Se ha roto el fino equilibrio que mantenía las mareas a salvo, ahora el agua lo inunda todo. Existen tsunamis creados por la apatía que derriban convicciones enteras. La esperanza, nadando en el barro, intentará ser la última superviviente de un naufragio mortal.
No existen refugios, y las palabras no envuelven como antes. Todo pierde su fuerza. Siempre pisando sin saber cuál es el camino. Se desgarran las emociones, y jamás existieron cicatrices. La humanidad camina, y yo me dejo caer sobre montañas de universos rotos, como mi cabeza.
Que venga la lluvia, que caiga la noche sobre mis ojos. Borré de mis ojos los colores del arcoiris y coloqué el sepia de las películas de terror. Así da menos miedo la realidad. Y sé que correrán las partículas a juntarse, pero yo nunca lo haré.
Temblores. A veces quisiera que fuese el frío, o una extraña enfermedad que me nubla los sentidos. Aunque no es otra cosa que la vida que habita tras estas manos. Lo que se escapa y que nunca tendré.
Unos dedos que entrelacen los míos.
https://youtu.be/w2mKRjPHUNg
Bienvenido a un mundo tan abstracto como lo que pasa por mi cabeza. Literatura rompecabezas que significa cualquier cosa menos la que es. O puede que veas la realidad.

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jueves, 12 de mayo de 2016
viernes, 8 de abril de 2016
Aún permanezco
He cambiado los muñecos de la fortuna por una senda que sigue en línea recta, un paisaje que, si bien cambia, no muestra nada diferente. Si llueve, abro un paraguas; si hace sol, voy ligero de ropa. Nada me detiene, ni tampoco yo detengo a nadie en el camino.
Aprendo cosas, pero una termita carcome el nido, pues la sensación de que otras posibles situaciones proporcionan un abanico más amplio de experiencias inunda el suelo. No me pierdo en otros ojos. Ningún faro ilumina los míos. Los personajes cumplen su función fuera de las fronteras que ya he dejado de defender, ante la triste situación de aridez que pueblan los dominios interiores.
Giran y giran los cambios alrededor de un cuerpo que no avanza, ni se detiene. Y volveré a notar en la piel unas órbitas que atraen a la vez que rechazan, donde las emociones un día florecieron y fueron aplastadas por el zapato del miedo.
No me siento solo, es cierto, a pesar de que la soledad vigila la puerta y duerme en mi cama. Sigo construyendo mis murallas, dejando de lado aquellos gigantes con pies de barro que se rompían al poco de echar a andar. Sé lo que busco, pero no lo encuentro. También sé que dejar de buscar no sirve, porque nada cae del cielo, salvo, tal vez, el agua.
Habrá que aprovechar aquello que nos mantiene a salvo.
Aprendo cosas, pero una termita carcome el nido, pues la sensación de que otras posibles situaciones proporcionan un abanico más amplio de experiencias inunda el suelo. No me pierdo en otros ojos. Ningún faro ilumina los míos. Los personajes cumplen su función fuera de las fronteras que ya he dejado de defender, ante la triste situación de aridez que pueblan los dominios interiores.
Giran y giran los cambios alrededor de un cuerpo que no avanza, ni se detiene. Y volveré a notar en la piel unas órbitas que atraen a la vez que rechazan, donde las emociones un día florecieron y fueron aplastadas por el zapato del miedo.
No me siento solo, es cierto, a pesar de que la soledad vigila la puerta y duerme en mi cama. Sigo construyendo mis murallas, dejando de lado aquellos gigantes con pies de barro que se rompían al poco de echar a andar. Sé lo que busco, pero no lo encuentro. También sé que dejar de buscar no sirve, porque nada cae del cielo, salvo, tal vez, el agua.
Habrá que aprovechar aquello que nos mantiene a salvo.
lunes, 19 de octubre de 2015
Más allá de Orion
- Quiero
dejártelo claro, Juan. Hace tiempo que deseo estar con María. Nos
conocemos desde hace mucho, y creo que yo puedo darle esa estabilidad
que necesita. Tú... En cambio... No podrías. Eres, me temo, otra
aventura suya.
- ¿Qué
te hace pensar eso? - Contestó Juan, con los puños crispados,
manteniendo la calma.- ¿Por qué no ibas a ser tú esa aventura? ¿No
es acaso ella la que duerme conmigo y la que hace conmigo las cosas
que no hará contigo?
