todo. Necesito reordenar mis ideas, y seguir adelante. Aunque supongo que dos semanas no han sido suficientes. ¿Qué has hecho tú?
- Comprendo... Bueno, yo me venía aquí y me ponía a pensar. Aunque debo decir que no ha sido agradable. La ausencia se notaba demasiado, ¿sabes? A veces me acercaba al río, y escuchaba el rumor del agua. Pero me sobrecogía y tenía que irme. Toda esta situación es demasiado compleja y extraña como para que sea real. Y, sin embargo, lo es. Tengo una cierta dependencia a tu figura, cuando ya debería haber salido corriendo sin echar la vista atrás.
Pausa.
- No sé cómo terminará todo, es la verdad, y, sin embargo, guardo la certeza de que el que seamos dos incógnitas, nos dejará en esta deriva. Hay cosas que nunca cambian.
- Has venido en un mal momento. Has elegido un tiempo equivocado. En el pasado elegiste un método erróneo. Tal vez esos fallos te hagan actuar mejor en otra ocasión. Valoro el hecho de que vengas, y lo que dices. Que te muestres. Pero yo no puedo actuar de otra manera. No puedes sustituir al tiempo.
- Lo sé. Lo que ocurre es que, dentro de esta celda que soy yo, tengo que luchar con lo que tenga. Hasta que cambie algo o todo se desmorone.
lunes, 19 de octubre de 2015
Los monstruos
- ¿Qué le ocurre al bosque? ¿Lo sabes?
- Me temo que sí. Sin quererlo se han escapado pequeños monstruos que guardaba, y ahora pueblan la espesura. Pero tranquila, terminan volviendo.
- ¿Monstruos?
- Sí. La tristeza desgarradora; la soledad aislante; los celos ahogadizos; en fin, todo eso que anida en el fondo del horror de los humanos, aguardando su momento.
- ¿Y por qué se han ido a este bosque? - Inquirió, asustada.
- Les gusta el lugar. Yo no puedo controlarlos.
- Si quieres, yo podría terminar con ellos, por ti.
- ¡Oh! No, no te podría pedir eso. Y, aunque realmente quisieras hacerlo, no te sería posible acabar con todos.
- ¿Y eso por qué? ¿No me crees capaz?
- No. No es eso. Te quedaría un monstruo aún más grande, uno que tú no querrías matar, porque ha terminado formando parte de ti, de una forma u otra.
- ¿Qué... Qué clase de monstruo es ese que me describes?
- Yo mismo.
- Me temo que sí. Sin quererlo se han escapado pequeños monstruos que guardaba, y ahora pueblan la espesura. Pero tranquila, terminan volviendo.
- ¿Monstruos?
- Sí. La tristeza desgarradora; la soledad aislante; los celos ahogadizos; en fin, todo eso que anida en el fondo del horror de los humanos, aguardando su momento.
- ¿Y por qué se han ido a este bosque? - Inquirió, asustada.
- Les gusta el lugar. Yo no puedo controlarlos.
- Si quieres, yo podría terminar con ellos, por ti.
- ¡Oh! No, no te podría pedir eso. Y, aunque realmente quisieras hacerlo, no te sería posible acabar con todos.
- ¿Y eso por qué? ¿No me crees capaz?
- No. No es eso. Te quedaría un monstruo aún más grande, uno que tú no querrías matar, porque ha terminado formando parte de ti, de una forma u otra.
- ¿Qué... Qué clase de monstruo es ese que me describes?
- Yo mismo.
lunes, 5 de octubre de 2015
Reflejos
Me corté con los cristales,
bola de acero que rompe
el espejo engañoso.
Cicatriz abierta, dulce,
riega el sueño olvidado,
riega el desengaño.
Yo quise disparar, lo juro,
y se encasquilló el mundo
junto con la verdad.
No vi el monstruo que
me agarraba de frente,
absorto como estaba
en un futuro inerte.
Y grito, y callo, solo,
nadie más en casa,
nadie más asustado.
Lo juro, creí en la
coraza de la risa,
y hoy sólo conservo
un olvido recordado.
Lo juro, creí que
veía mi rostro reflejado,
y ahora descubro
que rompí la barrera
que nos unía.
Poema finalista en II Certamen de poesía "Piezas de misterio", de Cuponeta Editorial.
jueves, 17 de septiembre de 2015
No da igual
Si las otras estrellas
tapaban mi brillo
da igual, da igual,
encontré alegría
en el polvo.
Si las otras huellas
borraron mi camino
da igual, da igual,
avancé a tientas
en el lodo.
Si las otras voces
acallaban la mía
da igual, da igual,
susurré cálido
en la soledad.
Si los otros ojos
cerraban los míos
da igual, da igual,
imaginé los tuyos
en la oscuridad.
Si las otras manos
apartaban las mías
da igual, da igual,
me aferré fuerte
en los sueños.
Si las otras mentes
reprimieron la mía
da igual, da igual,
la mantuve libre
en tus palabras.
Y por eso lamento
que te asustases
de mi sombra,
no da igual, no da igual,
la luz la proyectaste tú.
Y por eso escribo
con un poco de ti,
un mucho inventado,
y la sensación de
perderte sin encontrarte.
Para la M que me mostró a Murakami
tapaban mi brillo
da igual, da igual,
encontré alegría
en el polvo.
Si las otras huellas
borraron mi camino
da igual, da igual,
avancé a tientas
en el lodo.
