Al mover la pieza, echó un vistazo al tablero. Ya había perdido las torres, un alfil, y un caballo. Le gustaba pensar en el ajedrez como si se tratase de una guerra de desgaste. "¿Por qué ir rápido a ganar? Eso no es emocionante.", pensaba.
Lo que no sabía es que él podía perder. Que la supremacía total no existe, y que la persona sentada enfrente podía no pensar igual. Y él, él iba por delante en piezas, pero bastante detrás en estrategia.
Y es que, cuando llegaba el turno de su contrincante, este se quedaba pensando, sin decir palabra. El reloj, parado, hacía de ese tiempo algo interminable.
"¿Por qué no mueve ya?", "¿Por qué se piensa tanto el hacer algo, incluso cuando le dejo en bandeja mis piezas?"
Aaah, ¿cómo no va a reflexionar si haces eso? "Es una trampa", piensa el rival. Y estudia movimientos. Y se queda al margen del juego. Crea incertidumbre. La inseguridad de quien no quiere perder, frente a la impaciencia del que quiere ganar. Cosas parecidas, no iguales.
Y en esta partida, vencer puede significar perder, y una derrota puede traer una victoria. La pregunta es, ¿quién debe ganar?, ¿pueden ganar ambos?, ¿y perder?
Lo único que se saca en claro es, que si ellos se levantan de la silla, y dejan el tablero así, cuando vuelvan a sentarse, todo seguirá igual.
Aunque también pueden dejar la partida y comenzar la victoria.
Bienvenido a un mundo tan abstracto como lo que pasa por mi cabeza. Literatura rompecabezas que significa cualquier cosa menos la que es. O puede que veas la realidad.

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domingo, 12 de julio de 2015
La partida de ajedrez
Etiquetas:
ajedrez,
incertidumbre,
pensar,
tiempo
lunes, 25 de noviembre de 2013
Death
La muerte no es un esqueleto con túnica y capucha de color negro, portando una guadaña. Es la sorpresa y la certidumbre. La sonrisa extraña de una persona llena de vida a la que se le cortan los hilos que le sujetaban al resto de títeres. Es un día que se antoja normal y de repente se trastoca, como 'clic' en un interruptor. Un caos en las oficinas de la rutina. Una flor que se marchita en las salas de la sonrisa.
Aumentan los caudales de agua salada en los ríos, se desbordan, como un ejército de personas desconocidas entre sí que van a saludarse, y se dirigen al mismo lugar. Cenizas y sombras. Te arrancan de tu alrededor ramas del árbol al que estás acostumbrado ver, y el paisaje se trastoca. Es algo natural: Sabes que pasa. Que debe pasar. Pero, aún así, nunca piensas que te vaya a tocar a ti. Que la muerte es un mensajero que pulula por tu alrededor, y que tú no recibes sus cartas.
Aumentan los caudales de agua salada en los ríos, se desbordan, como un ejército de personas desconocidas entre sí que van a saludarse, y se dirigen al mismo lugar. Cenizas y sombras. Te arrancan de tu alrededor ramas del árbol al que estás acostumbrado ver, y el paisaje se trastoca. Es algo natural: Sabes que pasa. Que debe pasar. Pero, aún así, nunca piensas que te vaya a tocar a ti. Que la muerte es un mensajero que pulula por tu alrededor, y que tú no recibes sus cartas.
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