- Es
sencillo. Tú no eres más que una máquina. Te crearon para hacer
tareas, quizá para hacer felices a los humanos, pero nada más. Tú
no puedes sentir amor, Juan, no la amas. Tus lágrimas son vacuas, al
igual que tus gestos sentimentales. Se te ha codificado para que
actúes dependiendo de las situaciones, pero aquellas cosas que crees
que son emociones, no son sino paquetes de información. Eso que
sientes cuando estás con ella no es sino algo predeterminado, no es
algo espontáneo ni natural.
Al igual
que el carnicero que ni siente ni padece cuando despieza al animal
cazado, así eres tú. Y así serás. Tus venas son cables, y tu
sangre son electrones. Eso que late en el centro de tu cuerpo, es un
núcleo engrasado, que permite tus movimientos. ¿De verdad piensas
que ella podría ser feliz con alguien como tú? Envejecerá y te
verá igual que el primer día, impoluto, brillante, inmutable al
paso de los años. Y entonces, entonces se dará cuenta de que ya es
demasiado tarde para echarse atrás, y tú recordarás estas
palabras. Pero aún puedes evitarlo. - Observó Miguel.
- De
acuerdo.- Se limitó a decir Juan.
- ¿Lo
harás entonces? - Inquirió Miguel.
- No lo
sé. Lo pensaré.
Silencio.
El
androide se encontraba en otro lugar. Datos que iban y venían en su
electrónico cerebro de cristal. Besos, risas, y uniones íntimas que
se reflejaban en el cielo. Llantos, gritos y enfados. Vacío. Estaba
vacío. Todas esas cosas eran mentira. Un carnicero. Un iceberg que
solo muestra la punta de su verdadera frialdad. ¿Qué era real? ¿Qué
cosas no lo eran? Lo que había sentido María sí lo era. Lo suyo
no. ¿Por qué lo habían creado? ¿Cuál era su fin en el mundo?
Permanecía sin ser, un trozo de hierro que deambula entre la vida.
Quería llorar, pero le acababan de decir que eso también era una
mentira. Como todo él.
Salió
de su ensimismamiento, y se dirigió a la ventana, abriéndola. Fuera
llovía, aunque eso no importaba.
- ¿Ya
te has decidido?
Observó
las nubes y la lluvia, que lo estaban mojando debido al viento. Se
subió al alféizar, y miró abajo. Era cierto. No sentía nada. Todo
en él era calma.
- Sí.-
Respondió, mientras saltaba.
Microrrelato seleccionado en Concurso de Relatos de Ciencia Ficción "Bajo la piel", de Carpa de Sueños.
viernes, 20 de marzo de 2015
De haikus primaverales (y primerizos)
Cierra la puerta,
el cielo gris destruye
mis labios curvos.
/
Vaho infernal,
frente a la ventana
canta la lluvia.
/
Camino solo,
me acompaña tu frío
en las baldosas.
el cielo gris destruye
mis labios curvos.
/
Vaho infernal,
frente a la ventana
canta la lluvia.
/
Camino solo,
me acompaña tu frío
en las baldosas.
miércoles, 4 de marzo de 2015
Amistad
Hoy no es un buen día. Todo está nublado, dentro y fuera. Ni siquiera llueve, no. Ni siquiera eso. Quizá sea porque no sé qué hacer para que los hilos de la suerte vuelvan a mis dedos. Los cortaste tú, con una sola mirada. No era una mirada mala, solo era la que no quería ver. Todo es injusto, ¿verdad? Pero no te culpo. No es algo extraño. Solo que, eso puede conmigo.
He construido con mis manos mundos que ni siquiera sabía que existían, solo para ti. Y podría hacer más, si quisieras. No sabes cuántos segundos murieron en la batalla de las horas únicamente para poder acariciar con los dedos las alambradas de tu alma. He acariciado el cielo de tu piel desde el infierno, sin saber qué paso dar para evitar más muertes, rodeado de cloro y gas mostaza, y como máscara protectora, el eco de tu voz viajando a través de la desolación. Conseguí para ti la flor escondida en la ciudad de la metralla, escondida tras barro y metal, bajo un casco de ilusiones.