Si las otras voces
acallaban la mía
da igual, da igual,
susurré cálido
en la soledad.
Si los otros ojos
cerraban los míos
da igual, da igual,
imaginé los tuyos
en la oscuridad.
Si las otras manos
apartaban las mías
da igual, da igual,
me aferré fuerte
en los sueños.
Si las otras mentes
reprimieron la mía
da igual, da igual,
la mantuve libre
en tus palabras.
Y por eso lamento
que te asustases
de mi sombra,
no da igual, no da igual,
la luz la proyectaste tú.
Y por eso escribo
con un poco de ti,
un mucho inventado,
y la sensación de
perderte sin encontrarte.
Para la M que me mostró a Murakami
jueves, 27 de agosto de 2015
El torneo
En el torneo de los Tres Reyes, celebrado en Villa Penumbra; estaba a punto de disputarse el último combate.
A un lado de la arena, el paladín de la hija del señor del castillo, llamado K. Su escudo, una calavera negra sobre llamas granates.
En frente, su contrincante, J, un caballero errante. Su escudo de armas, un rayo de luz sobre cielo estrellado.
El pregonero inició las presentaciones, y M, que así se llamaba la chica, observaba expectante el que iba a ser el combate decisivo. El ganador podría quedarse con ella, o pedir una recompensa en metálico.
Un rugido ensordecedor llega desde el público, ávido de espectáculo. Las bancadas, de madera, parecían a punto de derrumbarse. Pero nada de esto importaba a los contendientes.
Una última mirada de odio entre los dos, y se colocan los yelmos. El suelo, húmedo por las lluvias, está embarrado, y en muchos puntos hay charcos enormes. Eso dificulta el movimiento, sobre todo si la armadura es pesada.
Esto lo sabía J, por eso llevaba piezas ligeras en el cuerpo, de las que solían llevar los arqueros. El inconveniente era que en pos de la agilidad, perdía mucha defensa. K, en cambio, parecía una mole de hierro impenetrable, una torre que apenas podría moverse.
Hicieron el saludo de rigor, y, al sonido de los cuernos, iniciaron el combate.
K empezó fuerte, con tajos de espada abiertos, potentes, fugaces. J bailaba a su ritmo, impotente. Parada y retroceso.
Al ver que así no podía seguir, echó a correr hacia el centro de la arena. K, más lento, se vió obligado a seguirlo. Suelta una carcajada de triunfo que se trunca cuando nota que sus pesadas grebas se hunden en el barro. La espada, lista para golpear a J, se mueve, torpe y sin gracia, y le deja vía libre a J para asestar un mandoble.
La multitud está en su máximo esplendor. Voces de apoyo a ambos enemigos, y la pasión por el combate avivan las emociones.
La espada de K se desploma en el suelo, y es devorada por el barro. Y, aunque K no se rinde, y sigue luchando con las manos, el resultado está marcado. J esquiva y golpea, esquiva y golpea, hasta que encuentra un punto débil entre los brazos, y sentencia.
Entonces, de repente, la gente se queda muda. Un silencio incómodo cubre la arena.
- Muy bien, K. Contra todo pronóstico has conseguido ganar, y como tal puedes elegir el premio, te lo has merecido. Di, ¿la mano de M, o el dinero? - Inquirió el señor de Villa Penumbra.
- La mano, señor. - Respondió, sin pensarlo apenas.
- Ya lo has oído, niña, baja con él y recíbelo como merece.
M se va del palco y baja a la arena. El vestido, blanco, se le ensucia por el barro, pero no le importa.
- Entonces, tú y yo estaremos juntos a partir de ahora, ¿no? - Le preguntó M, con los oscuros ojos brillando.
- Sí, si es vuestro deseo.
- Claro que sí. - Sonrió.
Acarició su pelo, negro y largo, bien cuidado, y, mientras lo hacía, ella lo besó. Fue algo instantáneo, veloz. Inolvidable.
Entonces se escuchó el murmullo del aire y una fuerte ráfaga invadió el lugar. Cuando J pudo mirar a su alrededor, vio que no había nadie. Solo M.
- ¿Dónde ha ido la gente?
- ¿Qué gente?
- Pues... La que había aquí, como tu padre y K.
- No te entiendo. Estamos solos.
- M... ¿No me estás engañando?
Pausa de extrañeza.
- Claro que no. Además, no me llamo M. Soy Soledad.
A un lado de la arena, el paladín de la hija del señor del castillo, llamado K. Su escudo, una calavera negra sobre llamas granates.
En frente, su contrincante, J, un caballero errante. Su escudo de armas, un rayo de luz sobre cielo estrellado.
El pregonero inició las presentaciones, y M, que así se llamaba la chica, observaba expectante el que iba a ser el combate decisivo. El ganador podría quedarse con ella, o pedir una recompensa en metálico.
Un rugido ensordecedor llega desde el público, ávido de espectáculo. Las bancadas, de madera, parecían a punto de derrumbarse. Pero nada de esto importaba a los contendientes.
Una última mirada de odio entre los dos, y se colocan los yelmos. El suelo, húmedo por las lluvias, está embarrado, y en muchos puntos hay charcos enormes. Eso dificulta el movimiento, sobre todo si la armadura es pesada.
Esto lo sabía J, por eso llevaba piezas ligeras en el cuerpo, de las que solían llevar los arqueros. El inconveniente era que en pos de la agilidad, perdía mucha defensa. K, en cambio, parecía una mole de hierro impenetrable, una torre que apenas podría moverse.
