Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Mostrando entradas con la etiqueta nada. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nada. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de enero de 2016

Aviones de papel

Envío aviones de papel que nunca llegan. Se los llevará el viento o el fuego que todo lo arrasa. A veces hablo con la gente, para así esquivar la soledad durante unos minutos. No es que la quiera evitar, ¿saben? Es sólo que a veces sus abrazos son demasiado fuertes, y necesito escapar. Hay que sentirlo para saber lo que es.

Quisiera coger esta noche y hacer de ella algo diferente, huir donde el hombre no es hombre y el hogar es algo más que una casa. Siempre digo que llegará mi día, pero el día nunca llega. Y son muchos pasos. Uno detrás del otro. Huellas que apenas se hunden en la arena de los demás. Paso volando por encima de sus cabezas, aunque ellos conservan aún sus alas.

Oh, lo sé, a veces recuerdo cosas. Me arrastro por el tiempo y me quedo mirando lo que nunca fuí, lo que jamás podré ser. Y detrás de estas manos parece existir una fuente inagotable de felicidad. No es así. Las lágrimas desbordan los ríos, y el único mar al que desembocan está lleno de vertidos tóxicos.

De vez en cuando quisiera no ser yo. Y perderme en otros cuerpos. Y no conocer nada del mundo. Sólo permanecer, sin conocer problemas, sin saber nada. Hay mucha gente así, ¿saben? Que viven en su burbuja, alegres, sólo preocupados en comer y en estar bien. Un polvo de vez en cuando. Salir el fin de semana y beber. Nada más.

¿Qué le voy a hacer? Ya escogí mi propio camino. Habrá que seguir lidiando con él. Aunque no se recoja cosecha alguna de lo poco que se siembra. Acostumbrado a recibir las balas, a bombardear mi propia trinchera.

Algún día. Algún día alguien las recibirá a mi lado. 


https://youtu.be/Fse7uQZtNdc

jueves, 31 de diciembre de 2015

Otro año más

Ya llega otro papel
que se quema,
y no me reconocieron
mis huidizos ojos.

Acabé con todo lo
que crecía a mi lado,
lo siento por eso,
soy asesino redentor.

Tal vez se cierre 
por siempre un ciclo,
y comience la nada,
buscando un camino.

Tal vez permanezca
girando la rueda,
y las ilusiones
se vuelvan reales.

Sólo sé que luché
como lucha un ruiseñor,
cantando a través
de las heridas.

Sólo sé que di hasta
el último rincón
de mis emociones,
aunque no como quería.

Y me quise acercar
a otras sombras,
de verdad que sí,
pero nunca lo conseguí.

Y me quise olvidar
del fuego que abrasa,
del frío que quema,
del agua que ahoga.

Y me quise olvidar
de tus labios imposibles,
de tus manos lejanas,
de tu figura desconocida.

Y es como querer hundir
el cielo que se alza,
aún cuando cierras
todas las ventanas.

No soy sin ti, y tú sin mí eres,
dos círculos girando
sobre lo mismo, cada año,
un eterno retorno desolador.

Ahora aguardaré por
un último soplo de aire,
y si no llega, me iré,
allí donde nunca estuve.


Feliz 2016 a tod@s :)


lunes, 28 de diciembre de 2015

Incendios

Él está sentado sobre el tronco de siempre. Tiene la vista fija en el bosque, un lugar que empieza a arder.

- Así son las cosas, ¿verdad? Mientras yo movía mis piezas, tú movías las tuyas. Ninguno decía nada. Sólo charlábamos. Yo escondía mis planes, y tú los tuyos. Jugábamos a no ser, a esquivar las balas. No esperábamos nada. Y todo este movimiento, ha conseguido pillarme desprevenido. No debería, pero así ha sido. El problema, o el alivio, es que tú aún no has visto lo que aguarda el mañana. Lo que desconozco es si esas acciones serán combustible para este incendio que acabará consumiendo todo lo que somos, o si, por el contrario, harán que se detenga. Sea lo que sea, marcará una nueva era. Yo ya quemé mi último cartucho. El de la sinceridad.


El todo o la nada.


https://youtu.be/PI2rWyXbv24



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Al pie del cerezo


Sus ojos se humedecieron cuando se encontró frente al viejo cerezo. Al pie del árbol había enterrado sus recuerdos, de cuando conoció a M y habló con ella. En una caja de cartón, ahí cabían todos.

Cogió la pala, y comenzó a excavar. Aún sabía el lugar exacto. La flor del cerezo estaba en su apogeo. Igual que aquel día. La encontró por casualidad y se quedó prendado. Lo intentó. Intentó acercarse a ella. Pero eso no siempre es posible. Lo extraño de todo es que lloró ella, no él. Una daga de doble filo, el amor.