Yo, que he recorrido kilómetros y kilómetros en lugares únicos, que he viajado bajo el peligro de lo estático, y como única guía, la locura.
Yo, que lo único que quería era embriagarme de tu aliento durante toda la noche, embarcados sobre rayos de erizos.
Y ahora te veo, levantas bandera blanca, y te conviertes en mi amiga. Y quieres paz, cuando yo llevo todo un ejército dedicado a la guerra. Me colocas en la frontera, cuando yo quiero la anexión.
Y es que la neutralidad es extraña. Sobre todo cuando me ofreces una tregua que yo nunca podré ganar.
La del silencio.
Para Marta.
Palabras clave: Amistad, infierno, flor.
He construido con mis manos mundos que ni siquiera sabía que existían, solo para ti. Y podría hacer más, si quisieras. No sabes cuántos segundos murieron en la batalla de las horas únicamente para poder acariciar con los dedos las alambradas de tu alma. He acariciado el cielo de tu piel desde el infierno, sin saber qué paso dar para evitar más muertes, rodeado de cloro y gas mostaza, y como máscara protectora, el eco de tu voz viajando a través de la desolación. Conseguí para ti la flor escondida en la ciudad de la metralla, escondida tras barro y metal, bajo un casco de ilusiones.
Yo, que he recorrido kilómetros y kilómetros en lugares únicos, que he viajado bajo el peligro de lo estático, y como única guía, la locura.
Yo, que lo único que quería era embriagarme de tu aliento durante toda la noche, embarcados sobre rayos de erizos.
Y ahora te veo, levantas bandera blanca, y te conviertes en mi amiga. Y quieres paz, cuando yo llevo todo un ejército dedicado a la guerra. Me colocas en la frontera, cuando yo quiero la anexión.
Y es que la neutralidad es extraña. Sobre todo cuando me ofreces una tregua que yo nunca podré ganar.
La del silencio.
Para Marta.
Palabras clave: Amistad, infierno, flor.
viernes, 20 de febrero de 2015
Apuestas
Andar bajo la lluvia puede ser alentador, sobre todo si no tienes adonde ir. Caminar, caminar, y avanzar hacia una ciudad derruida, donde los destrozos cubren el pavimento, y los edificios parecen haber sido cortados con una espada en un corte diagonal.
Ustedes no saben lo que es ver la completa calma en movimiento. Coches destrozados, brisas de aire que se llevan la primavera lejos, y monstruos de nieve que buscan destrozarte con sus gélidos abrazos.
No sé si soy un perdedor, cuando en este momento solo estamos yo y la soledad. No sé si hago mal mis apuestas, jugándome lo único que me queda. Mi ropa, un libro, y una sonrisa. Si te atreves, ven, haz tu apuesta.
Ustedes no saben lo que es ver la completa calma en movimiento. Coches destrozados, brisas de aire que se llevan la primavera lejos, y monstruos de nieve que buscan destrozarte con sus gélidos abrazos.
No sé si soy un perdedor, cuando en este momento solo estamos yo y la soledad. No sé si hago mal mis apuestas, jugándome lo único que me queda. Mi ropa, un libro, y una sonrisa. Si te atreves, ven, haz tu apuesta.
martes, 17 de febrero de 2015
Acantilados
Volví a caer dentro de zarzas en medio de la lluvia. Tropezar al borde de un acantilado puede darte colchones extraños, con espinas que atraviesan la piel, pero que salvan la vida. La lluvia me riega a mí, y la sangre riega las zarzas. La tierra y el arbusto se vuelven rojos, y comienzan a brotar flores del mismo color entre las espinas.
Es entonces cuando me quito poco a poco de las espinas, fuertemente incrustadas. Caigo al suelo, sin apenas poder moverme. Me falta el aliento.
No sé cómo seguir, cómo continuar, cuando el tsunami del tiempo me ahoga y la vida se me escapa entre suspiros de metralla. No hay nadie ahí fuera, en la yerma extensión de mi mente, y las bombas desgarraron mi piel. Desnudo, sin nada, una mancha roja tumbada en el suelo.
Es entonces cuando me quito poco a poco de las espinas, fuertemente incrustadas. Caigo al suelo, sin apenas poder moverme. Me falta el aliento.