Hicieron el saludo de rigor, y, al sonido de los cuernos, iniciaron el combate.
K empezó fuerte, con tajos de espada abiertos, potentes, fugaces. J bailaba a su ritmo, impotente. Parada y retroceso.
Al ver que así no podía seguir, echó a correr hacia el centro de la arena. K, más lento, se vió obligado a seguirlo. Suelta una carcajada de triunfo que se trunca cuando nota que sus pesadas grebas se hunden en el barro. La espada, lista para golpear a J, se mueve, torpe y sin gracia, y le deja vía libre a J para asestar un mandoble.
La multitud está en su máximo esplendor. Voces de apoyo a ambos enemigos, y la pasión por el combate avivan las emociones.
La espada de K se desploma en el suelo, y es devorada por el barro. Y, aunque K no se rinde, y sigue luchando con las manos, el resultado está marcado. J esquiva y golpea, esquiva y golpea, hasta que encuentra un punto débil entre los brazos, y sentencia.
Entonces, de repente, la gente se queda muda. Un silencio incómodo cubre la arena.
- Muy bien, K. Contra todo pronóstico has conseguido ganar, y como tal puedes elegir el premio, te lo has merecido. Di, ¿la mano de M, o el dinero? - Inquirió el señor de Villa Penumbra.
- La mano, señor. - Respondió, sin pensarlo apenas.
- Ya lo has oído, niña, baja con él y recíbelo como merece.
M se va del palco y baja a la arena. El vestido, blanco, se le ensucia por el barro, pero no le importa.
- Entonces, tú y yo estaremos juntos a partir de ahora, ¿no? - Le preguntó M, con los oscuros ojos brillando.
- Sí, si es vuestro deseo.
- Claro que sí. - Sonrió.
Acarició su pelo, negro y largo, bien cuidado, y, mientras lo hacía, ella lo besó. Fue algo instantáneo, veloz. Inolvidable.
Entonces se escuchó el murmullo del aire y una fuerte ráfaga invadió el lugar. Cuando J pudo mirar a su alrededor, vio que no había nadie. Solo M.
- ¿Dónde ha ido la gente?
- ¿Qué gente?
- Pues... La que había aquí, como tu padre y K.
- No te entiendo. Estamos solos.
- M... ¿No me estás engañando?
Pausa de extrañeza.
- Claro que no. Además, no me llamo M. Soy Soledad.
martes, 18 de agosto de 2015
El abismo
- ¡Eh! ¿Sabes lo que ha pasado? ¿Por qué estamos solo nosotros dos aquí?
- No lo sé. ¿Sabes tú por qué se ha abierto la tierra haciendo una brecha insalvable entre nosotros?
- Ni idea. Ya he estado más veces aquí. Pero siempre estaba yo solo. Sé quién eres. Te he visto en algunas ocasiones desde aquí. Estabas allí, más abajo. Cuando encendías la luz de tu ventana, entonces te observaba.
- ¿Eso hacías? ¿Y por qué no bajabas? Eso asusta, ¿sabes?
- Lo desconozco. Supongo que no quería molestarte. En realidad soy inofensivo. Tampoco entiendo por qué ahora que estás frente a mí, no podemos cruzar al otro lado.
Silencio. Es noche cerrada, y el frío inunda el valle. Una brisa gélida, un aullido mortal.
- Yo a veces también te veía, ¿sabes? Me preguntaba qué hacías allí arriba, tan solo, en lo alto de la colina. Ahora ya lo entiendo. Solo un poco.
- Eso sí me sorprende. No creía que te fijases siquiera en mí. Dime, ¿por qué has subido hoy?
- Me apetecía ver las estrellas. Allí abajo no se ven, ¿sabes?
- Eso es porque no te has mirado al espejo.
- ¿Qué? ¿Qué quieres decir?
- Nada. ¿Aún no se te ocurre por qué estamos así?
Pausa. Los dos empiezan a sentir frío. No se ve la luna, pero las estrellas invaden el firmamento.
- No estoy segura. Quizá sea porque el miedo ha controlado el valle, ¿no crees? Ni siquiera debería estar hablando contigo. Esto no está bien, no. No debo. No sé por qué sigues aquí. Ya tendrías que haberte ido. ¿Por qué te has quedado? - Musitó, con los ojos húmedos.
- Ya me acuerdo. Creo que fueron mis ganas por bajar lo que abrió las entrañas de la tierra. ¿Dices que fue el miedo? Puede ser también... No recordaba muchas cosas después del choque. Yo... Yo no puedo irme. Aunque no pueda tocarte, o hablarte. Demasiado bonito me parece ya el que estés ahí manteniendo unas palabras conmigo.
- No te entiendo. No te entiendo. No es normal. Esto no es normal, no... Si ni siquiera sabes cómo soy... Quizá esto que se ha formado es para que reflexiones y cambies de parecer. Sí, puede ser eso. Tomar distancia arreglará esta locura que has creado.
- ¿No piensas que es un poco contradictorio? Tú siempre has estado abajo, y yo aquí, en la colina. ¿Qué distancia? ¿Acaso suponen una diferencia unos metros más? Siempre hemos estado así. Sin tocar las yemas de los dedos de la otra persona. Seguramente sea mi culpa, no lo niego, pero este abismo no puede cambiar nada. Acaso apuntale la soledad y apague estrellas del cielo. Nada más. No silenciará tu voz. No apagará tus ojos.- Contestó, con un deje de tristeza en la mirada.
https://youtu.be/O0HQ6-Czb3U
- No lo sé. ¿Sabes tú por qué se ha abierto la tierra haciendo una brecha insalvable entre nosotros?