Paró de excavar. Sacó la caja y la abrió. Sonrió con amargura y se fue. No había nada. 


Seleccionado en II Concurso Internacional de Microcuentos, de la editorial Talento Comunicación. 

miércoles, 29 de abril de 2015

Yo creo que no

Dos gallos de pelea, cada uno en un rincón, sin ganas de dar guerra. La sonrisa cansada, frente a un golpe que recorre el cuerpo como un eco. Dudas que juegan al ajedrez, en un tablero que poco se parece al de la cordura, donde los reyes matan a sus reinas y se hacen seppuku.

No sé adonde lleva todo, ni siquiera aparece nada claro. Quizá deba desandar los pasos equivocados. Quizá deba empezar a hacer algo antes de que suba la marea y me coja aquí, desprevenido. No hacer nada también es un acto, pero que no aporta ninguna cosa satisfactoria.
¿Se pueden borrar las marcas que dejamos en los muros arruinados?

Yo creo no.

martes, 17 de marzo de 2015

Soy

Hoy soy un libro con las palabras desordenadas, imposible de leer. La quiromancia más extraña, dormida en los posos de la brea que despiden mis ojos. Una bacanal confusa, adormecida, con los ánimos sin pulso alguno. Soy la antorcha que oscurece tu sonrisa de satisfacción. Una mano muerta que se desliza por el suave vaivén del aire, resistente a dejar de funcionar, cuando ya no queda nada por lo que moverse.

Hoy soy aún más un planeta hueco, que se sale de su órbita y se estrella contra la luna. Un montón de líneas difusas, con trazos de idas y retornos, irregulares compases cuyas bifurcaciones pierden la alegría. Un buscador chiflado que se pierde en el desierto de tus astros para nunca salir, muerto de hambre y sed, y ningún tesoro en sus manos.

Soy melancolía, una bruma espesa que sacude los cimientos de todo en lo que alguna vez creí. El hacha que termina de talar el solitario árbol milenario, cuyas raíces controlaban todo el bosque. La esperanza moribunda que rasca con sus uñas la puerta de lo inalcanzable, mientras jadea y escupe cuajerones de sangre.

No hay nada al otro lado, nada a lo que aferrarse, nada que voltee el rumbo de los barcos a la deriva.

Por eso hoy, más que nunca, puedo decir que, al hablar, el eco me responde.

https://youtu.be/2sNSA09euT8

martes, 3 de marzo de 2015

Recuerdos

No sé qué le llevó a Martin llevar a cabo aquella acción, yo aún no puedo darme cuenta de nada, aunque lo vi todo, aquel día, en el bosque. Pero si se lo contase a alguien seguramente me hubieran tildado de loco, y el que hoy les escribe para intentar quitar tinieblas del extraño caso acontecido en el Glad Forest hace veinte años, seguramente estaría en el centro de salud mental.

Verán, Martin era un joven maestro de escuela, en aquel agujero en medio de la nada que era mi pueblo. No estaba en medio de la nada, es cierto, porque la ciudad estaba cerca. Pero las mentalidades eran demasiado conservadoras, como suele darse en estos lugares. Yo era un muchacho que aún tenía todo por descubrir, y la fascinación que sentía por mi maestro, me hizo seguirlo a través del bosque. No lograba entender cómo alguien como él, que sabía seis idiomas, y era muy inteligente, hubiera acabado en un sitio como este, cuando seguramente en otros lugares estaría mejor.

El caso es, que aquel día Martin estaba extraño. Caminaba con dificultad, con pesar, y llevaba una mochilita a la espalda. Anduvimos largo rato, y, en el centro del bosque, se detuvo. Había un tronco enorme de un viejo pino que había sido cortado al estar enfermo, y ahí se sentó mi maestro. Abrió la mochila, y sacó un trozo de queso y algo de pan. Debo decir que me dió hambre, pues era ya tarde, y quedaba poco sol en el cielo. Y yo, que era un poco miedica por aquel entonces, dudaba sobre si salir, o quedarme así. Ahora me alegro de haberme quedado escondido, pues lo que voy a revelar, sin duda se os antojará terrorífico.

Una vez hubo terminado de comer, Martin cogió de la mochila un escalpelo, y una foto, en la que aparecía una chica. No sabía quién era, ni nunca lo sabré, porque no supe más que aquello. Entonces, comienza a cantar. No conozco el idioma, pues yo no tenía ni idea de lo que decía. Lo único que sabía era que estaba impregnada de melancolía y de dolor. Era noche cerrada, y yo estaba paralizado de miedo, pues no me esperaba una escena así.