No sé cómo seguir, cómo continuar, cuando el tsunami del tiempo me ahoga y la vida se me escapa entre suspiros de metralla. No hay nadie ahí fuera, en la yerma extensión de mi mente, y las bombas desgarraron mi piel. Desnudo, sin nada, una mancha roja tumbada en el suelo.
domingo, 1 de diciembre de 2013
Quedarse
Me siento delante de un caballete con lienzo, y comienzo a trazar líneas, cogiendo diferentes colores con la paleta. Con el verde dibujo un sendero de árboles perennes, en un bosque profundo. El marrón sirve para formar los troncos, con madera fuerte en unos árboles, y carcomida en otros. El suelo, húmedo de la lluvia, cubierto con hojas secas, marca las condiciones de la atmósfera. Aparece también el cabello de alguien, flotando, igual que un tímido fantasma que solo muestra ese rasgo de sí mismo. Y voy usando los demás colores, rojo, para descubrir sus labios y el área de sus mejillas. Con un dedo voy formando lo que será el tono de su piel en lo que se perfila como su rostro, dejando mi impronta en aquel cuadro. Con polvo de estrellas delimito sus ojos, que comienzan a brillar como si de brumas de esperanza se tratasen.
Arranco trozos de mi camisa y los coloco formándole a ella una propia. La suya la perdió al liberarse del frío. Entonces me detengo.
- ¿No le dibujas las piernas?- Inquirió un muchacho, que había estado observando la pintura.
Yo negué con la cabeza, y él me preguntó el por qué.
- Porque no le gustará estar ahí, y entonces se marcharía.- Respondí.
- Eso es una tontería.- Dijo- Si realmente quiere quedarse, no se irá.
Arranco trozos de mi camisa y los coloco formándole a ella una propia. La suya la perdió al liberarse del frío. Entonces me detengo.
- ¿No le dibujas las piernas?- Inquirió un muchacho, que había estado observando la pintura.
Yo negué con la cabeza, y él me preguntó el por qué.
- Porque no le gustará estar ahí, y entonces se marcharía.- Respondí.
- Eso es una tontería.- Dijo- Si realmente quiere quedarse, no se irá.
sábado, 2 de noviembre de 2013
Difuminarse
Trazaré un línea tan difusa que no sabrás en ningún momento si estoy dentro o fuera de los límites. A veces formaré parte del paisaje, en una acción más de camuflaje. Otras me quedaré pegado a tu piel, sentirás mi tacto, y pensarás que se trata del viento o de la lluvia. No sabrás si me encuentro alrededor o no, solo podrás hacer conjeturas, pensar en cualquiera de las dos opciones sin saberlo con certeza.
Podría haber salido de una habitación acolchada, con señores de bata blanca que dan drogas a los pacientes de allá adentro, pero lo curioso es que no se sabe cuales son los que están tocados del ala; todo se diluye entre las paredes; cordura y locura, cielo e infierno, alegría y tristeza; ¿qué más da? Si me vuelvo un fantasma que se inventa cuentos para que puedas dormir rodeada de legiones de palabras. Aunque es cierto que no lo hago en tu cama, sino en la oscuridad de una gélida habitación que devora el aire que respiro...
"El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?"-Umberto Eco.
Podría haber salido de una habitación acolchada, con señores de bata blanca que dan drogas a los pacientes de allá adentro, pero lo curioso es que no se sabe cuales son los que están tocados del ala; todo se diluye entre las paredes; cordura y locura, cielo e infierno, alegría y tristeza; ¿qué más da? Si me vuelvo un fantasma que se inventa cuentos para que puedas dormir rodeada de legiones de palabras. Aunque es cierto que no lo hago en tu cama, sino en la oscuridad de una gélida habitación que devora el aire que respiro...