- Ni idea. Ya he estado más veces aquí. Pero siempre estaba yo solo. Sé quién eres. Te he visto en algunas ocasiones desde aquí. Estabas allí, más abajo. Cuando encendías la luz de tu ventana, entonces te observaba.
- ¿Eso hacías? ¿Y por qué no bajabas? Eso asusta, ¿sabes?
- Lo desconozco. Supongo que no quería molestarte. En realidad soy inofensivo. Tampoco entiendo por qué ahora que estás frente a mí, no podemos cruzar al otro lado.
Silencio. Es noche cerrada, y el frío inunda el valle. Una brisa gélida, un aullido mortal.
- Yo a veces también te veía, ¿sabes? Me preguntaba qué hacías allí arriba, tan solo, en lo alto de la colina. Ahora ya lo entiendo. Solo un poco.
- Eso sí me sorprende. No creía que te fijases siquiera en mí. Dime, ¿por qué has subido hoy?
- Me apetecía ver las estrellas. Allí abajo no se ven, ¿sabes?
- Eso es porque no te has mirado al espejo.
- ¿Qué? ¿Qué quieres decir?
- Nada. ¿Aún no se te ocurre por qué estamos así?
Pausa. Los dos empiezan a sentir frío. No se ve la luna, pero las estrellas invaden el firmamento.
- No estoy segura. Quizá sea porque el miedo ha controlado el valle, ¿no crees? Ni siquiera debería estar hablando contigo. Esto no está bien, no. No debo. No sé por qué sigues aquí. Ya tendrías que haberte ido. ¿Por qué te has quedado? - Musitó, con los ojos húmedos.
- Ya me acuerdo. Creo que fueron mis ganas por bajar lo que abrió las entrañas de la tierra. ¿Dices que fue el miedo? Puede ser también... No recordaba muchas cosas después del choque. Yo... Yo no puedo irme. Aunque no pueda tocarte, o hablarte. Demasiado bonito me parece ya el que estés ahí manteniendo unas palabras conmigo.
- No te entiendo. No te entiendo. No es normal. Esto no es normal, no... Si ni siquiera sabes cómo soy... Quizá esto que se ha formado es para que reflexiones y cambies de parecer. Sí, puede ser eso. Tomar distancia arreglará esta locura que has creado.
- ¿No piensas que es un poco contradictorio? Tú siempre has estado abajo, y yo aquí, en la colina. ¿Qué distancia? ¿Acaso suponen una diferencia unos metros más? Siempre hemos estado así. Sin tocar las yemas de los dedos de la otra persona. Seguramente sea mi culpa, no lo niego, pero este abismo no puede cambiar nada. Acaso apuntale la soledad y apague estrellas del cielo. Nada más. No silenciará tu voz. No apagará tus ojos.- Contestó, con un deje de tristeza en la mirada.
https://youtu.be/O0HQ6-Czb3U
lunes, 27 de julio de 2015
La fortaleza
- Eso que cuentas es muy extraño.- Replicó.- Me niego a creer que te muevas entre esos dos polos tan extremos.
- Que sea extraño no quita que sea verdad.- Respondí.- Es como haber estado rodeado de enormes murallas durante muchos años. Fosos, arqueros preparados en las almenas. Todo un ejército bien pertrechado para largos períodos de asedios. Nadie se atreve a entrar. Nadie intenta cruzar el puente. Y, quien lo hace, termina siendo expulsado poco a poco de mis dominios. No me gustan los caballos de Troya. Un abrazo con la soledad, eso es lo que había. Voluntario, agradable. Solo las conexiones de rigor. El saludo educado. El mar de palabras que dice mucho pero que cuenta poco. Había incluso momentos en los que rehuir de la gente era necesario. No siempre, claro. Solo cuando había objetivos concretos y no quería distracciones. Sí, eso es. Rehuía de esas distracciones. No me malinterpretes, en realidad soy extrovertido, aunque si no hay un tema que encaje conmigo, solo gobierna la parquedad. Por eso parezco tan tímido. Tan huraño. A veces no es lo que eres, sino lo que tu alrededor hace de ti. Aunque no importa. Uno se adapta. Fluye por el agua, por pútrida que sea, y se moldea. O perece.
- Hasta ahí bien. Puede ser raro, pero no es increíble. El problema viene cuando me cuentas que todo eso se difumina, se pierde. Se voltea por completo, a causa de una persona que apenas conoces, como si un huracán pudiese llevar al traste todo lo que eres y has sido. ¿Cómo esperas que piense que ese pensamiento es serio?
- ¿Y qué quieres que haga? Ella no era un caballo de Troya. Ni siquiera pasó del puente. Y entonces todo se vino abajo. Con una mirada.
- ¿Con una mirada? ¡Já! Eso no raspa ni la pintura de las almenas.
- No era solo eso. Tiró una piedra al río. Y algo de ella vino a mí a través de las ondas. Un reflejo, una mera sombra de lo que era ella. Y eso bastaba. No era suficiente, pero bastaba. Y toda defensa caía. Siendo sincero, no toda, pero sí la mayor parte. Entonces le contaba cosas que no le contaba a nadie. Le mandaba mensajeros. Ponía todos los esfuerzos en hacer algo alrededor de su figura. De construir dentro algún edificio que no fuese solo para militares o pensadores. Todo se abría, como si fuese algo natural, igual que un chorro de agua al accionar el grifo.