Cuanto más cantaba, más desgarrada era la canción, llegando a incluso a llorar. Yo me aguantaba como podía. Entonces, empezaron a llegar luciérnagas, pues no lejos de allí había un lago donde solían ir. Lo curioso era que todas iban hacia él, y se posaban en su cuerpo. Una vez terminada la canción, cogió el escalpelo, y, con determinación, se rajó el cuello. Rápido. Limpio.

Las luciérnagas se fueron todas, como si aquello fuese un horrible crímen en el estado de la naturaleza. Todas, excepto una. Se quedó en el cuello, llenándose de sangre, y su luz fue haciéndose cada vez más y más intensa, de un rojo increíble, hasta el punto en que pensé que podía llegar a estallar en cualquier momento. Fue entonces cuando llegó lo peor. La luciérnaga se dirigió hacia mí, lenta, pero inexorable, y se posó en mis labios. Ya pueden imaginarme. Ojos abiertos de par en par, a punto de llorar y gritar, conmocionado por lo que acababa de ver. Un espectáculo poco digno de ver, un espectador inoportuno.
Y fue cuando lo escuché. La voz, la maldita voz de Martin. Parecía provenir directamente de aquella luciérnaga endiablada.

- Escucha bien, Aluccard, la lucha que no lleva a nada acaba en derrota, nunca pelees por aquello que no aprecia tu esfuerzo, no te marques un solo camino, porque si se corta, no sabes adonde ir. No seas como yo Aluccard, o las libélulas devorarán tu alma.

Para Nana

Palabras clave: Libélula, escalpelo, políglota.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Fantasmas

Vamos a cerrar los ojos, y a imaginar que no tengo pies de gigante. Que las flechas no cercenaron ninguna zona de mi cuerpo. Nunca caí, y todas mis empresas tuvieron éxito. Y jamás, jamás se apagó el brillo en mis ojos, porque en ningún momento el cuchillo del dolor fue dirigido hacia mí. Tampoco me arrepentí nunca de nada, porque todas mis decisiones eran correctas; ningún error, ningún error.

Siempre lo olvidé todo, nada que recordar, solo hojas muertas tras de mí, veneno en mis huesos, cenizas en mi boca, y un cigarrillo sin apagar en la mano.

Vamos a cerrar los ojos, y a imaginar que los fantasmas no existen.

lunes, 14 de julio de 2014

City of echoes

Voces que se entrecruzan y vuelven a sonar, una y otra vez, rebotan, vuelan, saltan, sin querer apagarse. Son mariposas eternas en medio del silencio. Nada. Eran dos luchadores con espadas de papel que podían darse realmente fuerte, y herir al otro. Y el mismo papel usado servía para cubrir la herida. No llega la sangre al río. Ni siquiera sale sangre. Balas de aire. Bombas de insomnio.

Edificios pintados con cera y asfalto de flores, con vehículos transparentes como fantasmas, atravesando todo a su paso. Su luz llenaba por completo la de las farolas, y en medio de la ausencia de ruido, era un estruendoso huracán. Lo removía todo con sus momentos mudos. El largo pelo le tapaba el rostro, igual que si fuese una capucha y un pasamontañas a la vez. Se sentaba allí, en el bar Las Dudas, y bebía sin parar hasta que yo iba a por ella y la devolvía de nuevo a su casa. Una vez allí se calmaba, mientras que los vándalos de la Estabilidad destrozaban el bar. Hasta que volvieran a arreglarlo. Hasta entonces puedo hacer que no sienta la necesidad de pasar por allí.


Seguimos danzando, con ganas, sonido disperso, pétalos flotando. Es la misma danza, mismo son, y las notas atraviesan las corazas más duras. Sabemos que es complicado realizar el baile, pero las ganas pueden con todos los monstruos de la noche, y los escudos que cubren el escenario nos salvan de cuchillas exteriores. El poder de dos se vuelve el de uno solo. Y las olas de nuestras aguas inundarán esta pequeña ciudad llena de ecos.



https://www.youtube.com/watch?v=zukO1h11hrM

viernes, 4 de octubre de 2013

Nuevas hojas

Bolas de algodón
cruzan Ivalice,
frías y húmedas
sobre el paredón.

¿Quién es el reo?
Murmura el viento.
¿Quién el verdugo?
Susurra el pueblo.

Ante el pelotón
de fusilamiento se
haya la firme Nada, 
pena capital por
vivir por cuatro años
en el mismo lugar.

El sucio estanque
de feos patos,
los tristes campos
de cizaña sembrados.

Los grises bosques
de fuego quemados,
los olvidados prados
de bellas rosas cortados.  
 
Apretó el gatillo
el capitán Alegría,
llenando de luz
la sombra del día.

Y fue justo entonces
cuando aguas verdes
y patos feos mueren.

Y fue justo entonces
que dibujó sonrisas
en el lugar donde las
lágrimas tenían prisas.