"El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?"-Umberto Eco.
martes, 22 de octubre de 2013
Raining
Llueve. Salgo fuera y las gotas de agua forman figuras, imágenes aleatorias, que se dibujan en los charcos, en el aire, o en el asfalto. El paraguas impide que tome contacto directo con los enviados de las nubes, y no sé qué hacer. Solo me muevo, camino, hasta llegar a un parque. Los asientos de piedra están empapados, y las siluetas se vuelven específicas. Una imagen femenina se dibuja, sentada, y el viento trae su voz. Solo se ven coches pasar en la calle de al lado, con sus faros encendidos, y los limpiaparabrisas moviéndose. El aire arrastra el agua a mis espaldas, pero sigo mirando hacia el mismo lugar. Todo sigue igual. La chica continúa ahí, moviendo sus labios. Una mujer de agua que me llama por mi nombre, y me arrastra hacia sus entrañas. Tiro el paraguas al suelo, y dejo que la lluvia me cubra. Da igual. Me fundiré con ella. Su voz se siente como la de una mitológica sirena, que atraían a los marineros con su canto hacia la perdición. Aunque siempre me decía que parecía la de una niña pequeña. Cuando me he acercado lo suficiente, acerco mis labios adonde estarían los suyos, y lo único que siento es la humedad. Ya no estaba allí. Nunca había estado ahí. O tal vez nunca se fue.
http://youtu.be/o2zf28T0LFU
"Si fuese lluvia, ¿podría conectar con el corazón de alguien, igual que la lluvia puede unir los eternamente separados tierra y cielo?"
http://youtu.be/o2zf28T0LFU
"Si fuese lluvia, ¿podría conectar con el corazón de alguien, igual que la lluvia puede unir los eternamente separados tierra y cielo?"
domingo, 13 de octubre de 2013
El canto del fuego
Caía la noche, y el lugar estaba completamente a oscuras. Un camino lleno de farolas con las bombillas apagadas era mi referencia. Hacía viento, y junto con las hojas y las partículas de limo, también habían gotas de agua, pues había estado lloviendo hace poco. La luna se iba dibujando en el cielo, parcialmente, y la única estrella visible era la Polar. Los muros de las casas se antojaban grises, sin chispa; los árboles, solitarios, no ayudaban a alegrar la escena. La humedad se palpaba en el ambiente, y mis pupilas, dilatadas, ya se habían acostumbrado a la oscuridad imperante.
No había nadie por allí, y las pocas luces que se apreciaban venían desde los ventanales de las casas. Entonces vi a una chica sentada en un banco. Llevaba un antifaz de color azul apagado que le tapaba los ojos. Noté que estaba cantando, y me quedé allí, inmóvil, escuchando:
La luna camina
sola por Gran Vía,
y del cuello lleva
rayos de Sol.
Corre luna, corre,
que caen estrellas
de su ventana,
de sombra ahítas.
Dibujo círculos
en el suelo,
para así iluminar
contigo la ciudad.
Pero no soy
como tú, luna,
aunque sola
esté de viaje.
Necesito andar
con una chispa,
que haga arder
mi corazón.
Y no sé por qué,
ese presente
ya me lo trae,
aquel que escucha.
No corras tú,
solitario muchacho,
pues el fuego
prenderá la calle.
Entonces la chica se levantó, y, lentamente, se acercó a mí. Colocó sus manos sobre mis mejillas, y, soplando delicadamente sobre mi rostro, murmuró: Bienvenido a mi extraño mundo.
Cuando quise darme cuenta me encontraba en un lugar con libros a mi alrededor, formando calles. Comencé a andar, y las calles se multiplicaban, formando un laberinto interminable. Cuando más perdido me encontraba, las luces se apagaron, y solo quedó un único camino marcado por una tenue luz. Empecé a seguirlo, fascinado, pues desconocía cómo podía darse aquel fenómeno. Al cabo de mucho rato andando, llegué a un lugar central, más amplio, en forma de círculo, y allí se encontraba la misma chica. Me acerqué a ella con la intención de preguntarle quién era, cuando, sin reacción alguna por mi parte, me abrazó y, en voz baja, me dijo:
- ¿Por qué has tardado tanto?
Antes de poder mediar palabra alguna, me mandó callar con un prolongado beso, que hizo que los libros que formaban aquel lugar se incendiaran. Las gotas de tinta se iban moviendo con voluntad propia, y, movidas en grandes cantidades, iban colocándose intencionadamente a nuestro alrededor, en el suelo. De tal modo que cualquiera que hubiera visto aquello desde el aire, habría visto dibujado un enorme cisne de perfil, de color negro, y, en otro color, el ojo del animal. En este caso, el color de nuestra piel, pues la ropa se había desvanecido en apenas unos segundos, y la única forma de que el desconocido aéreo no nos viese por completo, era uniendo nuestros cuerpos.