- ¿Y qué ocurrió? - Inquirió, interesado, sin recordar que hace nada había dicho que eso era imposible.
- No lo sé.- Musité.
https://youtu.be/fAgPPoPBXQg
- Que sea extraño no quita que sea verdad.- Respondí.- Es como haber estado rodeado de enormes murallas durante muchos años. Fosos, arqueros preparados en las almenas. Todo un ejército bien pertrechado para largos períodos de asedios. Nadie se atreve a entrar. Nadie intenta cruzar el puente. Y, quien lo hace, termina siendo expulsado poco a poco de mis dominios. No me gustan los caballos de Troya. Un abrazo con la soledad, eso es lo que había. Voluntario, agradable. Solo las conexiones de rigor. El saludo educado. El mar de palabras que dice mucho pero que cuenta poco. Había incluso momentos en los que rehuir de la gente era necesario. No siempre, claro. Solo cuando había objetivos concretos y no quería distracciones. Sí, eso es. Rehuía de esas distracciones. No me malinterpretes, en realidad soy extrovertido, aunque si no hay un tema que encaje conmigo, solo gobierna la parquedad. Por eso parezco tan tímido. Tan huraño. A veces no es lo que eres, sino lo que tu alrededor hace de ti. Aunque no importa. Uno se adapta. Fluye por el agua, por pútrida que sea, y se moldea. O perece.
- Hasta ahí bien. Puede ser raro, pero no es increíble. El problema viene cuando me cuentas que todo eso se difumina, se pierde. Se voltea por completo, a causa de una persona que apenas conoces, como si un huracán pudiese llevar al traste todo lo que eres y has sido. ¿Cómo esperas que piense que ese pensamiento es serio?
- ¿Y qué quieres que haga? Ella no era un caballo de Troya. Ni siquiera pasó del puente. Y entonces todo se vino abajo. Con una mirada.
- ¿Con una mirada? ¡Já! Eso no raspa ni la pintura de las almenas.
- No era solo eso. Tiró una piedra al río. Y algo de ella vino a mí a través de las ondas. Un reflejo, una mera sombra de lo que era ella. Y eso bastaba. No era suficiente, pero bastaba. Y toda defensa caía. Siendo sincero, no toda, pero sí la mayor parte. Entonces le contaba cosas que no le contaba a nadie. Le mandaba mensajeros. Ponía todos los esfuerzos en hacer algo alrededor de su figura. De construir dentro algún edificio que no fuese solo para militares o pensadores. Todo se abría, como si fuese algo natural, igual que un chorro de agua al accionar el grifo.
- ¿Y qué ocurrió? - Inquirió, interesado, sin recordar que hace nada había dicho que eso era imposible.
- No lo sé.- Musité.
https://youtu.be/fAgPPoPBXQg
lunes, 1 de junio de 2015
Lo siento
Escucho canciones desconocidas en la distancia. Suenan bien, pero no pueden las notas ser rozadas. Un idioma extraño, de tierras desconocidas, dormitando sobre la cama de un sueño lejano. No, lo siento, las palabras no pueden abrir brechas en el suelo, ni tampoco cerrarlas.
Las palabras son mentiras, ilusiones, deseos, y un rastro de melancolía flotando entre la felicidad. Una mano no puede tocar a la otra, y los frágiles puentes de cristal se hacen añicos bajo el peso de la realidad.
Lo siento, ya caerán sobre ti las legiones de los espartiatas, aliados más cercanos, y más feroces que mi escudo de hojas y mi espada de papel. No derramé más sangre que la de una herida, y en tu caso solo caerá al suelo el tintero.
Seguiré abriendo los brazos a esta curiosa experiencia, donde la soledad se difumina de la mano de un juego en el que, se sabe, ya está todo perdido de antemano, y solo queda intentar ganar alguna ronda.
Lo siento, seguirán cayendo las flechas de cartón sobre tu corazón, ese país envuelto siempre en la misma guerra civil.
Las palabras son mentiras, ilusiones, deseos, y un rastro de melancolía flotando entre la felicidad. Una mano no puede tocar a la otra, y los frágiles puentes de cristal se hacen añicos bajo el peso de la realidad.
Lo siento, ya caerán sobre ti las legiones de los espartiatas, aliados más cercanos, y más feroces que mi escudo de hojas y mi espada de papel. No derramé más sangre que la de una herida, y en tu caso solo caerá al suelo el tintero.
Seguiré abriendo los brazos a esta curiosa experiencia, donde la soledad se difumina de la mano de un juego en el que, se sabe, ya está todo perdido de antemano, y solo queda intentar ganar alguna ronda.
Lo siento, seguirán cayendo las flechas de cartón sobre tu corazón, ese país envuelto siempre en la misma guerra civil.
domingo, 17 de mayo de 2015
Monstruos
Él esperaba sentado a que alguien
fuese a llevárselo. Lo que no sabía era que nadie haría eso. Nunca
se había parado a sembrar nada, tan descuidado como era, y, aunque
la soledad vivía haciéndole compañía, se las apañaba y se
consolaba pensando que algún día llegaría una persona que lo
salvaría.