"Hay placer en los bosques sin senderos, hay éxtasis en una costa solitaria. Está la soledad donde nadie se inmiscuye, por el océano profundo y la música con su rugido: No amo menos al hombre pero si más a la naturaleza."-Lord Byron.

martes, 1 de octubre de 2013

El viaje

Son largas las escaleras que llevan al templo de Tenochtitlán, y al llegar a la cima me pierdo entre tantas ofrendas y habitaciones desconocidas. Doy vueltas sin rumbo fijo, viendo a algunos fieles, hasta quedarme solo. El viento soplaba en un término medio que se agradecía bastante, teniendo en cuenta que no iba muy abrigado. Un techo de nubes blancas cubría y tapaba al cielo. Fue fijándome en estos detalles cuando apareció ella, de la nada, la diosa Itzel, mientras en los alrededores no había alma humana alguna.

Al acercarse a mí, la fragancia de miles de flores rodearon mi cuerpo, y, como buenos mensajeros, penetraron en cerebro a través de las fosas, llenándome de placer y alegría. Parecía algo fuera de lugar. De entre todas las personas, la diosa aparecía ante mí. No solo eso, me sonreía de forma sincera, como si ya la conociera de antes, de otro mundo lejano, abstracto, y perdido en el espacio.

Se acercó a mí, y caminando a mi vera, comenzó a hablar. No sabía en qué idioma hablaba, y aunque lo entendiese, solo tenía sentidos para su rostro, para la sinuosa silueta de su hechizante cuerpo, pues me parecía estar viviendo algo irreal, imposible. Me miraba de vez en cuando, y se encontraba mis ojos fijos en los de ella, tanto era así que me limitaba a seguir sus pasos. Ya podría haberse lanzado al vacío por un precipicio que me hubiera lanzado en pos de ella sin dudarlo.

Durante mi estancia a su lado, iban apareciendo demonios que rugían y que escupían humo por la boca, pero al verla a ella, se detenían y nos dejaban pasar. Llegamos a una gran extensión de terreno, cubierto de verdes hierbas, y árboles que pugnaban por superarles en color. Allí habían duendecillos de los bosques correteando por doquier, y armando mucho ruido. Me llevó a una zona desierta, donde se podían ver cascadas de agua, y pequeños caminos formados por árboles. Entonces habló en mi idioma natal.

- Cómo son de curiosas las cosas, hasta lo que parece inmutable cambia en un descuido.

Entonces volvimos al lugar inicial, y, con un movimiento de manos hizo aparecer unas hojas enormes sobre las que podíamos sentarnos.

- Ese estanque seco que ahí ves, antaño tenía el agua cristalina, y ahora no es más que refugio de los ghouls, que vienen a molestar enseñando sus partes íntimas a los viajeros.

Me preguntó sobre mi viaje y qué me había llevado allí, cosa que me sorprendió, pues yo había ido allí a rendirle tributo.
Empezó a hacer frío, así que ella hizo aparecer un abrigo sobre su cuerpo, y yo solo pude mitigarlo acercándome y juntando mi piel con la suya. Era cálida al contacto y ardía en deseos de acercarme más, pero desconocía sus intenciones, de modo que volví a mi posición inicial y continué hablando con ella. Observaba todos sus movimientos; la posición del cuerpo, la velocidad de sus labios, el brillo de sus ojos, la duración de una risa.

El tiempo pasó como un trueno en la lejanía, rápido, fugaz, y haciéndose notar. El barco que debía llevarme de vuelta a casa zarparía en pocos momentos. Yo quería quedarme en aquel lugar con Itzel, envuelto en una burbuja como estaba. Ella me acompañó en el camino de vuelta, dejando atrás el templo, protegiéndome en todo momento por el camino. Ella me guiaba por senderos seguros, alejados de monstruos, y su voz me envolvía en un etéreo sueño que llevaba de cabeza a un más allá imaginario.

Llegamos al fin a puerto, y, dado que el barco no estaba anclado, tuve miedo de haberlo perdido y de haberme quedado en tierra. Aún así, Itzal se encontraba conmigo en todo momento, brindándome su grata compañía. Era curioso, pues ella no podía alejarse del templo, aquel era su hogar, y no podía venir conmigo en mi viaje de regreso. Fue al ver llegar el barco cuando de veras dudé entre embarcarme o quedarme allí. Me fundí en un profundo abrazo con la diosa, y, besándonos en las mejillas, parecíamos decir: "No sé cómo de rápida debe de ser la batalla, ni qué tipo de armas lanzar, solo sé que cuando me disparas, todo lo demás me da igual."

Y, una vez montado en el transporte, desde la ventana de mi camarote se veía el mar, pero yo en los cristales solo podía retratar sus facciones, y nada más.

http://youtu.be/h_5DK_9YxbA