No había nadie por allí, y las pocas luces que se apreciaban venían desde los ventanales de las casas. Entonces vi a una chica sentada en un banco. Llevaba un antifaz de color azul apagado que le tapaba los ojos. Noté que estaba cantando, y me quedé allí, inmóvil, escuchando:
La luna camina
sola por Gran Vía,
y del cuello lleva
rayos de Sol.
Corre luna, corre,
que caen estrellas
de su ventana,
de sombra ahítas.
Dibujo círculos
en el suelo,
para así iluminar
contigo la ciudad.
Pero no soy
como tú, luna,
aunque sola
esté de viaje.
Necesito andar
con una chispa,
que haga arder
mi corazón.
Y no sé por qué,
ese presente
ya me lo trae,
aquel que escucha.
No corras tú,
solitario muchacho,
pues el fuego
prenderá la calle.
Entonces la chica se levantó, y, lentamente, se acercó a mí. Colocó sus manos sobre mis mejillas, y, soplando delicadamente sobre mi rostro, murmuró: Bienvenido a mi extraño mundo.
Cuando quise darme cuenta me encontraba en un lugar con libros a mi alrededor, formando calles. Comencé a andar, y las calles se multiplicaban, formando un laberinto interminable. Cuando más perdido me encontraba, las luces se apagaron, y solo quedó un único camino marcado por una tenue luz. Empecé a seguirlo, fascinado, pues desconocía cómo podía darse aquel fenómeno. Al cabo de mucho rato andando, llegué a un lugar central, más amplio, en forma de círculo, y allí se encontraba la misma chica. Me acerqué a ella con la intención de preguntarle quién era, cuando, sin reacción alguna por mi parte, me abrazó y, en voz baja, me dijo:
- ¿Por qué has tardado tanto?
Antes de poder mediar palabra alguna, me mandó callar con un prolongado beso, que hizo que los libros que formaban aquel lugar se incendiaran. Las gotas de tinta se iban moviendo con voluntad propia, y, movidas en grandes cantidades, iban colocándose intencionadamente a nuestro alrededor, en el suelo. De tal modo que cualquiera que hubiera visto aquello desde el aire, habría visto dibujado un enorme cisne de perfil, de color negro, y, en otro color, el ojo del animal. En este caso, el color de nuestra piel, pues la ropa se había desvanecido en apenas unos segundos, y la única forma de que el desconocido aéreo no nos viese por completo, era uniendo nuestros cuerpos.
sábado, 5 de octubre de 2013
Hazlo rápido
Desde que somos pequeños nos vemos bombardeados por todos lados con un elemento muy natural, y que, sin embargo, se vuelve horriblemente artificial: el sexo.
(Me refiero a las personas cercanas a mi generación, con una edad alrededor de los veinte para abajo; obviamente la gente más mayor no vivió esto de la misma forma, ya fuera por mentalidad, falta de medios o censura)
Y es que es normal, a todos nos gusta ver a una mujer de órdago, con un buen par de tetas y ligerita de ropa; o, en la otra vertiente, a un hombre sin camiseta, músculos desarrollados, tableta de chocolate; anunciando una colonia o un perfume.
Pero hay un problema con esto, y es que, dejando de lado la aburrida y somnolienta estereotipación, se vende mucho y mal esto del sexo. El ejemplo firme y machacante lo vemos en las películas. Imaginen: Un par de actores se gustan en la trama, y comienzan a desnudarse. Se quitan la ropa a lo bestia, con prisas, como deseando terminar. Besos veloces, agitados, sin pausa. A lo sumo, y siendo generosos, la escena dura lo que un eyaculador precoz. Todo se reduce a algo muy funcional, sin chispa. Y sí, claro que existe ese tipo de acto sexual, como que es el que nos ponen en los morros una y otra vez. Pero la gente olvida que existe otro, muy distinto.
Volvamos a la misma escena. Y, ahora, en vez de acelerar los movimientos, los haremos pausados, relajados. Los protagonistas empiezan a besarse, lentamente. Se acarician bajo la ropa, escuchan el latido del corazón, se funden, se sienten. Se palpan los labios, los ojos, el pelo, todo, como si de una misión de reconocimiento se tratase. Y, posteriormente, se quitan la ropa el uno al otro, ahora un poco más rápidos, sonriendo, y sin cesar de jugar. Se tocan los pechos, se los rozan con la lengua, y, si se tercia, succionan como un bebé hambriento o con pocas ganas de comer, ya según vean.