No le gustaba su entorno. Había
crecido aprendiendo a recluirse de aquello que no le gustaba. El día
a día. La ignorancia que rezumaba de las demás personas. Las
burlas, los dedos acusadores sobre el fantasma extraño que
representaba. Un golpe invisible tras otro, junto a algunos de
verdad, habían hecho de él la persona que era. Quizá no era
especial, es cierto, pero aprendió a valorar los pequeños gestos,
las palabras amables y las sonrisas sinceras. Aprendió a valorar
aquello que escaseaba entre los laberintos de la calle.
Encontró las manos amigas entre hojas
de papel manchadas de tinta, los ojos que no apuñalan, y la burla
que no destroza, se quedaron entre las esquinas de la mente.
¿Cómo puede quejarse la voz colectiva
de su reclusión entre las plácidas cárceles del conocimiento,
cuando fueron los hijos bastardos del odio y el rencor los que
apedrearon su frágil escudo?
¿Cómo puede quejarse si aquello que
resulta diferente es presionado hasta la destrucción? Quizá con la
salvedad de que si vuelve al redil se le protegerá de las
dentelladas de las ovejas blancas.
Y ahora, cada vez que intenta crear una
relación productiva, le tiemblan las manos al sujetar la regadera.
Porque la realidad duele. La realidad asusta. Porque los monstruos de
verdad no son ficticios.
Te saludan por la calle.
jueves, 23 de abril de 2015
Día del libro
He crecido con los libros. Ya desde pequeño me gustaban, y aún recuerdo historias de "El barco de vapor", una colección de libros rojos que podías conseguir con El círculo de lectores. Si bien es cierto que yo, exceptuando esta etapa de mi vida, nunca he tenido muchos libros. La mayoría los he descubierto en la biblioteca municipal, y, también, en la del colegio.
Puedo decir que una de las actividades a la que más tiempo le he dedicado ha sido a leer, aunque es verdad que no he tenido mucho interés en los llamados "clásicos", más que nada porque no tuve ninguna orientación en ese ámbito, y estos suelen ser de portadas sobrias (al menos allí, en la biblioteca), cosa que, como entenderán, a un adolescente o a un niño, no les atraerá demasiado.
La razón por la que escribo esto no es otra que la de darle las gracias a aquel niño pequeño, que, al igual que hoy, tenía esa pasión por la lectura, aún cuando todo lo que le rodeaba ejercía otra misión en el mundo, y no compartía ese hobby. Numerosas fueron las veces en las que me encontraba solo, viviendo en el libro, y ajeno al balón, que, a pesar de practicar deporte, no tenía el mismo interés por él que el resto.
Cierto es que eso me ha valido en muchas ocasiones de ser tildado como una persona extraña, recluida, pero nunca me he sentido solo. Ese vacío que existía (y aún existe en parte) en la sociedad que nunca supo aceptar lo diferente con respeto, lo llenaron los libros, y lo que en ellos había.
Me he perdido muchas cosas, estoy seguro, porque mirando con perspectiva, mi vida en su conjunto no ha sido, ni es, en gran medida, como la de los demás. Y no importa. Porque sé que ellos también se han perdido algo.
Las vidas que se quedaron encerradas en el papel y la tinta.
https://youtu.be/NqWcpEZ3GY0
Puedo decir que una de las actividades a la que más tiempo le he dedicado ha sido a leer, aunque es verdad que no he tenido mucho interés en los llamados "clásicos", más que nada porque no tuve ninguna orientación en ese ámbito, y estos suelen ser de portadas sobrias (al menos allí, en la biblioteca), cosa que, como entenderán, a un adolescente o a un niño, no les atraerá demasiado.
La razón por la que escribo esto no es otra que la de darle las gracias a aquel niño pequeño, que, al igual que hoy, tenía esa pasión por la lectura, aún cuando todo lo que le rodeaba ejercía otra misión en el mundo, y no compartía ese hobby. Numerosas fueron las veces en las que me encontraba solo, viviendo en el libro, y ajeno al balón, que, a pesar de practicar deporte, no tenía el mismo interés por él que el resto.
Cierto es que eso me ha valido en muchas ocasiones de ser tildado como una persona extraña, recluida, pero nunca me he sentido solo. Ese vacío que existía (y aún existe en parte) en la sociedad que nunca supo aceptar lo diferente con respeto, lo llenaron los libros, y lo que en ellos había.
Me he perdido muchas cosas, estoy seguro, porque mirando con perspectiva, mi vida en su conjunto no ha sido, ni es, en gran medida, como la de los demás. Y no importa. Porque sé que ellos también se han perdido algo.
Las vidas que se quedaron encerradas en el papel y la tinta.
https://youtu.be/NqWcpEZ3GY0
lunes, 6 de abril de 2015
¿Por qué seguir?
Hace tiempo que esto se convirtió un monólogo, donde las palabras se perdían igual que ondas en el agua. Las sillas vacías, ¿por qué seguir? Hablo de cosas que nadie entiende, cosas que no pueden ser apenas arañadas por la dureza de su coraza. Todos vemos lo mismo, pero de forma distinta.
Solo se escucha el aplauso que doy cuando hago una pausa entre acto y acto. Un triste plas, plas, que resuena por toda la sala, donde antes se sentaban un par de personas ante la curiosidad del esperpento que estaban a punto de ver.
¿Por qué seguir? La boca seca, las ganas, muertas. Nadie actuando conmigo. Nadie en el escenario, escuchando la voz que sale de mis labios, distorsionada, retumbante, igual que un loco con un amigo imaginario, solo que yo sé que no hay nada ahí.