El coito se realiza primero lentamente, con penetraciones que tantean a la pareja, y, después, combinándose con la temperatura de la habitación, comienzan a aumentar la velocidad, gradualmente, como el caudal del río en días de lluvia.
Y, me podéis decir que para esto, mejor ponemos una porno, pero es que, ya que se ponen escenas de sexo explícito, estas se pueden hacer de otra manera. Y, por otra parte, la industria del porno se reduce a a una función muy concreta, y nunca se ven las películas enteras (exceptuando, tal vez, maravillas que se salen de la superficialidad absoluta, como Instinto Básico o Eyes Wide Shut) por lo que, sin entrar en mayores discusiones, quedan excluídas del análisis que concierne al cine del ámbito general.
(Me refiero a las personas cercanas a mi generación, con una edad alrededor de los veinte para abajo; obviamente la gente más mayor no vivió esto de la misma forma, ya fuera por mentalidad, falta de medios o censura)
Y es que es normal, a todos nos gusta ver a una mujer de órdago, con un buen par de tetas y ligerita de ropa; o, en la otra vertiente, a un hombre sin camiseta, músculos desarrollados, tableta de chocolate; anunciando una colonia o un perfume.
Pero hay un problema con esto, y es que, dejando de lado la aburrida y somnolienta estereotipación, se vende mucho y mal esto del sexo. El ejemplo firme y machacante lo vemos en las películas. Imaginen: Un par de actores se gustan en la trama, y comienzan a desnudarse. Se quitan la ropa a lo bestia, con prisas, como deseando terminar. Besos veloces, agitados, sin pausa. A lo sumo, y siendo generosos, la escena dura lo que un eyaculador precoz. Todo se reduce a algo muy funcional, sin chispa. Y sí, claro que existe ese tipo de acto sexual, como que es el que nos ponen en los morros una y otra vez. Pero la gente olvida que existe otro, muy distinto.
Volvamos a la misma escena. Y, ahora, en vez de acelerar los movimientos, los haremos pausados, relajados. Los protagonistas empiezan a besarse, lentamente. Se acarician bajo la ropa, escuchan el latido del corazón, se funden, se sienten. Se palpan los labios, los ojos, el pelo, todo, como si de una misión de reconocimiento se tratase. Y, posteriormente, se quitan la ropa el uno al otro, ahora un poco más rápidos, sonriendo, y sin cesar de jugar. Se tocan los pechos, se los rozan con la lengua, y, si se tercia, succionan como un bebé hambriento o con pocas ganas de comer, ya según vean.
El coito se realiza primero lentamente, con penetraciones que tantean a la pareja, y, después, combinándose con la temperatura de la habitación, comienzan a aumentar la velocidad, gradualmente, como el caudal del río en días de lluvia.
Y, me podéis decir que para esto, mejor ponemos una porno, pero es que, ya que se ponen escenas de sexo explícito, estas se pueden hacer de otra manera. Y, por otra parte, la industria del porno se reduce a a una función muy concreta, y nunca se ven las películas enteras (exceptuando, tal vez, maravillas que se salen de la superficialidad absoluta, como Instinto Básico o Eyes Wide Shut) por lo que, sin entrar en mayores discusiones, quedan excluídas del análisis que concierne al cine del ámbito general.
sábado, 28 de septiembre de 2013
Empieza a llover. No sé desde cuándo me gusta la lluvia. Todo se remonta a un pasado tan oscuro que no quiero vislumbrar más allá de la oscuridad del presente. Me encuentro en la calle, y las nubes cubren todo el cielo bajo el que me encuentro. Una gota, y otra, y otra más... Decenas, cientos, miles de gotas que chocan contra el asfalto, las tejas de cerámica, los árboles, el cristal de los coches... Y sobre mi ropa, mi cabello, y mi rostro. Puedo observarme mientras camino, en los rincones donde nacen los charcos, espejos que deforman la realidad mientras están en movimiento. Me encanta que ocurra esto. De algún modo siento que no soy la única que derrama lágrimas cuando se siente mal, también el tiempo lo hace, de forma conjunta incluso, de forma que, al mirar mi cara, no es posible distinguir si lo que hay son lágrimas o gotas de lluvia.
Además, igual que los ojos se limpian con el agua, también se limpian los rincones más sórdidos de la ciudad. Dicen que las nubes grises y ennegrecidas crean un paisaje feo, triste, y deprimente, pero aquellas mismas personas que lo sostienen no dudan en teñir de suciedad el cielo, con humos contaminantes, e ignoran que el agua es el principio de toda vida, y su fin, el fin de esta enorme bola de hormigón armado llamada Tierra.
Además, igual que los ojos se limpian con el agua, también se limpian los rincones más sórdidos de la ciudad. Dicen que las nubes grises y ennegrecidas crean un paisaje feo, triste, y deprimente, pero aquellas mismas personas que lo sostienen no dudan en teñir de suciedad el cielo, con humos contaminantes, e ignoran que el agua es el principio de toda vida, y su fin, el fin de esta enorme bola de hormigón armado llamada Tierra.
lunes, 16 de septiembre de 2013
¿Es mi barco mi tesoro?
Soy el capitán de un barco que no responde al timón que maneja sus movimientos; viajo siempre a la deriva, y nunca veo tierra a lo lejos. El único paisaje que avisto es monótono y aburrido cuando llevas tanto tiempo mirando el agua del mar, y su oleaje. Aunque también es cierto que no tengo ninguna queja complementaria, pues de vez en cuando encuentro cementerios de barcos encallados, y el mío los evita con sospechosa maestría. También se zafa de las tormentas, que, en mitad de la noche, me sorprenden. Es algo asombrosamente rápido: el oleaje ruge, se alza, tan peligroso como majestuoso, ávido de destrucción; nada que ver con la relativa calma de la que se goza minutos antes a la transformación. El cielo se viste de luto, y no deja siquiera ver a la estrella Polar, solamente deja que veas la rapidez del rayo, el rugido del trueno, y la frialdad de la lluvia, que, por cierto, es incapaz de inundar el barco aunque me cale hasta los huesos.
Tal vez, lo que no me guste de esta situación, no es sino el hecho de tener que navegar siempre solo. Es posible que así evite los peligros del mar, pues mi barco siempre ha navegado sorteando todos y cada uno de ellos; pero entonces estaría perdiéndome unas experiencias que, si bien pueden no resultar placenteras, resulta odioso tener que prescindir de ellas.
http://youtu.be/T8pGjg73h9k
Tal vez, lo que no me guste de esta situación, no es sino el hecho de tener que navegar siempre solo. Es posible que así evite los peligros del mar, pues mi barco siempre ha navegado sorteando todos y cada uno de ellos; pero entonces estaría perdiéndome unas experiencias que, si bien pueden no resultar placenteras, resulta odioso tener que prescindir de ellas.
http://youtu.be/T8pGjg73h9k
viernes, 13 de septiembre de 2013
Parnaso
Hay niebla en las
calles del Parnaso,
no se ve el Big Ben,
ni la Diosa Cibeles.
Cae lluvia como
misiles de morteros,
y no se siente nada,
y no se moja nada.
Vuelan almas
perdidas y olvidadas,
motas de polvo
pasto de las eras.
Sentado en el banco
junto a Napoleón,
viendo pasar su barco,
vacío como una ilusión.
Desconozco la muerte,
esto solo es la mente,
vanos pensamientos
que vienen y se marchan.
Igual que Dios creamos
mundos de la nada,
en una vida misteriosa
sin saber de donde viene,
ni hacia dónde se va.
Y lo único que queda
son las cálidas pecas
en tu rostro, nada más.
http://youtu.be/vzB19amNuD0
calles del Parnaso,
no se ve el Big Ben,
ni la Diosa Cibeles.
Cae lluvia como
misiles de morteros,
y no se siente nada,
y no se moja nada.
Vuelan almas
perdidas y olvidadas,
motas de polvo
pasto de las eras.
Sentado en el banco
junto a Napoleón,
viendo pasar su barco,
vacío como una ilusión.
Desconozco la muerte,
esto solo es la mente,
vanos pensamientos
que vienen y se marchan.
Igual que Dios creamos
mundos de la nada,
en una vida misteriosa
sin saber de donde viene,
ni hacia dónde se va.
Y lo único que queda
son las cálidas pecas
en tu rostro, nada más.
http://youtu.be/vzB19amNuD0
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