¿Por qué seguir? Espera, no me lo digas. Porque si no sigo yo, ninguna persona más lo hará. Lo sé. No caminarán tus pasos. No respirarán la misma atmósfera viciada. No recibirán las mismas puñaladas, ni tendrán las mismas cicatrices.
Hay que seguir. Porque aunque estas palabras se pierdan entre un público que nunca ha existido, y el olvido las atrape nada más nacer, tienen una razón de ser.
La de seguir creciendo.
Solo se escucha el aplauso que doy cuando hago una pausa entre acto y acto. Un triste plas, plas, que resuena por toda la sala, donde antes se sentaban un par de personas ante la curiosidad del esperpento que estaban a punto de ver.
¿Por qué seguir? La boca seca, las ganas, muertas. Nadie actuando conmigo. Nadie en el escenario, escuchando la voz que sale de mis labios, distorsionada, retumbante, igual que un loco con un amigo imaginario, solo que yo sé que no hay nada ahí.
¿Por qué seguir? Espera, no me lo digas. Porque si no sigo yo, ninguna persona más lo hará. Lo sé. No caminarán tus pasos. No respirarán la misma atmósfera viciada. No recibirán las mismas puñaladas, ni tendrán las mismas cicatrices.
Hay que seguir. Porque aunque estas palabras se pierdan entre un público que nunca ha existido, y el olvido las atrape nada más nacer, tienen una razón de ser.
La de seguir creciendo.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Algún día
Un tambor golpea fuertemente en las cercanías. Su retumbar no me deja en paz, y cada vez que intento dormir aparecen sueños de guerra y peleas de bandas callejeras, que destrozan mis oídos.
Pero es el silencio que le precede lo que más miedo me da, cuando todo a tu alrededor no es más que una mueca que te saluda, en soledad. Perdí la cuenta de todo lo que os debo, ya me la volveréis a pasar, cuando os atreváis a entrar en el circo de las mariposas. Perdimos la capacidad de volar, y nos quedamos sobre los restos de una flor muerta, deseando que una ráfaga de aire entre y traiga algún retazo de vida, una madeja de ilusiones, quizá.
No os preocupéis, algún día será diferente. Algún día volverá a brillar la sonrisa sobre el bosque de la nostalgia.
https://www.youtube.com/watch?v=LqI78S14Wgg
Pero es el silencio que le precede lo que más miedo me da, cuando todo a tu alrededor no es más que una mueca que te saluda, en soledad. Perdí la cuenta de todo lo que os debo, ya me la volveréis a pasar, cuando os atreváis a entrar en el circo de las mariposas. Perdimos la capacidad de volar, y nos quedamos sobre los restos de una flor muerta, deseando que una ráfaga de aire entre y traiga algún retazo de vida, una madeja de ilusiones, quizá.
No os preocupéis, algún día será diferente. Algún día volverá a brillar la sonrisa sobre el bosque de la nostalgia.
https://www.youtube.com/watch?v=LqI78S14Wgg
miércoles, 11 de marzo de 2015
Prisiones
Sigo encerrado en mi propia prisión, bebiendo del agua que cae de las goteras del techo. No cuidé esto y estuve demasiado tiempo viendo el paisaje del exterior. Me encantaba observar los prados verdes y llenos de vida que veía a través de los barrotes, tanto, que, cuando me fijo un poco, todo está hecho un desastre.
No es que no lo estuviera antes, es solo que ahora se nota mucho más. Como si acabase de despertar y se me hubiese aclarado la mente. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo pesadas que son mis propias cadenas. Ahora no sé cómo salir de aquí. Privado de libertad, sin poder elegir el camino que se abría ante mis ojos, la suerte echada. Me olvidé incluso de dormir, y ahí está el catre de hierro, los brazos de la soledad como almohada, y tu nombre en las pintadas navajeras de la pared.
¿Cómo ser feliz cuando todo se trueca a lo que siempre habías temido en el fondo? Siempre se aferra el loco al último rayo de esperanza, hasta que el martillo de la realidad golpea fuerte sobre el yunque de la cordura, y todo alrededor se torna de color rojo.
Hoy ya no quiero ver lo que se extiende más allá de mi ventana. Hoy cierro la portezuela de madera y me sumo en la oscuridad de la habitación. Que descanse en paz el último halo de ilusión, sobre la tumba de las palabras equivocadas y los actos erróneos.
Para Inés.
Palabras clave: Privado, cadenas y feliz.
No es que no lo estuviera antes, es solo que ahora se nota mucho más. Como si acabase de despertar y se me hubiese aclarado la mente. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo pesadas que son mis propias cadenas. Ahora no sé cómo salir de aquí. Privado de libertad, sin poder elegir el camino que se abría ante mis ojos, la suerte echada. Me olvidé incluso de dormir, y ahí está el catre de hierro, los brazos de la soledad como almohada, y tu nombre en las pintadas navajeras de la pared.
¿Cómo ser feliz cuando todo se trueca a lo que siempre habías temido en el fondo? Siempre se aferra el loco al último rayo de esperanza, hasta que el martillo de la realidad golpea fuerte sobre el yunque de la cordura, y todo alrededor se torna de color rojo.
Hoy ya no quiero ver lo que se extiende más allá de mi ventana. Hoy cierro la portezuela de madera y me sumo en la oscuridad de la habitación. Que descanse en paz el último halo de ilusión, sobre la tumba de las palabras equivocadas y los actos erróneos.
Para Inés.
Palabras clave: Privado, cadenas y feliz.
viernes, 20 de febrero de 2015
Apuestas
Andar bajo la lluvia puede ser alentador, sobre todo si no tienes adonde ir. Caminar, caminar, y avanzar hacia una ciudad derruida, donde los destrozos cubren el pavimento, y los edificios parecen haber sido cortados con una espada en un corte diagonal.
Ustedes no saben lo que es ver la completa calma en movimiento. Coches destrozados, brisas de aire que se llevan la primavera lejos, y monstruos de nieve que buscan destrozarte con sus gélidos abrazos.
No sé si soy un perdedor, cuando en este momento solo estamos yo y la soledad. No sé si hago mal mis apuestas, jugándome lo único que me queda. Mi ropa, un libro, y una sonrisa. Si te atreves, ven, haz tu apuesta.
Ustedes no saben lo que es ver la completa calma en movimiento. Coches destrozados, brisas de aire que se llevan la primavera lejos, y monstruos de nieve que buscan destrozarte con sus gélidos abrazos.
No sé si soy un perdedor, cuando en este momento solo estamos yo y la soledad. No sé si hago mal mis apuestas, jugándome lo único que me queda. Mi ropa, un libro, y una sonrisa. Si te atreves, ven, haz tu apuesta.
jueves, 12 de febrero de 2015
Mr. White
El señor blanco llega a una casa desvencijada. El verde de las hiedras, las enredaderas, y los líquenes cubren la madera. No parece haber nadie. Aún así, llama. Un golpe, y otro, y otro.
- ¿A quién busca, señor blanco? - Pregunta alguien a sus espaldas.
- Oh. Solo quería hablar con la persona que vive aquí.
- Ya veo. Pero creo que no está.
- ¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido?
- ¿Cuanto tiempo hace que no viene señor blanco? ¿Se molestó acaso en asomar su nariz antes de que la madera fuese pasto de la naturaleza?
- Bueno... Es cierto que no vengo desde hace más de un año... Pero no me imaginaba que esto estuviese así.
- ¿Y por qué viene ahora?
- Bueno, no creo tener derecho a venir aquí, pero... Me sentía solo. Y entonces me acordé de todo. Me paré a pensar fríamente, más que en otras ocasiones.
- ¿Te sentías solo? ¿No es eso un poco egoísta? ¿Y que hay de la persona de esa casa?
- Es cierto que lo es, pero si únicamente estuviese aquí por esa razón. Fue un error.
- Ciertamente, señor blanco. ¿Y, qué deseabas entonces?
-¿Por qué tendría que contarselo a usted? Quiero vivir con el habitante de esta casa.
- Estás hablando con él. No has cambiado nada.
- ¿Eres tú? Te ruego que me disculpes. Has cambiado. Y, por cierto, no soy el señor blanco. Soy el señor negro.
- ¿A quién busca, señor blanco? - Pregunta alguien a sus espaldas.
- Oh. Solo quería hablar con la persona que vive aquí.
- Ya veo. Pero creo que no está.
- ¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido?
- ¿Cuanto tiempo hace que no viene señor blanco? ¿Se molestó acaso en asomar su nariz antes de que la madera fuese pasto de la naturaleza?
- Bueno... Es cierto que no vengo desde hace más de un año... Pero no me imaginaba que esto estuviese así.
- ¿Y por qué viene ahora?
- Bueno, no creo tener derecho a venir aquí, pero... Me sentía solo. Y entonces me acordé de todo. Me paré a pensar fríamente, más que en otras ocasiones.
- ¿Te sentías solo? ¿No es eso un poco egoísta? ¿Y que hay de la persona de esa casa?
- Es cierto que lo es, pero si únicamente estuviese aquí por esa razón. Fue un error.
- Ciertamente, señor blanco. ¿Y, qué deseabas entonces?
-¿Por qué tendría que contarselo a usted? Quiero vivir con el habitante de esta casa.
- Estás hablando con él. No has cambiado nada.
- ¿Eres tú? Te ruego que me disculpes. Has cambiado. Y, por cierto, no soy el señor blanco. Soy el señor negro.
Ubicación:
23170 La Guardia, Jaén, España
sábado, 7 de febrero de 2015
Nothing
Una línea cruza el horizonte en solitario. Alguien se esconde en el bosque. Pero de nada le sirve esconderse cuando el agua del pantano le cubre las rodillas. ¿Qué es lo que vuela? Nada. Las ramas atravesaron los cuerpos de los pájaros que salieron volando. Árboles de espino que cierran la noche. ¿Qué es lo que canta? Nada. Los gritos y el silencio quemaron la melodía de las flores. De nada sirve correr. Toda la tierra por donde te mueves está llena de lodo, y hasta el pecio más ligero se hunde.
¿Qué es lo que viene?
¿Qué es lo que viene?
Ubicación:
23170 La Guardia, Jaén, España
miércoles, 11 de diciembre de 2013
Nos colocamos diferentes caras debajo de la misma fachada, quizá porque seguimos sintiendo igual aunque los rostros cambien. Tal vez porque da miedo la oscuridad, la pena de sentir la soledad acechando en cada esquina, cuando lo único que deseas es ir con alguien que la destruya solo con una palabra. Y ella lo consigue, aunque no pueda rondar siempre, pero al caer la noche extiende su manto de luz para cubrirme del frío.
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